Bilingüismo

Ese largo camino hacia nosotros mismos

 

 

 

La lucha contra el guaraní (x)

 

 

por: José Carlos Rodríguez

(Sociólogo)

jcwc@o-online.de

 

 

 

La lucha por la palabra, en Paraguay, es muy larga. No comenzó  ni hoy, ni ayer, ni anteayer.

 

 

Se han olvidado ya los viejos mitos. Aquellos que enseñaban los primeros, los verdaderos padres de nuestra tierra. Aquellos que contaban por qué la palabra es el alma. Pero los dioses de nuestros antiguos mitos, aquellos que partieron, nos dejaron su verdad: seguimos creyendo que nuestra palabra más antigua es nuestra alma. Y no solo es nuestra alma. El guaraní es también deseo. Ese ciego impulso de la vida, que, cuando más terminantemente es expulsado, con más violencia retorna, más empecinado arremete. Como el deseo, esta lengua: la lengua de nosotros mismos, ha violado cerrojos herméticos, ha superado cautiverios inexpugnables…

 

Porque nunca ha disminuido el incesante acoso contra nuestro idioma: esa condición de desprecio y vasallaje colonial. Esa cacería humana. Lo sorprendente no es el estado paupérrimo en que se encuentra la lengua. Lo sorprendente es que viva. !Que vive!

 

Acorralada por cinco siglos de exterminio, de sórdido etnocidio; expulsada de la educación; colocada fuera de la ley; privada de la escritura; despreciada por el poder; abominada por la erudición; carente de los recursos de la gramática, o de un lugar en las ciudades; acorralada; aún sigue siendo, sin embargo, la lengua madre de la inmensa mayoría de los hijos e hijas de esta patria. O sea: sigue siendo la madre cultural que nos parió. Con fe o sin ella, contra la historia y contra el poder; es igual; nuestra lengua maternal tiene la tenacidad minuciosa de nuestras madres.

 

¿Madres indias? Sí. Lo fueron. –No por ello menos madres, no por eso menos nuestras-. ¿O, por si caso, nuestros padres violaron a nuestras madres, y nosotros las denigramos por ello? ¿O, por si acaso, tenemos todavía vergüenza de esa hembra que nos dio la vida? !Vergüenza! ¿De esa madre que nos parió? ¿De las dulces tetas que nos amamantaron? Ni por si acaso: ese racismo patólogico y suicida, nunca fue paraguayo.

 

La resistencia  de la lengua constituye y denuncia una iniquidad: el idioma no debería sobrevivir. El idioma de nuestra identidad debería vivir. Crecer y florecer. Volar y crear. Eso fue evitado por la represión. Los represores saben siempre que nunca consiguen lo que buscan. También saben que su trabajo es siniestramente eficaz. Y, lamentablemente, tienen toda la razón: el balance lingüístico resulta calamitoso. Resulta calamitoso a simple vista. Salvo que estemos cegados por la actitud de detracción absurda del guaraní; o por la actitud de apología absurda de la lengua. Estas dos hermanas enemigas, hijas del mismo extravío, que se baten sin sentido, como vacas flacas, desde orillas tan contrapuestas como equivalentes.

 

!No hay un solo diccionario monolingüe en guaraní! Los diccionarios guaraníes hechos en español solo piensan al guaraní desde afuera. Sólo desarrollan al español, y no al guaraní. Sólo los diccionarios guaraníes en guaraní pensarán a la lengua desde adentro. Y eso es otra cosa, que se llama reflexión; consiste en referirse al idioma desde sí mismo, desde sus maneras propias de sentir y de figurar. Claro que hay diccionarios ruso-guaraní, español-guaraní, inglés-guaraní, francés-guaraní y etcetera. !Lo  que no hay es un solo diccionario guaraní-guaraní! Lo que nos muestra que somos nosotros los únicos que no atesoramos nuestras palabras, para nosotros mismos, desde nosotros mismos. Nosotros que las hablamos, que nacimos, pensamos, vivimos y nos relacionamos adentro de esas palabras, somos los únicos que no las atesoramos…

 

Alfabetización en guaraní, desde el poder, no lo hacíamos desde el siglo XVIII. Ahora la reiniciamos. Muy poco a poco, en forma experimental. Llenos de pruritos bizantinos; de prudencias escolásticas. Rojos de vergüenza y temblando de vacilación. Como si estuviéramos manipulando, nosotros, el genoma humano. Habíamos preferido, en cambio, mantener a la inmensa población del Paraguay analfabeta, solo para desconocer que ella tiene una lengua. Sólo para no reconocer a nuestra lengua (que no nació en Europa). En cambio, ahora, por lo menos consideramos al guaraní como necesario; aunque sea para enseñar al español. Ya es un progreso. La lucha contra el guaraní se volvió más civilizada y la lucha por el guaraní, también.

 

Pero no se ha traducido aún la literatura universal al guaraní. Ni tan siquiera la española, su vecina de siglos, su vieja comadre. No hay universidad en guaraní, ni se la proyecta. No hay tribunales en guaraní. Las leyes no se redactan en guaraní, ni se las traduce. No se han traducido los más elementales libros de divulgación científica. No hay bilbiotecas en guaraní, ni archivos de la lengua. No se ha redactado un solo cartel indicador del tráfico en guaraní. Ni siquiera para las avenidas más importantes de la Capital del país que dice tener dos idiomas oficiales.

 

Seguimos con el cuento de que poco debe hacerse porque el guaraní es “oral”. Toda lengua viva es “oral”: oral es el español, el inglés o el chino. Y también tienen escritura esas lenguas. El guaraní es “oral”: la gente no alfabetizada es analfabeta. !Pero, qué novedad! Mientras tanto, perdemos tiempo sin hacer lo necesario para desarrollar la lengua donde habitamos, para cultivarnos, cultivándola. El guaraní vive solo porque no está muerto. Sobrevive más bien. Porque vivir ya es otra cosa.

 

Fundamentalistas y sistemáticos contra el guaraní nunca lo fuimos a favor del español. Tampoco desarrollamos nuestra otra lengua. Eso demuestra que matar a una lengua no vivifica a la otra: la desgracia del guaraní nunca hizo gracia su comadre hispana. La anemia lingüística –que nos hace anacoretas, encerrados en un pobre español; y analfabetos del guaraní que empobrecemos-, esa anemia nace de una oscuridad: de un ideal equivocado de pureza lingüística, adonde no contaminarse aparece como una virtud. De un ideal oscuro de misoginia cultural, que busca precaverse. !Precaverse de la vida ajena, del prójimo, de su manera y de su cultura!

 

En cambio, el proyecto de una nación bilingüe –no multilingüe como Suiza, donde cada comunidad tiene una sola lengua- es quizás el único proyecto con grandeza que hemos inventado. Ésta es la locura más cuerda de toda nuestra historia, nuestra primera promiscuidad noble y pura; la primera excentricidad normal. El resto es copia, y más bien pálida, de invenciones adoptables, convincentes y convenientes, pero ajenas. Entre paréntesis: fue en una ciudad con dos lenguas, quizás por ello, hace de esto ya más de 5 mil años, en Sumeria, donde se realizó el invento más prodigioso del ser humano: la escritura. Es que las excentricidades pagan mejor que las concentralidades, !y mucho mejor que las uniformidades!

 

Puede ser más cómodo plegarnos a las historias de los demás. Ser un pueblo sin historia propia. Ha sido el proyecto dominante del Paraguay dominado: de aquel obsesivo nacionalismo que era ”pro guaraní”, y al mismo tiempo no hacía ninguna inversión real para hacer del guaraní un idioma moderno. Pero no es seguro que aquel proyecto inconsistente constituya la última palabra. El idioma, como la historia, es la sucesión de términos sin término, y cuando vive, sorprende. El guaraní no es una lengua muerta, sino herida, que se debate y que se bate. La lucha por la palabra, en Paraguay, es muy larga. No comenzó ni hoy, ni ayer, ni anteayer. No terminará mañana, ni pasado mañana. El futuro es largo, puede ser luminoso.

 

¿Y si al final caemos enamorados de aquello que es lo más grande que tenemos ? Quizás nos encontremos y nos reconozcamos en el camino que conduce hasta nosotros mismos: en el sendero del desarrollo real de nuestra propia lengua.

 

Bonn, 19/03/2002

 

 

(x) Del  diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 30-31 de marzo de 2002 (Asunción, Paraguay).