MEMORIA VIVA
JUEGO DE CUERDAS SONORAS

Mitã ñembosarái (x)

 






Hurgando en el universo de los sonidos, el arpista Albino Quiñónez sintió que, de pronto, sus dedos cabalgaban a lomo de una desconocida melodía, naciendo de este modo una obra inspirada en un episodio que le tocó vivir.
 
Mario Rubén Álvarez | Poeta
alva@uhora.com.py



Estaba en la terraza de Radio Sténtor, sobre la calle Palma, a punto de actuar. Las cuerdas de su arpa eran mariposas de melodías diversas. De repente, las manos de Albino Quiñónez, nacido en Itapé, Departamento del Guairá, el 12 de febrero de 1927, se sintieron llevadas a un reino desconocido. De esta manera misteriosa estaba naciendo una de sus obras más conocidas y celebradas: Mitã ñembosarái.
En la casa de Evelio Valdez, junto a quien vino desde la lejana Salto del Guairá _donde vive desde 1984, para grabar un disco en el sello Elio, después de varios años de silencio, relata que esa composición _sin letra_ es de 1949. Para entonces ya había regresado de su gira europea con Eladio Martínez y Emigdio Ayala Báez.

Esta es mi creación más exitosa. Atantea aína la che arpa y, de repente, me salió algo muy hermoso. Parecía que era un juego de niños. Por eso le puse, después ya, cuando estuvo completa, el nombre de Mitã ñembosarái. Me inspiré en lo que le sucedió un día a mi hermana Victorina. Ya mis padres y hermanos se habían mudado a Capi'itindy, cerca de Naville, a no muchos kilómetros de Villarrica. Yo regresaba de Europa y me iban a hacer una demostración. Mi hermanita, toda bien vestida para la fiesta, se puso a jugar en la arena. Oñemongy'apaite. Mamá le pegó por eso. Entonces la criatura, llorando, se refugió en mi regazo. Mi composición reproduce esa vivencia en tres movimientos: el primero es el juego alegre en el suelo; el segundo es la parte fuerte, los latigazos; y el tercero es el llanto de la criatura", cuenta el autor.

Ese mismo año, con Eladio Martínez, se hizo la primera grabación en el sello RCA Víctor, en Buenos Aires.
El autor de Mitã ñembosarái había comenzado muy tempranamente a ejecutar el arpa. Podría decirse que, de alguna manera, él heredó y perfeccionó el arte chae de Juan Quiñónez, su padre. Éste, que era guitarrista y acordeonista, después de ser herido y evacuado del frente de la Guerra del Chaco, había cambiado un ternero por un arpa. Recién operado, creyó que no podría volver a la chacra. Pensó, entonces, en la música como una alternativa de supervivencia. Por eso le arrancaba melodías a su arpa en las tardes de Itapé, junto al río Tebicuary.
"Cuando se curó, quiso vender de nuevo su arpa. Yo lloré por eso. Entonces me dijo papá que si iba a tocar, me iba a dejar y que no trabajaría en la capuera. Antes de amanecer, cuando él tomaba su mate con mamá, ya estaba yo ensayándome. Tendría como ocho años... ha upéi ohovove, apoi ha aha guyra ra'ã ka'aguýre (al partir él a su trabajo, dejaba el arpa e iba a cazar pajaritos en el monte)", recuerda con un gesto de picardía.

Pronto el precoz arpista tuvo un repertorio que le permitió salir a actuar con su padre. "Hasta la medianoche tocábamos por un liño de mandioca. Si amanecíamos, nuestro precio era de dos liños. No podíamos decir que nos ganábamos el pan de cada día, pero sí la mandioca de cada día", acota con humor.
Un buen día Albino, con su arpa, se trasladó de Itapé a Paso Yovái, cerca de Villarrica. "De ahí pensé aventurarme y vine a Asunción en un colectivo. Pronto encontré a dos guitarristas con quienes actué inmediatamente. En esos días llegó la revolución del 47, ha roho Formosa-pe. Recogíamos, en la época de cosecha de algodón, en un sombrero, la plata. Unos meses después, cuando ya el guyryry en nuestro país se había acabado, le encontré a José L. Melgarejo actuando allí. Me invitaron a tomar parte de su elenco y con ellos volví a Asunción. Pronto me llevó Diosnel Chase en sus giras. Después vino junto a mí Eladio Martínez para que le acompañara en Radio Teleco. Dos meses después nos escuchó el embajador británico en el Teatro Municipal, y eso cambió nuestras vidas", sigue relatando, entusiasmado.

El diplomático inglés le entregó tres pasajes a Eladio Martínez para participar de las Olimpiadas de 1948. "Me dijo: «Che ra'ýto, jaháta Londre-pe». Yo creía que eso era Clorinda. Enseguida los políticos, al saber la existencia de un tercer pasaje, se alinearon para disputarse ese lugar. Le querían mandar a Cayo Frutos Pane. Eladio se opuso y le habló a Emigdio Ayala Báez para que viajara con nosotros. Él estaba llegando de Río de Janeiro", rememora.
El viaje en barco fue largo. Buenos Aires, Dakar, El Havre y Londres fueron los puertos. Hicieron tres audiciones en la BBC. Luego pasaron a París, donde subieron al escenario de un club de millonarios y después anclaron en Madrid, donde actuaron en la Radio Nacional de España. Se trasladaron a Lisboa, donde tomaron el barco que los trajo de nuevo a Sudamérica. Se quedaron en Montevideo y, a fines de 1948, retornaron a Asunción, tras seis meses de ausencia.
"Es importante aclarar que en ningún momento nosotros nos identificamos como el Trío Olímpico. Solo de venida, en el barco, elegimos ese nombre", precisa.

Ya en Asunción, el cantante argentino Antonio Thormo, quien actuó en Radio Guarani acompañado por Albino, lo contrató. En Buenos Aires tuvo problemas de documentación, por lo que se vio obligado a volver. Formó entonces un conjunto con los hermanos Morínigo (José Domingo y Livio), guaireños como él.
En 1958, desde París, lo llamó Cristóbal Cáceres el hermano de Emilio Bobadilla Cáceres_ para formar parte de su conjunto. "Durante dos años hicimos giras. Estuvimos en Teherán, Bagdad y otras ciudades del Oriente. Upéi ndavy'avéima y volví. Aquí integré el conjunto del dúo Vargas-Saldívar, desde 1960", concluye esta gloria viviente de la música paraguaya, testigo fundamental de buena parte de su desarrollo en el siglo XX.


(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 12/13 de abril de 2003 (Asunción, Paraguay).