LOBITO MARTINEZ UNO DE LOS GRANDES CREADORES CONTEMPORANEOS



Una pérdida que a los paraguayos nos costará superar (x)

Estaba volviendo de mis vacaciones cuando alguien me pasa un diario en el avión. No podría creerlo. Me había desconectado completamente de las noticias locales y lo que menos me esperaba era encontrarme con la muerte de
Lobito Martínez en tapa. Era inconcebible que uno de nuestros principales músicos nos dejara de esa manera tan brutal. Los paraguayos quedamos huérfanos de uno de nuestros grandes creadores musicales.

Aunque él prefería ser conocido más como intérprete que como compositor, Martínez nos dejó obras muy bellas, desde la alegre "Juego de niños" a la inquietante "Pasajero en tránsito".

Lobito recorrió diferentes géneros musicales, desde el pop al jazz, pasando por la música de fusión y los ritmos tradicionales paraguayos. Como intérprete, se caracterizaba por su eclecticismo y sus arreglos. En sus conciertos no era raro encontrar desde una obra de Beethoven o Chopin a temas de Carpenters, Beatles o del gran pianista de jazz Bill Evans, de quien era un gran admirador. De repente, para algún oyente exquisito esto podría ser muy extraño, pero era también una muestra del variado universo musical de Lobito.


AFTERMAD’S Y EL ROCK

En los años setenta,
Lobito fue integrante de Los Aftermad’s. Varios de los principales éxitos del grupo, que hoy podemos considerarlos clásicos del pop paraguayo, pertenecen a Lobito, entre ellos "Canto para ti" y "Que más da".

Paralelamente a Aftermad’s, Lobito tenía otros proyectos, que él me contó la última vez que lo vi, en el Millenium Lounge, donde se presentaba cada noche. Lobito recordaba que tocaba con el baterista Toti Morel en el night club "El dado rojo". Las noches en que no había clientes, ambos músicos se metían en zapadas bien voladas, al estilo del rock sinfónico de la época. Cuando aparecía algún cliente, las pupilas apresuradas pedían a los músicos que toquen algo más tranquilo, que no espante al recién llegado. Me imagino que estas zapadas, libres y sin prejuicios, fueron como una especie de laboratorio que contribuyeron a su calidad de intérprete e improvisador, sumados a sus largos años de estudio.

Lobito solo vivía para la música. Localmente, estudió con grandes maestros, entre ellos Luis Cañete, Nelly Jiménez y Carlos Schvartzman, y luego fue al mundialmente reconocido Berklee Collegue of Music, de donde volvió en 1992.


JAZZ DIDACTICO

En lo que se refiere a jazz, Lobito fue uno de nuestros principales músicos. Lo recuerdo en los conciertos, cuando tomaba una postura didáctica con el público, explicando los principales géneros jazzísticos. Tal vez la primera actuación de un grupo de jazz que vi sea una con Lobito, Schvartzman, Remigio Pereira, Tato Zilly y Toti Morel en un local que se llamaba Vinicius, a mediados de los ochenta. Lobito tocaba "Carola", su composición dedicada a su querida tortuga, tema que fue grabado por el saxofonista argentino Andrés Boiarsky, en 1986.

Ese concierto fue para mi una especie de puerta al be bop, al cool y al fusion, ritmos que abracé con gusto desde entonces.

Una de sus últimas creaciones fue "Pasajero en tránsito", incluida en su disco "Sonidos de la luz", lanzada en 2001. El tema es de una honestidad muy cruda.
Lobito contaba que el tema había nacido en una improvisación y que lo grabó de una vez, sin tomas alternativas. Jugaba con el título diciendo que buscaba transmitir la incomodidad de un pasajero en tránsito que aguarda una conexión en un aeropuerto. Pero también era su manera de contarnos que somos pasajeros en tránsito en este mundo. Para Lobito, esa cercanía con la muerte era tan palpable tras el problema cardíaco que sufrió hace unos años. Ninguno de nosotros se imaginó que tan cerca estaba la muerte, y mucho menos de la manera brutal en que se presentó.


SU GRAN AMOR

Lobito amaba el jazz y el pop, pero mucho más amaba la polca y la guarania, géneros que defendía a capa y espada destacando siempre las melodías y la polirritmia de la música paraguaya. Su versión de "Asunción" de Federico Riera -de la que nunca se separó en sus conciertos- es uno de los más bellos arreglos realizados sobre una guarania.
Este diario publicó seis discos excelentes que muestra ese cariño a nuestros ritmos 6x8 y el profesionalismo de Martínez.

Su disco solista "Juego de niños" es una de las mejores producciones nacionales de los años noventa. En él no solo incluyó composiciones propias, sino también "Reservista purahéi" y "Asunción", así
como obras de otros autores jóvenes.

En 2001, Lobito viajó al Japón, en donde se le presentó una oferta de trabajo. A su regreso, a comienzos del año pasado, se encontraba con muchas ganas de actuar y compartir más directamente con el público. Todas las noches actuaba en el Millenium Lounge y tenía varios proyectos musicales, los cuales abruptamente fueron acabados la fatídica tarde del 25 de enero.


UNA CALLE PARA LOBITO

La concejala Gladys de Rodríguez propondrá en la reunión de la Junta Municipal de esta semana que una calle de Asunción lleve el nombre de Lobito Martínez. "No solo destacó
como un notable instrumentista y arreglador musical, sino que también brilló en la composición de obras de proyección folclórica y de otros géneros musicales", dice la minuta presentada ayer.

Sergio Ferreira   

 

 

(x) Del diario ABC COLOR, 4 de febrero de 2003 (Asunción, Paraguay).

 

 

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RESEÑA BIOGRÁFICA (x)

Jorge Eladio ‘‘Lobito’’ Martínez nació en Asunción el 11 de mayo de 1952.
Estudió piano con Margarita Morosoli de Picardo, Nelly Jiménez, Pedro Burián y Leonor Aranda. Fue integrante, hasta 1983, del grupo de música moderna The Aftermad’s con el que realizó varias giras y grabó numerosos discos con temas de su autoría.

En 1988 obtuvo una beca Fulbright para realizar una maestría en el Berklee College of Music de Boston, Estados Unidos, graduándose en ejecución, composición, arreglo e improvisación de jazz.

Fue galardonado con el premio Count Basie Berklee Summer School de Argentina y con motivo
del cincuentenario de creación de la beca Fulbright, fue escogido entre las 50 personalidades del mundo.

A su regreso al Paraguay, luego de haber producido musicalmente discos para el arpista uruguayo Roberto Perera, graba en sus estudios Little Wolf el disco solista ‘‘Juego de niños’’ y desde 1997 es el director musical de los discos editados por ABC Color ‘‘Homenaje a nuestra música’’, ‘‘Solo guaranias’’ (cuya tirada de 70.000 ejemplares marcó todo un hito en la música nacional), ‘‘Pintemos el mañana’’, ‘‘En las colinas del alma’’, ‘‘Canciones para mamá’’ -entre otros-, donde además de encargarse de los arreglos también interpretó numerosos instrumentos.

Su más reciente disco editado en el 2001 fue ‘‘Los sonidos de la luz’’.

Le sobreviven sus hijos Jorge Luis y Jacqueline María.


(x) Del diario ABC COLOR, 27 de enero de 2003 (Asunción, Paraguay).

 

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Volver a la Página Principal (en Real Audio), y se podrá escuchar tres de las canciones paraguayas grabadas bajo la dirección de Jorge “Lobito” Martínez en el CD: Solo Guaranias. Además, ya casi al final de la sección de Real Audio, se podrá escuchar al citado músico (también amigo de FA-RE-MI), en un rol no usual en él: la de cantante. Con la canción de su padre, Don Eladio ”El Grande” Martínez (con Enrique Torres), ”Che valle mi”, hace dúo con el popular cantante Marcos Brizuela. Son páginas inolvidables de la música paraguaya.

 

 

 

 

EL APORTE QUE SIGNIFICA "JUEGO DE NIÑOS" A LA MUSICA PARAGUAYA

La obra de "Lobito" Martínez: un nuevo paradigma en la música folclórica (x)

La cultura paraguaya y en especial la música está de luto, pues ha sufrido una de las perdidas más grandes, con la desaparición de uno de sus elementos más promisorios. La trágica y violenta desaparición de Jorge “
Lobito” Martínez, la figura más representativa de nuestra escena nacional en estos últimos tiempos, nos deja en la orfandad y no hace más que hacer patente un frío vacío que queda, difícil de llenar.

En el arte no existe ningún progreso y ninguna decadencia -sostiene Alois Reigl-, pero en ella se dan diferentes formas estilísticas, cada una de ellas obedece a reglas propias de configuración; podemos matizar estas ideas sosteniendo que existen transiciones hacia formas más complejas, más sutiles en abstracción y estructuración. El epicentro en la filosofía de la ciencia de Thomas Kuhn, es la noción de “paradigma”, la ciencia no es meramente un sistema teórico de enunciados que se desarrollan en la mente de los individuos que se dedican a ella, sino que es una actividad que lleva a cabo una comunidad de científicos, en una época determinada de la historia y en condiciones sociales concretas. El desarrollo histórico de la ciencia supone la existencia de un paradigma, un conjunto de creencias, valores y técnicas compartidos por una comunidad científica. Así también la música es desarrollada y practicada en una comunidad artística bajo condicionamientos específicos, estos supuestos se agrupan bajo un núcleo de prejuicios estéticos y técnicas adquiridas, heredadas de la tradición. “Lo que hace particularmente difícil la descripción histórica de la música o de cualquier otro género artístico -comenta Charles Rosen- es que lo excepcional despierta nuestro interés con mucha más fuerza que los hechos comunes”. Lo que hace original a un artista no es la praxis habitual de su arte sumergido en una tradición, sino el alcance de un singular y gran logro. Si aceptamos este hecho, es natural entonces aceptar que las obras artísticas existen como ejemplares individualizados; y esto parece negar la posibilidad misma de la historia del arte, pues cada obra fija su propia norma y es cerrada en sí misma.

PERIODOS DE LA MUSICA PARAGUAYA

La historia de la música paraguaya la podemos dividir a grandes rasgos, sin mucho rigor, en tres periodos, que se dieron según la adopción y fijación de los distintos paradigmas en un periodo proto-clásico, clásico y post-clásico.

Agustín Barrios fue una figura a destiempo en la cultura nacional, su lenguaje musical en el aspecto folclórico estuvo muy evolucionado, y era vanguardista para la comprensión de los músicos compatriotas que le fueron testigos.
Su evolución puede ser explicada a través de sus influencias, impacto estas de su contacto con la tradición cultural de la vena musical europea.
Obras como “Danza paraguaya”, “Ja che valle”, etc. llevan el signo incuestionable e inequívoco de su genio en la adaptación y reinterpretación de esos elementos melódicos, armónicos y técnico-contrapuntísticos de la tradición europea, apareados en una unidad estructural más compleja. Barrios fue un ermitaño proto-clásico, un fenómeno aislado en su propio territorio, fue un culpable por llevar la marca de los genios.

HERMINIO GIMÉNEZ Y JOSÉ ASUNCIÓN FLORES

El primero que comprendió que la música folclórica paraguaya estaba enmarcada dentro de unos estrechos y limitados recursos fue Herminio Giménez, los modelos que Barrios construye en sus creaciones fue su punto de partida para la reestructuración de nuevas formas en la polca paraguaya. Giménez decidió incluir una sección intermedia contrastante con la primera, a veces con modulaciones a otras regiones armónicas; antes de esta concreta innovación, la canción paraguaya contaba con una sola parte, que era repetida con la modificación del texto varias veces.

Paralelamente a Giménez, pero apuntando a otra finalidad, Flores se embarcaba en una aventura no menos emocionante, la creación de un nuevo género folclórico, “La guarania”; su impulso imperante y su temperamento inquieto lo llevan a la creación de un nuevo orden en el folclore nacional, Flores como Giménez asume esa tendencia comportamental de buscar nuevas estructuras, ricas en infinitas posibilidades; como él mismo lo expresó, la guarania deja las puertas abiertas a la polifonía, su compás no es específicamente el 6/8, donde muchos creen ver la innovación. En ella cabe cualquier compás, según la exigencia del tema que se desarrolla, dando lugar a modulaciones, superposición de tonalidades, variaciones contrapuntísticas y fugas que la jerarquizan.
De todos estos elementos, ahí están sus magníficas concreciones orquestales: “India”, “Pyhare pyte”, “Ne rendápe aju”, etc.

LENGUAJE CONSOLIDADO

En las décadas
del 30 y del 40, el lenguaje musical folclórico paraguayo ya está consolidado. La estructuración de un lenguaje propio desde sus elementos básicos fija un paradigma estético que ha solucionado, en gran parte, lo que sus impulsores y constructores creyeron deficiente. Una vez franqueados estos escollos, la imaginación despreocupada no hace más que emprender sus vuelos más audaces, a partir de aquí, como muestra de la madurez y del ancho territorio conquistado, surgirán las composiciones estéticamente mejor logradas: “Cholí”, “Gallito cantor”, “Che trompo arasá”, etc. Mauricio Cardozo Ocampo, Agustín Barboza, Eladio Martínez, Demetrio Ortiz, Emigdio Ayala Báez, Félix Pérez Cardozo y una lista extensa, son ejemplos de artistas que comprendieron la nueva estética, y a partir de este hecho supieron materializar excelentes obras dentro de las posibilidades sintácticas y semánticas del paradigma clásico en la música paraguaya.

El paradigma clásico se expande
como proyecto de exploración, expresión y creación hasta límites en el que su marco delimitador estimula; ya no es lo mismo cuando su concreción se vuelve estática, farragosa e irritante bajo una práctica emuladora viciosa de epígonos, cuya visión miope no tiene perspectivas. Y es aquí donde un nuevo paradigma se hace atractivo a las nuevas generaciones ávidas de un impulso viril y dinámico, rico en posibilidades nuevas de exploración; el estímulo intelectual es una fuerza motriz muy imperativa.

PROPUESTA ATREVIDA

A principios de los 70 surge en el horizonte musical nacional una propuesta que, atrevida en su condición, irrumpe con decisión y conmociona nuestros aburguesados oídos; un híbrido cual centauro, no sabíamos cuál era el status de este nuevo ser, me refiero a ese intento de connubio entre el jazz y nuestro folclore, inteligente y hábilmente fraguado por Carlos Schvartzman; al igual que Barrios se presentó en un momento no adecuado, dominado por anquilosados hábitos, dentro de una dictadura política, que tenía amarrada y controlada cualquier iniciativa. Si bien algunos comprendieron la propuesta, fue muy tímida la asunción de estos presupuestos, y
como resultado de ello tuvimos amagos y frustraciones.

El año de 1995 fue el testigo de la aparición de un material discográfico muy significativo en nuestra cultura, “Juego de niños” lleva por título y su interprete es Jorge “
Lobito” Martínez. Ahora, ¿qué es lo que lo hace un suceso llamativo para abrir las puertas de un periodo post-clásico? Como habíamos comentado anteriormente, la propuesta schvartzmaniana no tuvo un seguimiento continuo en todos sus aspectos, sus axiomas no fueron asumidos en su totalidad por aquellos que intentaron adoptarlo; y es aquí donde esta aparición tiene su plena significación como fenómeno cultural. “Lobito” Martínez es el que plasmó un nuevo paradigma, desarrollando hasta las ultimas consecuencias los axiomas de aquel experimento de Schvartzman.

”LOBITO” MARTINEZ

“Lobito” Martínez exploró y desarrolló a sus anchas una nueva construcción sintáctica musical, producto de un sincretismo equilibrado entre dos formas musicales que conocía en profundidad, el jazz y el folclore; el uso mesurado e inteligente de enlaces armónicos propios del jazz evidencian su buen gusto, su absoluto dominio en la técnica de la improvisación, hacen que ambos términos de la ecuación alcancen una solución óptima; nos da dos excelentes ejemplos de la riqueza expresiva de su lenguaje con las composiciones propias “Juego de niños” y “Avy’a yavé”, demuestra la riqueza estructural del nuevo paradigma absorbiendo antiguos temas clásicos del paradigma anterior, y desplegando nuevos recursos compositivos recreó nuevas composiciones dentro de su marco conceptual. Las condiciones del nuevo paradigma son exigentes, pues el dominio de sus elementos requiere mucho trabajo y talento; así como aquel rey que no quiso transitar los áridos y extenuantes esfuerzos para aprender la geometría y preguntó a Euclides si no había otra forma de aprender esa ciencia, Euclides le contestó, “No hay un camino real para la geometría”.
Para el dominio del nuevo paradigma no hay otro camino, nada es gratis, si se buscan resultados significativos no hay un camino real.

Los maestros como Barrios, Giménez, Flores y más cerca de nosotros Martínez, caen bajo un aglutinante común, la forma de entender el lenguaje musical común a ellos, su voluntad de desarrollarlo, modificarlo; en una palabra, “construirlo”. Si algo compartieron estos ilustres hombres es su dedicada, segura y sólida formación musical, aparejados estos elementos con el compromiso serio de una jerarquización y enriquecimiento de la cultura y, en especial, de la música paraguaya.


Víctor Manuel Oxley Insfrán (*)
(*) Licenciado en Filosofía.

 

(x) Del diario ABC COLOR, 16 de febrero de 2003 (Asunción, Paraguay).