Cultura

Un pueblo cuya formación es anterior a todos y cada uno de los estados

Los Guaraníes: Lo que todavía nos dicen (x)

por: Bartomeu Meliá, S.J.

(Antropológo)

Ningún otro pueblo se identifica tanto con el Mercosur geográfico como el Guaraní y ningún otro de América presenta una profundidad y una continuidad histórica mayor.

Desde 1528, por lo menos, los no guaraníes europeos estamos conociendo a los guaraníes. La primera descripción que de ellos leo, en la carta de Luis Ramírez a su padre, es por lo demás antropológicamente correcta: “Aquí con nosotros está otra generación que son nuestros amigos, los cuales se llaman guarenís por otro nombre chandrís. Éstos andan derramados por esta tierra, y por otras muchas, como corsarios a causa de ser enemigos de todas esas otras naciones...gente muy traidora. Éstos traen mucho metal de oro y plata en muchas planchas y orejeras, y en hachas que cortan la montaña para sembrar: éstos comen carne humana”. Los grandes temas específicos y distintivos de los guaraníes están anunciados.

La producción bibliográfica desde entonces no ha hecho sino aumentar, de tal manera que en 1987 pudimos publicar O guaraní: una bibliografía etnológica, que contiene  nada menos que 1.163 títulos.

De todos los pueblos indígenas de las tierras bajas de América tal vez ningún otro presenta una profundidad y una continuidad histórica mayor que el guaraní, cuya formación es anterior a todos y cada uno de los estados nacionales y que todavía tenemos como vecinos, más o menos conocidos, más o menos familiares. El sábado pasado, estaba todavía en la comunidad mbya de Mbarigui, que por primera vez conocí en febrero de 1969 y que sigue ahí, aunque sin tener ya la selva como horizonte sino un monótono mar de verde soja de la colonia Sommerfeld, cuyos campos sin otro árbol ni otra flor que la rodea las casas son ahora llamados irónicamente Blumenfeld.

El ñande reko guaraní

Intentemos, pues, conocer esos guaraníes nuestros contemporáneos. Procuraré evitar la antropología lúgubre de la miseria y la denuncia (por otra parte, muy justificada), para proponer lo que, a mi parecer, es en el pueblo guaraní memoria de futuro y de humanidad.

Los pueblos guaraníes, estrictamente hablando, extienden hoy su territorialidad por Paraguay, Brasil, Argentina y Bolivia. Son los Mbya, los Pãi-Tavyterã, los Ava Guaraní y los Ava occidentales, ahora también en el Chaco. Ningún otro pueblo se identifica tanto como el Mercosur geográfico. De momento aceptemos que todos esos guaraníes son una cultura. Dejemos de lado la perspectiva de que al final  de la evolución de los pueblos está una sociedad que envuelve a todas las sociedades en un supuesto torbellino que se traga todas las diferencias, asimilándolas todas. Admitamos que la llamada sociedad moderna es una ilusión ideológica; que el Occidente es, como dice Eduardo Viveiros de Castro, un accidente…A esta cultura, pues, no la definiré según las sucesivas y encontradas opiniones de las corrientes antropológicas, sino desde una definición propiamente guaraní. Diremos así que es ñande reko.

Según el Tesoro de la lengua guaraní de Antonio Ruiz de Montoya (Madrid 1639; citado en adelante T.), la palabra teko significa: “ser, estado de vida, condición, estar, costumbre, ley, hábito (…) proceder, vida”. La larga lista de adjetivaciones que siguen a la palabra teko y las frases que en dicho diccionario la incluyen  ilustran modos y aspectos del ser y comportamiento cultural propio de la sociedad guaraní primitiva, pero también susceptible de cambios como se daban en aquel momento colonial. El hecho de ser algo nuestro de todos –ñande- le confiere le necesaria dimensión histórica y comunitaria que debe haber en toda cultura.

Esta concepción ha sido retenida como definición de la identidad cultural del paraguayo. Ñande reko es nuestro modo de ser.

La cultura guaraní, ese ñande reko guaraní, se constituye en una serie de actos comunicativos que se desarrollan en tres espacios o subsistemas: una organización política basada en el parentesco y en la familia extensa –aty-, una economía del don  reciprocidad –jopói, ñemu ha tepy- y un lenguaje en el cual se comunican palabras y símbolos –ñe´ë-.

Sólo quisiera detenerme brevemente en el sistema económico, que ha sido el más global y general en el tiempo y en la geografía a lo largo de toda la humanidad; pero al mismo tiempo poco poderoso, pues él mismo está radicalmente contra el poder. Con una calificación discutible, pero con cierto fundamento, Pierre Clastres, hablaba de los guaraníes como La societé contre l´État.


Hagamos una breve incursión por el vocabulario “económico” de la lengua guaraní.

La primera palabra que nos retiene es la de jopói, que deriva de po y ói, con etimlogía de “mano suelta”; ajopói, “doyle de comer” y otras cosas; orojopói, “dámonos cosas o convidámonos a comer”; ojepói katu chéve, es liberal conmigo (T. 313), que significa adecuadamente y hasta describe la acción real de la economía de reciprocidad. Los guaraníes todavía la practican y por ella se rigen. Ese es el fundamento tradicional e inmemorial del intercambio de bienes en la mayoría de los pueblos originarios, que son y han sido. En esa economía la primera regla es el dar y recibir de manera gratuita y general, sin regirse ni por cantidad ni por lapsos de tiempo. En la lengua guaraní el jopói tiene una semántica bien acuñada y una contextualización muy definida: significa ”manos abiertas recíprocamente”, y pretende la comunicación generalizada de lo que se tiene y de lo que se es: don de bienes y don de palabras.

El capital de esta economía no es la acumulación de bienes sino de compromisos personales que se establecen mediante la comunicación solidaria. El primer compromiso consiste en la aceptación de un convite y  participación en una fiesta. Este principio de economía sin duda fue el más extendido en el espacio y en el tiempo en toda la humanidad, tal vez el único realmente mundial en épocas no tan lejanas.

Los guaraníes no  desconocían otros matices de la economía.

Ñemu, “contrato” (T. 251). , “amistad, parentesco, contrato, trueco ad invicem, contrario”. Che mü, “mi amigo, o deudo”. Che mü Peru, “Pedro es amigo“ Peru che ñemü, “Pedro es con quien trato“ (T.230). Tepy,“paga, venganza“. Che repy, “mi paga, lo que di yo por mí“, Ahepyenöi, “púsele precio“. Mbujape mboepyhápe, “donde se vende pan“. Ndy hepy, ”bravo precio tiene” (T.381v-382).

Del don de la venganza

¿Qué se puede sacar de esta especie de arqueología del saber lingüístico?

Estos términos creo que nos permiten leer al revés de la trama. Aunque en el Tesoro de Ruiz de Montoya ya están aplicados a relaciones típicamente comerciales bajo la forma en que sin duda empezaban a manejarse dentro de la colonia, remiten todavía a sentidos en que los bienes eran cosechados, sin que se conociera todavía un comprador, que comprando hace su cosecha. Lo mismo se puede decir del trueque, que es una forma de relación por amistad y parentesco, por el que tratar y contratar se inscriben en un movimiento de amistad y de parientes.

Pero donde la semántica acusa una adaptación más estridente se da cuando hubo que “inventar” un precio para las cosas. Este acto toca tan fuerte las raíces de la relación humana, que se acudió nada menos que al término en en guaraní significa venganza: el precio de las cosas es una venganza mediante la cual alguien se coloca frente al otro. El acto de venganza por excelencia era precisamente el capturar un prisionero y hacérselo suyo, para eventualmente ofrecerlo a la comunidad en un banquete antropofágico. La venganza llamaba a la venganza, así como un precio exige otro precio.

La pobreza llega cuando estas relaciones se desequilibran: el pobre no tiene qué agarrar o, mejor, lo que recogió con su cosecha, otro se lo agarrará, comprándolo.

A la hora de vender, se comportará como un amigo o un pariente, contentándose con lo que se le dé en trueque.

Pero su mayor frustración llegará cuando ni sus cosas ni él mismo tienen precio; su capacidad “vengativa” es poco menos que nula. Puede decir: ajeepyenöi, “avalueme, púseme precio”; para tener que decir inmediatamente: hepy mirï (T. 382). Todos se vengan de él; él no puede vengarse de nadie.

Por esto cuando la economía mercantilista, mediante los grandes viajes y conquistas ibéricas, realizaba su primera globalización en los siglos XV y XVI, en este lejano Paraguay se mantuvo todavía una economía, que pretendió zafarse de la camisa de fuerza del colonialismo: una economía, si así puede llamarse, bilingüe, con dos códigos económicos contrapuestos, pero hablados por las mismas personas. Dos juegos en la misma cancha y con los mismos actores. Aparentemente son siempre  los mismos ganadores, pero no se dan por vencidos los que todavía viven la economía del don y de la reciprocidad, cuya atracción utópica tiene todavía fuerza.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correso Semanal), 12 de enero de 2003 (Asunción, Paraguay).