La mitología guaraní en la cotidianeidad paraguaya (x)

La puesta en circulación de la obra Tradiciones Guaraníes en el Folklore Paraguayo, de León Cadogan, es un aporte valioso no solo a la bibliografia paraguaya, sino a la comprensión de algunos aspectos de la cultura popular, como son algunos dichos de uso más o menos corriente, explicados por medio del estudio de los cuentos, mitos y leyendas guaraníes.

Don León Cadogan, según sus propias anotaciones, se interesó en el estudio del origen de algunos dichos de uso corriente allá en el Guairá, donde se radicó desde pequeño y tuvo la ocasión de frecuentar la compañía de los aborígenes de la zona, que le abrieron las puertas de su mundo cosmológico. Con buen bagaje de conocimientos de la cultura “criolla”, el contacto con las creencias y mitos guaraníes, por medio de los indígenas mbyá, le permitió adentrarse en el mundo guaranítico, donde encontró la explicación de numerosas expresiones de la cotidianeidad guaireña, entre ellas la de dichos y sentencias populares.

Comparando con trabajos similares realizadas por estudiosos extranjeros, comenta León Cadogan en su libro Tradiciones Guaraníes en el Folklore Paraguayo, la similitud existente entre los mitos y leyendas de otros lugares, como el caso de los tupinambá del Brasil, recopilados por el etnólogo Egon Schaden, como la leyenda del Sací (“nuestro Chochí”). “El lector que quiera compararlos -dice- con los datos que he logrado reunir referentes al chochí, la parábola titulada Ynambu Tataupa y los mitos Guachu Ja Ete y Ñandyta, se convencerá de que nuestros indios guaireños -cuyo estudio por separado es imposible- pueden aportar mucho material interesante para el investigador especializado”. En su caso, según recuerda, lo que le impulsó a dedicarse a la recopilación de los mitos mbyá-guaraní fue el haber hallado en la leyenda o mito de Jasy Ra'y, “prueba de la tenaz lucha por la supervivencia, en el alma de los campesinos, de lo autóctono; del triunfo del espíritu de la raza, después de cuatro siglos de incomprensión y desprecio” del que es objeto el indio guaraní de parte de su descendiente el criollo.

COMO MUESTRA UN BOTON

Jasy ra'ynteko ojovahéi hína
(La luna nueva se lava la cara)

Jasy ra'ynteko ojovahéi hína, dice el campesino guaireño cuando, como a menudo ocurre, lluvias torrenciales coinciden con la luna nueva: es la luna nueva, no más, que se está lavando la cara. ¿Cuál es el origen de la expresión? ¿Qué objeto tienen, a qué obedecen estas abluciones al volver el astro a ocupar su lugar en el firmamento? En vista de la imposibilidad de hallar solución a este problema lingüístico en el folklore de nuestras gentes del agro, echemos un vistazo a las tradiciones autóctonas para ver lo que al respecto nos pueden esnseñar.

Paí Rete Kuaray, como ya hemos visto, sentía necesidad de alguien que le acompañara en sus juegos en los alrededores de la morada de los Mba'e Ypy, a quienes servía en calidad de recadero. Descendiente de los dioses -aunque sin saberlo él-, poseía Pa'i la facultad de despertar a la actividad la esencia divina latente en todas las cosas; tomó, por consiguiente, un gajo de kurupika'y y creó -ombojera- a Jasyrä, futura Luna, quien servirá a su creador en calidad de hermano menor, jugando con él en la morada de los Seres Primitivos y, posteriormente, ayudarle en sus tareas de guiar a los hombres, enseñarles la danza ritual, enseñarles a distinguir entre las frutas comestibles y las nocivas, y otras similares.

Transcurre el tiempo, llegan los hermanos al estado de hombre, cuando he aquí que se presenta ante Pa'i Rete Kuaray una delegación de mujeres, quejándose de haber sido molestadas por un atrevido, quien, bajo sus impulsos de sátiro, las persigue aprovechándose de la oscuridad de la noche, siendo tal su osadía que llega a acostarse junto a ellas sin su anuencia.

A fin de individualizar al osado, ordena Pa'i a las mujeres de embadurnen las manos con una mezcla de ysy, resina, y polvo de hojas quemadas de takuapi, cañas; y que en cuanto se percaten de los movimientos del noctámbulo intruso, traten de marcarle en la cara con esa sustancia gomosa indeleble. Así lo hacen; y esa misma noche al introducirse sigilosamente Jasy en la habitación de las mujeres, una de éstas le da en pleno rostro con la mano embadurnada de ysy. Presa de temor, Jasy se da a la fuga; trata de quitarse las manchas lavándose la cara repetidas veces; tarea inútil, son indelebles.

Obedeciendo a la orden de su hermano mayor y creador, asciende al Paraíso a ocupar el lugar que aquel le ha asignado, el de astro de la noche y de las mujeres. Apenas comienza a brillar, se percata de que paulatinamente van apareciendo en su rostro las malditas manchas aplicádales por las mujeres víctimas de su lujuria, y hace llover torrencialmente en un desesperado esfuerzo por hacerlas desaparecer: ojovahéi Jasy ra'y -la luna nueva se lava la cara-. Pero todos sus esfuerzos son inútiles; por más que ojovahéi Jasy ra'y, las manchas las llevará eternamente, en cumplimiento de la promesa de Pa'i Rete Kuaray a las mujeres de que la lascivia de su perseguidor sería castigada.

EXTRANJERO, CAMPESINO Y CIENTIFICO


León Cadogan nació en Asunción en 1899. Hijo de inmigrantes australianos -llegados en 1894-, siendo aún niño su familia se trasladó a vivir a Villa Rica, donde realizó sus primeros estudios en la escuela alemana de esa ciudad. Antes de dedicarse a la etnografía, entre sus actividades cotidianas, empezó a interesarse y a realizar investigaciones sobre los indígenas guaraní y el folklore regional guaireño. A finales de la década del '40, aprovechando su relación con los indígenas de la zona, el gobierno le designó Curador de Indios Mbyá-Guaraní del Guairá. Estas funciones, además de dedicarse a la defensa de los aborígenes del Guairá le permitieron ahondar en el estudio de la cultura guaraní, estudio que abarcó los cuatro grandes grupos sobrevivientes en la región oriental del país: Mbyá-guaraní, Avá-chiripá, Päi-tavyterä y Aché-guayakí.

La estrecha relación amistosa que cultivó con los mbyá-guaraní, le llevó a ser adoptado por éstos con el nombre de Tupá Kuchuvi Veve, nombre que, de acuerdo con la tradición mbyá, no dio a conocer hasta su muerte, el 30 de mayo de 1973.

Gran parte de sus investigaciones fueron publicadas en el extranjero por prestigiosas instituciones y revistas especializadas, así como también en publicaciones especializadas y periódicos de nuestro país. Algunos títulos de su autoría son: Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá, Diccionario Mbyá-Guaraní/Castellano, Gua'i Ratypy. Fragmentos del Floklore Guaireño, León Cadogan. Extranjero, Campesino y Científico, Tradiciones Guaraníes en el Folklore Paraguayo, entre otros.

Luis Verón   

(x) Del diario ABC COLOR (Revista), 9 de marzo de 2003 (Asunción, Paraguay).

 

Fragmento

Mbaraka ju (x)

La maraca milagrosa

por: León Cadogan

Problema lingüístico que me ha tenido perplejo durante mucho tiempo es el enigma estimológico encerrado en la palabra Mbarakaju, nombre de nuestra sierra limítrofe. Traduciendo el vocablo de acuerdo a sus componentes en el lenguaje cotidiano, tendríamos mbaraka amarillo; lo cual nos hace pensar inmediatamente en un instrumento fabricado de oro, reminiscencia quizás de alguna irrupción al país del Inka. Dándole en cambio a la voz ju el significado que tiene en el vocabulario religioso, v.g., el de milagroso, indestructible, eterno, tendríamos mbaraka milagroso. Admitiendo la primera hipótesis, lógico sería suponer que, así como el instrumento de oro o dorado se ha eternizado en el nombre de nuestra sierra, así también se conservaría en los anales guaraníes el nombre del jefe de la expedición que arrebatara al Inka trofeo tan preciado. Si aceptamos en cambio la acepción de mbaraka milagroso, difícil sería admitir que, al conservar el recuerdo del instrumento musical, se hundiera en el olvido más absoluto el nombre del dirigente que lo manejara en las danzas rituales de la tribu.

A pesar de mis esfuerzos, sin embargo, de pacientes búsquedas, de innumerables consultas con mis amigos los mburuvicha, el enigma permanecía indescifrable: todos los mbyá con quienes tratara sobre el tema estaban contestes en que mbaraka ju solo podría significar mbaraka milagroso o, como se expresan ellos: maraca imarãma va´embaraka que no puede ser destruido o sufrir daño-. Pero nadie pudo aportar dato alguno referente al origen del misterioso instrumento; es decir, indicarme quién pudo haber sido el que, en alguna época remota, seguramente prehistórica, arrancando al milagroso mbaraka broncas notas que resonaran a través de selvas y valles, encabezara la danza ritual y los cánticos en homenaje de los dioses.

A punto estaba por darme por vencido y relegar, descorazonado, el asunto al olvido por indescifrable, cuando quiso que la causalidad que, de manera totalmente imprevisible, diera con la solución del problema, y el éxito más rotundo coronara mis esfuerzos de novel etimólogo.

Un día llegó a Villarrica una delegación de indios encabezada por el cacique Pablo Vera, de Potrero Blanco, con el objeto de pedirme obtuviera la libertad de un compatriota suyo de nombre Mario Higinio, recluido desde hacía tiempo en la Cárcel Regional. Conversando con él, Mario me informó que él no era Mbyá puro; que su padre, Mbyá, se había radicado entre los Avá Chiripá, casándose con una mujer de esta tribu de la que él, Mario, se consideraba miembro. Con indios de esta parcialidad nunca había yo tratado; solo sabía que eran una nación más guerrera que los Mbyá y que, según éstos, los cantos y danzas de los Chripá tenían por objeto obtener destreza en el manejo de las armas y en la lucha. Tras largos circunloquios y de haber puesto en práctica toda la diplomacia de que era capaz, abordé el tema de las tradiciones religiosas, obteniendo que Mario me hiciera el siguiente relato:

Guyra Porã, advertido de que la tierra sería destruida, exhortaba continuamente a los de su tribu para que cumplieran estrictamente los preceptos morales, rezaran, entonaran los cantos sagrados y danzaran para que pudieran salvarse del cataclismo que se aproximaba.

Diariamente resonaban los acordes del mbaraka de Guyra Porã entre los cerros a cuyos pies moraba, advirtiendo a los de su pueblo de la proximidad del día de prueba. Pocos eran los que prestaban oídos; él, sin embargo, a medida que iban llegando a su término los días del mundo, más celos ponía en sus danzas y oraciones, hasta que los acordes de su mbaraka más se asemejaban música divina que notas producidas por instrumento humano.

Llegó el día aciago; las aguas cubrían ya la faz de la tierra, limpiándola de pecado; Guyra Porã, a medida que iba escalando el cerro que se erguía cerca de su vivienda, entonaba cánticos sagrados y ejecutaba la danza ritual al compás de su mbaraka y, obteniendo la gracia, aguyje, en la misma cumbre del cerro se incorporó a la hueste de los bienaventurados, y se convirtió en Guyraporã Ju; esto es Guyra Porã eterno, indestructible.

Al ascender al Paraíso, Guyra Porã Ju dejó su mbaraka en la cumbre de la sierra, y siendo ésta la única parte del mundo no alcanzada por las aguas del Diluvio, el instrumento no fue destruido ni sufrió deterioro alguno. Y cuando iba repoblándose la tierra después del cataclismo, un mburuvicha de nuestra nación escuchó un día, hallándose de caza en la Cordillera, los acordes de un instrumento musical. Escaló la sierra y, al llegar a la cumbre, descubrió el mbaraka de Guyraporã Ju que, sin ser accionado por mano humana, emitía música divina. Al acercársele el mburuvicha, escucháronse palabras  procedentes del cielo: era el mboréi: himno sagrado que Guyraporã Ju legaba a los de nuestra tribu por intermedio de nuestro jefe, juntamente con el milagroso mbaraka.

Este mboraéi es hasta hoy el canto sagrado de nuestra raza; y en cuanto al mbaraka, es custodiado cuidadosamente por el jefe supremo de los Avá Chiripá, escuchándose en ocasiones muy especiales sus acordes, pero nunca es permtido sacarlo fuera de la vivienda del jefe quien lo tiene a su cargo.

NOTAS: A Mario Higinio se le acusaba de homicidio; y el comisario que lo remitió a la Cárcel me informó –afortunadamente sin que este dato figurara en el proceso ni llegara a oídos del juez- que sabía que había consumido algún trozo de su víctima, seguramente en cumplimiento del antiguo rito de la antropofagia. El proceso, instruido en los Tribunales de Villarrica, hállase caratulado: Mario Higinio, de la parcialidad de indios Avá Chiripá –supuesto homicidio. Asumió la defensa, a pedido mío, el Dr. Evaristo Zacarías Arza, actual Presidente de la Cámara de Representantes. Fue también Mario que, en agradecimiento, me inició en las tradiciones “esotéricas” guaraníes.

Según Samaniego (Revista de Turismo, n. 26, Asunción 1944; reproducido en Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo, vol. 3, n. 1-2, Asunción 1968, p. 411-12) el héroe de la leyenda del Diluvio de los Avá Guaraní de Yvy Pyte es Guyrapepoti; el de los Apapokuva, de acuerdo a Nimuendajú, es Guyrayvoty.

(x) Del libro: Tradiciones Guaraníes en el Folklore Paraguayo, por León Cadogan, edición preparada por Bartomeu Melià, y editada por la Fundación “León Cadogan”, Asunción (Paraguay), 2003. Coeditor: Centro de Estudios Paraguayos “Antonio Guasch”. E-Mail: cepag@probesi.org.

Distribuye: Distribuidora Montoya. Calle: Vicepresidente Sánchez, 612, c/Azara (Asunción, Paraguay). Telf/Fax: 00-505-21-224 162. E-Mail: dmontoya@telesurf.com.py

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Más información sobre León Cadogan, haga click sobre lo subrayado.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), l2-l3 de Junio de l999 (Asunción, Paraguay).