FIGURAS de ayer y de hoy

JOSÉ DEL ROSARIO DIARTE

El oficio del arpa

por: César González P.

Foto cortesía de Roberto Melgarejo.

José del Rosario Diarte (1884-1949) es, junto a Agustín Pío Barrios, una figura destacada en la música paraguaya. Ambos eran de San Juan Bautista de las Misiones. Mientras que Mangoré pudo acudir primero a Asunción y luego recorrer el mundo con su guitarra, Diarte se quedó en su terruño natal para cultivar el arte del arpa, instrumento que no sólo dominaba sino que también construía.

Nicolás T. Riveros, escribió las biografías de estos dos grandes misioneros en su libro Dos almas musicales, habla de nuestra figura de hoy señalando que toda su iniciativa y su inspiración se debieron a su genio, a su habilidad nata de artista y que era un auténtico autodidacta. Apunta asimismo que Diarte fue el tipo paraguayo, puro de la raza, conservando su linaje ancestral. Era ocurrente y cuando ejecutaba el arpa nadie tenía la osadía de mover los labios o quemar un cigarrillo, porque consideraba una molestia que podía cortar su inspiración.

Como muchos músicos de alma, su prestigio se opacó a causa de la vida bohemia. El arpa era su principal carta de presentación en las fiestas del interior. El gran pianista, compositor y maestro Arístóbulos Nonón Domínguez consideraba a Diarte como uno de los grandes del arpa, y formó un elenco en donde amenizaba no sólo con música nacional sino foránea a la perfección. Uno de los momentos más logrados del grupo fue cuando en 1927 se presentaron en el Cine Granados para un recital con los mejores folcloristas de aquella época.

Conforma José del Rosario Diarte también la historia de músicos del interior, no reconocidos cabalmente en su talento, pero que esperan algún día ocupar las páginas importantes de la historia musical del Paraguay.

Diarte, infaltable en fiestas patronales del interior, y en especial de su ciudad y localidades vecinas de Argentina, sintió desde pequeño atracción hacia la música. Se cuenta que construía arpas hechas de calabaza, con cuerdas de cerda de caballo, luego con tablitas de madera hasta lograr mayor perfección. Su primera arpa ”profesional” fue hecha de kirandy, planta autóctona de la región, cuya madera va de amarillo a marfil. Se segunda arpa lo construyó con kurupika´y, cuya textura cortó y resecó fabricando un instrumento de diseño artístico y de gran sonoridad.

Dos de sus composiciones más relevantes y que se le atribuyen son Pájaro Campana (o Guyra Pu) y Carreta Guy. Estas canciones figuran como recopilación de Félix Pérez Cardozo en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAYC), en el vecino país, y esta aclaración vale por cuanto a veces se confunde su autoría.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 13-14 de mayo de 2000 (Asunción, Paraguay).

 

 
 

Memoria Viva

Moõpa reho Josefa:
Apenas una pregunta (x)

por: Mario Rubén Álvarez
(Poeta y periodista)

Un buen día, el arpista sanjuanino José del Rosario Diarte regresó a su casa y la encontró vacía. La amada de sus sueños había partido. Recordándola, compuso una melodía en la que derramó su sentimiento de ese instante.

La vida del artista – en general- no se encuadra dentro de los cánones de los mortales comunes, tejidos con hilos de amorfa rutina. Sus reglas son otras, muchas veces incomprensibles para los demás. No se sienten atados a nada ni a nadie, y su libertad es la bandera más alta de su dignidad como persona. Le son fieles únicamente a esa concepción que moldea su espíritu con un fuego peculiar.

Desde esta perspectiva es posible comprender algo de la vida del arpista José del Rosario Diarte, nacido en San Juan Bautista de las Misiones, en la Compañia Sangre de Grado –nombre de un árbol de la región-, el 13 de agosto de 1884 y fallecido en el mismo lugar el 9 de noviembre de 1949.

En la década del 20, Arístóbulo (Nonón) Domínguez –pianista y compositor, además de editor de un álbum donde compiló músicas populares que, de otro modo, se hubieran perdido- le había contratado para integrar, junto a otros músicos, su conjunto. Se fueron de gira y se detuvieron en Posadas, donde el éxito les sonreía. La prensa, en particular, acosaba a Diarte.

El libro Dos almas musicales –refiriéndose al par de los sanjuaninos más ilustres, Agustín Pío Barrios y José del Rosario Diarte-, de Nicolás T. Riveros, es el que nos permite rescatar la memoria de estos hechos. Este autor cuenta que ya todo estaba previsto para viajara Buenos Aires cuando, imprevistamente, José del Rosario oñembyai.

-”Che aha jevytante ñande vállepe (Volveré a nuestra tierra)” le dijo a Nonón. Y ni la esperanza de traer un vagón repleto de dinero le hizo cambiar de idea. Quería regresar. Y regresó.

Andar por los caminos, sin embargo, era el destino de Diarte, al que se le atribuye –como a Carlos Talavera y a Ampelio Villalba- la autoría de Guyra Campana. Volvía un rato a su casa. Pasaba unos días con su paciente amada Josefa. Y otra vez le volvía invisible el polvo de las carreteras, las picadas y los tape po´i.

El norte argentino era uno de los territorios privilegiados para el arte de José del Rsario. En realidad, él no hacía más que reproducir ese cordón umbilical –por los antecedentes históricos- que siempre hubo entre los misioneros y esa región de Argentina. El repertorio del músico era variado, vasto y ameno.

”Diarte, a más de su insuperable arpa, se armaba con su propia identidad: poncho colorado de mil rayas, sombrero negro y una linterna”, dice Riveros al referirse a la indumentaria del bohemio impenitente.

La habilidad de Diarte con el arpa era única. Ya en aquella época, con sus dedos veloces y su ingenio nato, había logrado superar las limitaciones del instrumento al que Félix Pérez Cardozo le  había agregado cuerdas completando 36. Nonón Dominguez –citado siempre por nuestro autor- decía que, ”entre los arpistas de su época, Diarte era el único que, acompañado con las cuerdas de su arpa,  llegaba a completar las variaciones y las notas del piano. Él tenía destreza o una agilidad extraordinaria con los dedos, que hacía a través de su ejecución la subnota o la nota baja, que le facilitaba las variaciones del arpa popular o diatónica o de concierto o cromático, como solista o en acompañamiento musical”.

Diarte era un perpetuo ausente en su casa de las orillas de San Juan. Josefa le esperó y le vio retornar mil veces. Un día, sin embargo, se cansó. Se marchó a buscar un destino diferente al de la espera interminable. El arpista encontró sólo el tapere –ese mismo que inspiró al arroyense Juan Álvarez a escribir Nde tapere-, que sustituyó a su amada. Perplejo y desconcertado, José del Rosario, preguntando Moõpa reho Josefa, le buscó por todas partes. Convencido ya de que le había abandonado, se sentó, puso entre sus piernas el arpa y, lentamente, fue tramando la melodia que tomó por nombre esa pregunta que ya nunca tendría respuesta.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 15-16 de junio de 2000 (Asunción, Paraguay)

ACOTACION DE FA-RE-MI: De acuerdo a varios autores (Dr . Juan Max Boettner, Mauricio Cardozo Ocampo, Luis Szarán, y otros), el nombre de esta pieza musical también se conoce como: Mamópa Rejho Josefa.