por: Roque Vallejos
Los Garay fueron tres hermanos: Blas Manuel, Eugenio Alejandrino y Juan Jorge; los tres fueron hombres de pluma, con talento similar empero impar destino. El presidente Juan B. Egusquiza le encomienda una misión diplomática a España, aunque su certero objetivo era que Garay investigase en el Archivo de Sevilla lo referente al Chaco. Garay publica en España cuatro obras que dan consistencia al género histórico que ya ha empezado en el Paraguay, como ”La Revolución de la Independencia del Paraguay”.
La metafísica
enseña que durar es la primera cualidad de la vida. Blas
Garay duró sólo 26 años
porque la ignición de su energía vital fue tan intensa que lo fulminó cuando
subía hacia las altas cumbres del Sinaí. Asediado por la envidia de los dioses
y la ruindad de los hombres, este atleta del pensamiento apuró casi de un solo
trago la efímera copa de la existencia.
Manuel Domínguez,
mente ática y propensa a las ensoñacones sutiles, dijo a un contertulio
evocando su mocedad: ”Una vez creí asistir al advenimiento del genio; fue
cuando presencié, deslumbrado, la rauda aparición de Blas Garay.”
Hijo de
familia patricia, fueron sus padres don Vicente Garay
y doña Constancia Argaña de Garay.
Ambos eran apellidos vascos. El primero apareció en Tolosa a partir de 1346. Su
etilomología, según el investigador Isaac López-Mendizábal,
apunta al significado de lugar elevado entre otros. Y según Alberto
Sarramone, en su obra Los
abuelos vascos del Río de la Plata, implica, por derivación
de gara: ”alto”, ”cima”, ”parte superior o alta”.
Los Garay
fueron tres hermanos: Blas Manuel, Eugenio Alejandrino y
Juan Jorge.
Los tres fueron hombres de pluma, con talento similar empero impar destino.
Eugenio Alejandrino, después de brillar en la prensa, la diplomacia, en las
patriadas de la política criolla, tenía reservado para sí el gajo de laurel
que perfumaría sus sienes de guerrero del Chaco.
En su pobreza
honrada Blas Manuel (1873-1899) y Eugenio Alejandrino (1874-1937), huérfano de
madre, tempranamente, se trasladaron a Pirayú, donde cursaron las primeras
letras. La brillantez de Blas y Eugenio movió a los maestros rurales y
familiares para procurarles una beca para el internado en el Colegio Nacional de
la Capital.
Por ese
entonces dicha institución pasaba su época de máximo esplendor. Merced al
concurso de profesores extranjeros de esmerado currículum y compatriotas
ilustrados que llegaban del exterior para sumar su aporte a la tarea de la
reconstrucción nacional, dicha institución era el alma mater del
estudiantado paraguayo.
Blas Garay,
por su dedicación, su fertilidad, su acusiosa sed de saber, ocupaba todo su
tiempo en sus tareas reglamentarias y curriculares, y se desvelaba leyendo a los
grandes autores españoles, particularmente los de Siglo de Oro.
Terminado el
ciclo secundario, arremete en pos de su estudios universitarios de Derecho y
Ciencias Sociales. Sus pinitos del periodismo juvenil los inició en el Colegio
Nacional. El estado universitario y la creciente y abrumadora enjundia que le
reditúan su total contracción al estudio y sus excursus por la
huminadades, le permiten acceder a la prensa nacional. Pronto se advierten su cuño
de polemista y la sólida sustentación de sus variados esquemas argumentales.
A su vez,
llama la atención la eficacia de su estilo reminiscente - como señaló Manuel
Gondra - del más rancio y
severo casticismo peninsular.
A los tres años
se recibe de abogado, contando sólo 23 años, y defiende su tesis sobre la ”Junta
Superior Gubernativa”, demostrando a una dura mesa examinadora que el
Derecho Constitucional no tiene por qué estar divorciado de los estudios históricos.
Garay es ya una cifra intelectual y política del Paraguay de su tiempo. Bernardino
Caballero se interesa en tan
audaz como gallardo mosquetero. Logra su afiliación al Partido Colorado, que así
también se llamaba la Asociación Nacional Republicana. Sin embargo, la
admiración al héroe y el cariño al patriarca no implicarán mordaza a la hora
de la denuncia y tampoco doblegamiento moral. Si algún lema estuviera para ser
escrito en el exergo de su heráldica, sería: ”Amicus, Plato, sed magis
amica veritas”.
El presidente
Gral. Juan B. Egusquiza
le encomienda una misión diplomática a Europa, aunque su certero objetivo era
que Garay investigue en el Archivo de Sevilla todo lo atinente a los títulos,
las cédulas, las provisiones y los mapas que acreditaban nuestra antigua e
inveterada posesión pacífica del Chaco Boreal. Antes de emprender tan delicada
misión, Blas Garay contrajo matrimonio con doña María
Antonia Valdovinos, y prohijarían
a dos vástagos: Blas Garay Valdovinos
- ex secretario privado del presidente Gondra- y Juan
Manuel Garay (hijo póstumo),
que alcanzaría el grado de Coronel y que fue Jefe de Estado Mayor del Ejercito
paraguayo en el Chaco, bajo el Comando del entonces Gral. José
Félix Estigarribia.
Las obras de Garay
Garay
en España publica cuatro obras que dan consistencia al género histórico que
ya ha empezado en el Paraguay. Citaremos: Compendio de la Historia del
Paraguay; El comunismo de las misiones; La revolución de la Independencia del
Paraguay y Breve Resumen de la Historia del Paraguay, Madrid, 1897.
Su labor de copista e investigador le permitió hacer el escrutinio de miles de
documentos que hoy forman en el Archivo Nacional la famosa ”Colección
Garay”. Según el Dr. Carlos R. Centurión,
Garay dejó sin publicar un valioso volumen titulado: ”Los límites del
Paraguay”, hasta 1934 - fecha
de la publicación del opúsculo de Centurión – se encontraba aún en los
repositorios de la Cancillería paraguaya. Hemos hecho todo tipo de gestiones
sin encontrar las huellas de su paradero.
El periódico
vespertino La Prensa
A su vuelta de
España, Blas Garay funda el vespertino La Prensa. Corre el año 1898 y
el ambiente política se va tornando caliginoso. El presidente de la República
y sucesor del Gra. Egusquiza es don Emilio Aceval
–veterano de la batalla de Acosta Ñu-, de sólido patrimonio económico y
merecida fama de honradez. El ”caballerismo”, que hizo relativas migas con
el Gobierno personalista de Egusquiza, se distancia de Aceval. Es claro que
desde el inicio no le convence a Garay, quien en uno de sus editoriales, títulado:
”La Presidencia de Aceval”, dice: ”Hará seis años, don Emilio
Aceval era un burgués pacífico, excelente jefe de familia, hacendado de
regular posición y hombre de medianas letras, más bien pocas que muchas.”
El deterioro
de la economía, las frecuentes emisiones de papel moneda sin respaldo orgánico
alguno, la elección de hombres no idóneos para el manejo de la cosa pública,
la imposición de las candidaturas por sobre la voluntad de los sufragantes,
fueron acreciendo la decepción de Garay no ya sólo sobre el eguisquicismo,
sino también sobre el ”caballerismo”, y aun sobre cívicos y
radicales. Ello le lleva a formular lapidarios juicios que zaherían a gran
parte del espectro político del país: ”No me convenzo de que sea
conveniente reorganizar ninguno de los partidos políticos militantes; a mi
juicio, que es el de muchos paraguayos bien intencionados, lo mejor que el país
puede esperar de ellos, después de tantos años como le han hecho, es que se
disuelvan oficialmente, que en privado ya están disueltos, y desaparezcan, para
dejar sitio a otros más honrados, más populares y más capaces de gobernarnos
como es justo que nos gobierne, por la inteligencia, por la probidad y por la
justicia.”
Luego de
manifestar idéntica desazón por los cívicos y radicales, dice: ”No
necesitamos la teoría en las leyes, la necesitamos en la acción; aquí no
necesitamos que las ideas modernísimas se incorporen en la legislación:
necesitamos que inspiren el hacer político.”
En su calidad de escéptico –en el genuino sentido griego-, Garay enseñaba a ”dudar de todo para liberarse de toda duda” (Husserl). Murió en 1899. Lo que no pudo la peste bubónica, pudieron la obcecación y la intolerancia.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 18-19 de diciembre de 1999 (Asunción, Paraguay