Algunos dudan de que exista un guaraní paraguayo; otros no saben lo que es

El pulso de la lengua (x)

por: Bartomeu Meliá, S. J. (*)
(Antropólogo)

No saber de la riquísima flora y fauna guaraní no quiere decir necesariamente que se han sustituido por los correpondientes castellanos.

El guaraní paraguayo es el resultado de un proceso histórico colonial en el que una lengua indígena es hablada por una sociedad no indígena.

Hay algunas lenguas que son silenciadas. Y de varias maneras. Ya lo sabemos. Conocer el estado de una lengua, sobre todo cuando está enferma de silencio, sería el primer objetivo de un diagnóstico.

"Los peritos toman el pulso del ánimo en la lengua", decía Gracián. Los sociolingüistas todavía siguen usando con provecho la noción diglosia para medir los grados de silencio de las lenguas, sus flaquezas y debilidades. Ya en 1967, Joshua A. Fishman caracterizaba la situación lingüística paraguaya como un "bilingüismo con diglosia".

La diglosia es una categoría que hace sentir la situación de desequilibrio entre dos lenguas en contacto y hacer ver los caminos y procesos mediante los cuales una lengua se sobrepone a otra y la margina, la silencia, la excluye. El resultado es que, desde el punto de vista social y político, tenemos –para entendernos mejor- una lengua dominante y otra dominada.

Pueblos diferentes se encuentran, pero más que visitarse como amigos y tomarse el pulso para sentirse el ánimo, ayudarse y curar sus mutuas flaquezas, entran en conflicto; más que el pulso, buscar la pulseada entre contrarios para decidir quién es el más fuerte.





Hombre nivaklé atraviado para el ritual con bonete de lana roja y plumas de espátula. Foto de Chase-Sardi (Cortesía de Ticio Escobar).
email: ticio@pla.net.py

 

 

 

Lenguas indígenas en el Paraguay

Hay quienes se apresuran a diagnosticar para las lenguas indígenas un estado "terminal". En realidad es lo que desearían. Pero, ¿qué diagnóstico se puede aventurar sobre las lenguas en el Paraguay?

Las lenguas indígenas del Paraguay están maltradas, pero todavía resisten bien. Las estadísticas del Censo de 1992 ofrecían todavía un cuadro esperanzador.

Los pueblos indígenas del Chaco presentan un altísimo índice de uso de la propia lengua: más del 95%; en algunos casos, como entre los Sanapaná, los Toba Maskoy y los Angáite, el porcentaje es más bajo (73%, 62% y 65%, respectivamente), pero en éstos el uso del guaraní como segunda lengua colma la diferencia (24%, 36% y 31%). En las etnias guaraníes de la Región Oriental también el uso del guaraní, ya sea en su forma vernácula, ya en la variedad paraguaya, es prácticamente total a nivel de lengua por unidad familiar. (Ver: B. Meliá: Los pueblos indígenas en el Paraguay; demografía histórica y análisis de los resultados del Censo Nacional de Población y Viviendas, 1992. Asunción, DGEEC, 1997, pp. 197-204).

Merece una consideración especial el caso de los Guaná, entre los cuales sólo ocho familias decían tener la vernácula como lengua del hogar. ¿Una lengua en extinción? En realidad, sí. La mayoría se han pasado al guaraní. Pero en un grupo de jóvenes maestros hay una decidida voluntad de revitalizar la lengua. Para ello cuentan con un buen método: Vana Peema…; Guía del Maestro Maskoy para el Aprendizaje del Idioma Guaná, publicado en Ya´alve Saanga, 1999, material preparado por Ernesto Unruh y Hannes Kalisch.

Es cierto que, social y políticamente hablando, las lenguas chaqueñas y aun las variedades del guaraní de los indígenas de la Región Oriental se encuentran en situación de dominación y opresión. Esas lenguas tienen que soportar incluso las presiones discriminatorias que provienen no sólo del castellano, sino también de un guaraní "oficial".

Las lengua guaraní en el Paraguay

Sobre el guaraní hablado por la sociedad paraguaya ¿qué se puede diagnosticar? Parece que los análisis que habría que mandar hacer al respecto son multiples, complicados y costosos. Se habla de la necesidad de tener un buen censo lingüístico del Paraguay; de determinar la competencia lingüística con que llegan los niños a la escuela; de la recopilación de un cuerpo significativo de relatos que reflejen modos y formas de hablar de la gente; de un amplio registro de tradiciones orales; de un diccionario de términos usuales (sin confundirlos con la masa de neologismos propuestos e inventados, pero no usados); de un mapa lingüístico del guaraní, que incluiría el guaraní hoy hablado en Buenos Aires, en Posadas, en Formosa y otros lugares de significativa presencia paraguaya. Algunos dudan de que exista un guaraní paraguayo; otros no saben lo que es.

No es la primera vez que alguien se inclina sobre el guaraní para sentirlo. Hay que recordar el trabajo pionero de Joan Rubin, National Bilingualism in Paraguay (The Hague- París, Mouton, 1968). Una visita tan sistemática como aquélla no se ha repetido en los últmos años. Pero la preucupación acerca del guaraní del Paraguay ha sido constante: se ha sucedido peritos y expertos que de modo más o menos rápido algo han dicho de cómo veían el estado de la lengua. Una "Bibliografía sobre bilingüismo en el Paraguay", tal como consta en el libro de la Comisión Nacional de Bilingüismo: Ñane ñe´ë paraguái; Paraguay bilingüe. Políticas lingüísticas y educación bilingüe (Asunción, 1997, 224 p.), con sus casi 300 títulos, muestra el interés permanente que despierta el asunto. Se cuenta, pues, con un amplio espectro de opiniones y dictámenes más o menos fundados y pertinentes. Pareceres e informes, y aun "tesinas", archivados en el Ministerio de Educación y Cultura, en el Consejo Nacional de Educación y Cultura, en la misma Comisión Nacional de Bilingüismo, en las universidades, en algunos centros de investigación y en institutos, configuran un material de proporciones considerables. El guaraní de papel está gordo, por no decir obeso. Habría que ver si tiene nervio y hueso.

Sintiéndole el ánimo

Aun así tendré el atrevimiento de tomarle el pulso a eso que llamamos –y creo que con toda razón- guaraní.

El guaraní paraguayo es el resultado de un proceso histórico colonial en el que una lengua es hablada por una sociedad no indígena. Decir por qué y cómo se produjo ese fenómeno es prácticamente dar razón de la historia del Paraguay. Mi ensayo La lengua guaraní del Paraguay; historia, sociedad y literatura (Madrid, Mapfre, 1992. 340 p.) trata con cierto detalle y despacio el asunto. Decir cómo perdura el uso del guaraní es casi un misterio.

El guaraní paraguayo hoy no puede pensarse sin el castellano paraguayo. Hay demasiados puntos de contacto e interferencias de códigos para que se pase por alto a cualquiera de ellos.

Desde el punto de la lingüística interna, lo que Ferdinand de Saussure llamaría la lengua como tal, como sistema, hay que reconocer que el guaraní tiene sus órganos vitales en buen estado. Sus características fonológicas típicas se conservan poco menos que intactas. La incorporación de fonemas del castellano como /f/, /l/ y el vibrante múltiple /rr/ no perturban el cuadro; lo enriquecen.

La morfosintaxis del guaraní paraguayo mantiene muy definida su estructura en cuanto a sus rasgos más característicos. Para decirlo de un modo simplificado, los hablantes de guaraní usan muy bien la gramática propia de la lengua; no se equivocan, por ejemplo, en el uso de modificadores verbales y sus matices de tiempo, de aspecto ni de modo. Otra cosa muy diferente es que lo sepan explicar de una manera sistemática. Siempre me suena a reproche injustificado e injusto cuando alguien con aire superior dice que el paraguayo de la calle no sabe guaraní. Sin embargo, sabe manejar perfectamente las categorías de esa lengua: tiene pues lo esencial. Es cierto que ya son poco usados ciertos artificios, partículas y formas de decir, que darían mayor elegencia a la lengua. Pero esto es diferente de no saber la lengua.

El mayor problema estriba en la pérdida de términos del léxico. Desde el punto del "tesoro" de palabras con que contaba el guaraní indígenas y aun el de la sociedad rural, hay un empobrecimiento notable. Hay palabras que hoy sólo oímos muy raramente. Hay quien me cuenta que tal o cual palabra, tal o cual expresión, las escuchaba de su abuela, de su tía anciana. Todavía conoce el sentido de ellas, pero no las usa más.

Alguien dirá que las palabras guaraníes han sido sustituidas por las del castellano. No siempre. En realidad, hay un empobrecimiento real del lenguaje. Menos palabras, menos propiedad en su uso, menos riqueza al fin. No saber, por ejemplo, nombres de la riquísima flora y fauna guaraní no quiere decir necesariamente que se han sustiuido por los correspondientes castellanos.

El punto a léxico, hay una enfermedad que aparentemente parece salud. Es el aumento de nuevas palabras, de los llamados neologismos, con que se han recubierto la lengua guaraní. Ahora bien, más que indicadores de buena salud, son retoques cosméticos que sólo engañan a los que quieren ser engañados; ocultan más que revelan. El común de los hablantes rechaza este tipo de mascarilla, como antinatural e incómodo. Y ciertamente lo hacen con un buen sentido lingüístico si es que aceptamos que lo propio de una lengua es la de ser hablada por el común de una sociedad. Por desgracia, en muchos casos la escuela es un lugar de infección lingüística, como se da en los nosocomios la infección hospitalar. No debería ser así.

Si este rápido y somero diagnóstico no está del todo equivocado, podría ser la base de prescripciones e intervenciones adecuadas para mejor la lengua y levantarle el ánimo. Es lo que harían una política lingüística y una planificación seria y responsable.

(*) Miembro de la Comisión Nacional de Bilingüismo.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 19/20 de mayo de 2001 (Asunción, Paraguay).