Bilingüismo

De la oralidad a la lengua guaraní

 

 

 

El guaraní paraguayo (x)

Acerca del nuevo libro de la profesora Sara Delicia Villagra-Batoux,

el autor aprovecha para proponer algunas teorías sobre la lengua guaraní

y su posición en la sociedad.

 

 

 

por: Rubén Bareiro Saguier

(Lingüista y escritor)

 

 

La civilización guaraní, contrariamente a otras prehispánicas del continente, no ha dejado monumentos de cultura material, por razones propias a la concepción de sus profundos valores, en función al sistema colectivo igualitario de su organización: la forma de gobierno electivo, por ejemplo, basada en una justa oratoria más que un enfrentamiento guerrero, que daba un líder revocable, quien no tenía el poder coercitivo o de sanción. Esa modalidad que Pierre Clastres definió con la brillante formulación de “la sociedad contra el Estado”. Esa cultura dejó, por el contrario, un monumento formidable tallado en la palabra viva, del cual tenemos testimonios excepcionales, como el Ayvu Rapyta, recogido por el profeta mayor, don León Cadogan.

 

Personalmente tengo una teoría, que voy a formularla aquí nuevamente. El pueblo Guaraní-Tupí era –es- una comunidad caracterizada por una fervorosa religiosidad, de la cual quedan testimonios admirables en los mitos cosmogónicos, en las oraciones o diálogos directos con la divinidad, así como en las pautas del comportamiento social (consejos, de convivencia, piezas y prácticas), los hermosos poemas breves llamados kotyu, canciones infantiles, adivinanzas, etc. La clave de la religión radica en su esencia aminista, según la cual la divinidad está en todas partes: en los seres humanos, sin duda, en la naturaleza, en los animales, en las cosas inanimadas, en las relaciones sociales…y paro de contar. En consecuencia, si todos y todo están impregnados de divinidad, es imposible representar, dar una forma a esa instancia superior. La palabra era la única materia privilegiada para ponerse en contacto con lo sagrado, para revelarlo.

 

La calidad de ese monumento construido con palabras, libre y hermoso, pero frágil, tiene hoy un nombre: patrimonio intangible. Y echa por tierra la arbitraria  pretensión de los que consideran monumento exclusivamente la obra material –cuyo gran valor no se niega aquí-, influidos por un alienado criterio etnocentrista superado.

 

Y bien, esta obra de arte intangible es la que Delicia Villagra-Batoux, la autora, analiza, desentraña, pone en valor en este libro de densa fundamentación, de fino análisis y de agradable lectura. Es muy clara al explicar la opción de sus lúcidas investigaciones, de su  convincente tarea hermenéutica. Delicia constata que las ciencias humanas en general, la antropología, la etnografía, la historia, la sociología, la arqueología y otras disciplinas afines han indagado profundamente el campo de la cultura guaraní, aunque lo hayan hecho de manera bastante caótica. En efecto, la civilización guaraní-tupí es una de las más estudiadas del continente Sur.

 

Desde los comienzos de la Conquista, los cronistas –muchos de ellos misioneros- se interesaron en una cultura con características particulares, tales como la religiosidad, el sistema de organización social o sus excepcionales conocimientos botánicos y las proyecciones nutritivas o terapéuticas de los mismos. Es digno recordar a los científicos –para la época- franceses que establecieron  factorías entre los tupíes de la costa atlántica, quienes realizaron estudios de gran rigor, precursores de la etnografía moderna. No podemos dejar de destacar la tarea realizada, en este dominio, por órdenes como la franciscana y sobre todo la jesuita, que, parafraseando  contradictoriamente al maestro Claude Hagège, en vez de enseñar a los naturales que a Dios no le gustaban las lenguas indígenas, porque las mismas eran diabólicas, convencieron al muy católico monarca Felipe II de que la mejor manera de “desdiabolizarlas” era usándolas para enseñarles la doctrina del “Dios verdadero”. El citado rey autorizó por Cédula Real a los misioneros a evangelizarlos en guaraní, caso excepcional en los territorios de la América Colonial. Aunque esto ayudó  a la vigencia del idioma nativo, también sirvió, durante más de un siglo y medio, para “reducir” los valores auténticos de la cultura de los guaraníes, tan ligados a la religiosidad y a la práctica ritual de los cantos sagrados, al “deber de palabra” que tenía el jefe, elevando su voz cada amanecer para rendir tributo al poderoso Ñamandu, Nuestro Padre Último Primero. También  los filósofos y ensayistas franceses del Siglo de las Luces despertaron la curiosidad hacia la remota experiencia misionera con sus enfoques  utopistas..

 

Los estudios antropológicos serios son obras de investigadores extranjeros, entrre los cuales se destacan nombres de calidad científica como los de Alfred Metraux, Kurt Nimuendaju, Moisés Bertoni, Pierre y Hélene Clastres, Branislava Susnik, Bartomeu Melià (que es, además compatriota).

 

 

Los antropólogos paraguayos, autodidactas formados en el terreno y conocedores de la lengua, mucho contribuyeron al conocimiento de los estratos profundos de nuestra realidad sociocultural. En representación de todos ellos, me permitiré citar, de nuevo, al gran maestro, don León Cadogan, a quien se deben la transcripción, la traducción y una rica interpretación del texto capital guaraní, el Ayvu Rapyta. Esta recopilación contiene el más preciado tesoro  de los textos cosmogónicos, sagrados y rituales de nuestra cultura ancestral. Es la llave que abre el tesoro más preciado de nuestra identidad. Las raíces de nuestros sueños, la sangre, el pulso y el aliento de nuestra entidad colectiva. Es tanto más admirable sumisión de apóstol cuando se conoció su inmensa modestia. Nunca me olvido de una conversación en la que me hablaba de reelaborar la traducción que él hizo del libro fundador, con un equipo. Y para convencerme me decía: “Yo pues soy un simple etnógrafo autodidacta…”. En ese momento se me apareció la larga figura del hombre empapado con la luz de la revelación, a quien tanto debemos.

 

Algunas de las reflexiones precedentes las formula Delicia, a finales del segundo capítulo, para justificar su decisión: “…es tiempo de que los lingüistas y los filólogos juegen a su vez el rol que les corresponde (…). ¿Qué más natural, en efecto, que los lingüistas se ocupen de la lengua y los filólogos de los textos (de la lengua también, sin duda), tanto más que se trata de una sociedad que ha sabido construir toda una civilización con la palabra? Es inclusive una necesidad absoluta, puesto que le lengua antigua de los Guaraní susurra todavía y no ha terminado de maravillarnos”.

 

En efecto, como afirma Delicia Villagra, la carencia más marcada en el ámbito del guaraní es la de estudios científicos o descripciones lingüísticas y filológicas. Se puede citar como antecedentes remotos y aproximativos a los jesuitas, Antonio Ruiz de Montoya a la cabeza. Pero se trata de la Gramática y del Tesoro (una especie de ”diccionario”), muy valiosos y con una marcada tendencia a ”reducir” los conceptos religiosos, a resemantizar los significados ambiguos o peligrosos para la vigencia de los principios de la “fe verdadera”.

 

Además, han transcurrido cuatro siglos de su publicación y muchas aguas “saussurianas” y equivalentes han pasado bajo los puentes de las lenguas del mundo. Personalmente conozco varios  trabajos realizados en la Universidad de París, con criterios modernos sobre nuestra lengua. Cabe citar, antes que nada, los estudios realizados por el Prof. Bernard Pottier, el primero en interesarse en las lenguas amerindias, habiendo comenzado el tema con el guaraní. Pottier tiene excelentes artículos publicados sobre aspectos puntuales de nuestra lengua. A ello hay que agregar su labor docente universitaria, que incluyó la creación de una cátedra de cuatro lenguas amerindias, iniciada en 1968, habiéndome encargado de animar la de la lengua guaraní, que sigue funcionando. Uno de sus discípulos, Michel Dessaint (que me reemplazó en la citada cátedra y la mantiene hasta hoy), pasó una tesis en la Sorbonne, en 1981, titulada: La lengue guaraní. Esquisse d´une typologie interne du guaraní paraguayen contemporain. Se trata de un trabajo importante, que propone categorías adecuadas a nuestra lengua, evitando injertar en ella las del latín u otros idiomas, como se acostumbra corrientemente. Sus limitaciones derivan del hecho de que Dessaint no es guaraní-hablante y, pese a que muchos paraguayos le pasamos la mano – o pedazos de la lengua-, siempre quedan requicios naturales.

 

A partir de la constatación transcripta más arriba, Delicia Villagra despliega la estrategia de su análisis, las tácticas de su hermenéutica, para mostrarnos la larga andadura de una lengua amerindia, el guaraní, que se convierte en código de comunicación de una sociedad mestiza. Esta segunda parte de la trayectoria tiene distintas características, en función de los momentos y contingentes históricos por los que atravesó el pueblo paraguayo. Enseguida de la Conquista y producido el encuentro hispano-guaraní –con todas las ambigüedades de la dominación ejercida por la Encomienda y el Cuñadazgo-, el guaraní se convierte en lengua colonial, elegida por los componentes de la nueva sociedad, “los mancebos de la tierra”, actores decisivos de la renovada estructura comunitaria. Y sigue siendo el código de comunicación colectiva de la provincia civil, cuando irrumpen las experiencias “reductoras” de las misiones, la de los franciscanos, primero, en los pueblos indios; la de los jesuitas, después, que refuerzan el encierro, convirtiendo la misión en una experiencia realizada en aislamiento total, uno de cuyos soportes esenciales es la utilización exclusiva de la lengua indígena en esa especie de utopía cristiana que duró cerca de un siglo y medio. Y sigue siendo –insisto- el magma de la palabra después de la expulsión de los jesuitas y, naturalmente, desde la Independencia que instaura la República, y hasta nuestros días.

 

Ese largo trayecto, desde el tiempo sin tiempo de los orígenes prehispánicos, esa andadura a través de la pasión de un pueblo de afirmar su historia en las profundas raíces de su palabra-alma irrenunciable, es lo que la autora nos propone en este libro.

 

Antes de entrar a desarrollar la trayectoria de la lengua, Delicia hace una introducción con los conceptos sociolingüísticos a ser utilizados en su demostración, partiendo de hechos tan elementales –desgraciadamente muy difundidos- como las falsas categorías de “superioridad” o “inferioridad” de un código con respecto al otro. Y la interacción fecunda de una lengua con relación a la otra irrigando, enriqueciendo “el movimiento incesante de sus vidas internas y remodelando, para cada una, una identidad”. De ahí que las denominaciones, hoy en vigor, de “guaraní paraguayo”, y de ”español paraguayo”, las variantes de las lenguas originarias, dan nombre de los matices de los mismos sistemas, que han ido configurando universos culturales propios, en función de las experiencias históricas particulares vividas en nuestro país. La aclaración precedente es muy necesaria para destruir los despropósitos como los  que sostienen que “el castelleano es una lengua culta y el guaraní una lengua primitiva”, razón por la cual “no coinciden, son irreductibles”. Falso de toda falsedad.

 

A esas referencias conceptuales se agrega una descripción rica y ajustada del “mundo tupí-guaraní”, calificado acertadamente como “la civilización de la palabra”. Con las anteriores demostraciones, bien sólidas, la autora comienza su trabajo de fondo,  describiendo y analizando cada una de las etapas por las que atraviesa el guaraní, las características y diferencias de cada una de ellas, la coexistencia y las imbricaciones de las mismas, hasta llegar al guaraní paraguayo, que es el sistema lingüístico vigente en la actualidad en el seno de la comunidad nacional, en cada uno de los dos idiomas oficiales.

 

A partir de esos presupuestos, que situán y fundamentan los estudios y las situaciones propias a las variantes o matices, se pasa a la demostración de los avatares del guaraní, a partir del estudio meticuloso de los textos

 

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 25-26 de mayo de 2002 (Asunción, Paraguay).

 

 

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Desde la Página Principal, en los apartados 14, 14/1 y 14/2 más información sobre León Cadogan.