Fragmento



FA-RE-MI (x)

 

por: Bernardo Garcete Saldívar

Ya estando viviendo en Villa Morra, en las noches de jazmines y azahares en las serenatas, y en contacto con artistas que vivían en el barrio, Buky Medina, Matías Ferreira Díaz, Silvio Pánfilo Rivas, Ramón Vargas Colmán, y un poco más tarde en Recoleta, con uno de los guitarristas predilectos del gran Emiliano R. Fernández, Julio D. Sánchez; y su compañero del alma, Francisco Barrios, llamado también Gualambau, miré alrededor y vi que había muy pocas publicaciones que se dedicaban a los artistas, que dieran resonancia de sus actividades, y publicaran sus poesías-canciones. Y las que salían lo hacian en forma irregular, es decir, cada 15 días, un mes o cada dos o tres meses.También me daba la impresión de que habían quedado estancadas en el tiempo, no modernizando las impresiones, a pesar de la meritoria labor que realizaban.

Poco a poco, fui madurando la idea de hacer una publicación que reflejara, aunque sea en parte, esa carencia que visualizaba. Hicimos en rueda de amigos una indagación de cómo debía llamarse, y fue mi hermano, Angel León, arquitecto nato, quien trabajaba en Rius y Jorba, en la calle Palma, quien me dijo que el nombre debía de ser corto, para que la gente lo recuerde fácilmente. Algo musical, y por ahí salió que sea FA-RE-MI. No lo habitual de DO-RE-MI-FA-SOL; algo que suene diferente. Y así quedó, y lo registré en APA (Autores Paraguayos Asociados), y en el Ministerio de Educación, y, llamado entonces, Culto. Y luego, al ponerlo en Internet, también en el Ministerio de Industria y Comercio (Paraguay), por la ley de marcas.

Bien, ya tenemos el nombre, ¿y el dinero para imprimir? Ah! amigo, eso es otro cantar! Conseguir un aviso comercial, ayer como hoy, era algo más que milagroso, y más todavía para una revistilla que quería comenzar a volar. Era como tirar dinero al viento. Después de mucho andar, y de pasar meses, mientras estudiaba y trabajaba, por fin logré algo. Visité algunas imprentas, con un material aproximado, y estaba lejos de lo que yo había calculado. ¿Dejo todo para otra oportunidad? ¿Es una idea útopica en un pueblo con una sociedad eminentemente oral, en gran medida, todavía analfabeta? Tozudamente insistí en mi propósito... y así, cierta vez caminando por la calle Independencia Nacional, casi Manuel Domínguez, salía alguien de una vetusta casa, muralla alta, había que subir unas gradas, con un ejemplar del semanario El Enano en la mano. Le pregunté si se vendía o se imprimía allí, y me dijo, ambas cosas. Entré, y de inmedíato simpatizaron conmigo los dueños de la imprenta, los Hnos. Acosta.

El Enano era portavoz del partido liberal, y se esperaba con expectación su aparición semanal, porque mismo haciendo en forma satírica sus comentarios, mofándose de las autoridades (sus dibujos eran lapidarios), era una referencia importante a tener en cuenta.

La imprenta que tenían ya estaba en el atardecer de su existencia, y sus cajas de letras, aunque muy gastadas, todavía podían entenderse; el asunto era encolumnar con amor letra por letra cualquier escrito. Las manos de ellos eran como para hacer ñandutíes, con adornos, con arte, como debería ser las artes gráficas. Ningún problema.

Me hicieron un presupuesto por doscientos ejemplares, de 16 páginas (14 x 19,5 cent.), que apretadamente pude juntar para la primera entrega, y mano a la obra. Quince días después estaba listo...pero yo no estaba listo, porque el contador de la firma donde trabajaba, ese día no vino, y recién iba a cobrar al otro día! En fin, que al otro día, retiré los primeros cien ejemplares, y en sendas bolsas de arpillera, traje a casa en un camión de pasajeros. Fecha: 17 de setiembre de 1954. Feliz de la vida...y ahora a vender, otro via crucis. Tenía que dejar a consignación. Nadie pagaba al contado. Semanas antes hice una pequeña entrevista a Ernesto Báez, ya muy popular; y le pedi una foto. Con su foto en la portada salió el primer ejemplar. Debo resaltar esto: No tengo los primeros ejemplares; y por tanto no puedo afirmar con certeza que asi lo fuera. Entonces debe ser Florentín Giménez.Tuve que regalar bastante para promocionar su venta. En fin, que para mi sorpresa, se fue vendiendo poco a poco, y a las tres semanas, apróximadamente, se agotó! Mano a la obra al número dos. Visité al maestro Florentín Giménez, quien vivía cerca de una iglesia, no lejos de la cancha del club Cerro Porteño. Me recibió muy bien, e inclusive, más tarde, hizo una música dedicada a la revista, y me dio la partitura, que nunca más pude encontrar, se perdió, ni él guardó una copia. Él salió en la portada del número 2, o como señalo más arriba, pudo ser él, el que saliera en el No.1.

Y asi empezó a girar la cosa. Había otro gasto extra que religiosamente se debía de cumplir, y se cumplió: Pagar a APA por los derechos autorales. Afortunadamente en esa institución siempre tuvimos buena comprensión y el administrador de aquel entonces, el Sr. Juan E. Melgarejo, nos atendía de la mejor manera, unido al incomparable amigo Recalde, toda una vida en esa entidad. Teníamos que pagar un porcentaje cada vez que salía la revista, y esto, se venda o no se venda, pero jamás nos hicieron problemas al declarar la cantidad de edición.

Enseguida, tuvimos que enfrentar un serio problema: no había coincidencia siempre con las letras publicadas. Un poeta escribía así, y un conjunto cambiaba algunas palabras, y lo grababa. Tratamos de armonizar eso, y lo logramos bastante. Exigimos para comenzar que estén registradas en APA, y eso era lo que valía; pero la gente lo canta en la calle, le gusta de otra forma, etc., asi que la batalla era agotadora. Aún hoy en día, persiste esta falencia que arrastra desde hace mucho tiempo nuestro rico cancionero popular.

Por otro lado, últimamente, tropezamos con el asunto de la grafía guaraní, que los “revisionistas” o “científistas”-?-, corrigen a lo que ellos creen es lo correcto, cómodamente sentados en un escritorio. Por ahí van los tiros, pero no todos los tiros.

Como principio cardinal en FA-RE-MI, siempre hemos respetado la grafía de cómo lo escribió un autor, a no ser que la poesía sea del tiempo del padre Montoya, por ejemplo. A nosotros nadie nos autorizó a cambiar esta letra, suprimir aquella o aumentar esta. Nada que ver. En este sentido, somos tradicionalistas. Dejemos ver que dice el tiempo...; es obvio que el idioma guaraní está en peligro, porque se habla, vamos a decir, pronto y rápido, dos guaraní. Asi no puede ser. Porque no mantenemos, como los nombres de los pueblos, tradicionales, asi como está lo antiguo, y lo que sea nuevo, escribirlo de forma nueva; pero no modificar lo que escribieron un Rosicrán, un Emiliano R. Fernández, Tomás Quiroga, Darío Gómez Serrato o un Carlos Miguel Jiménez.

Hecha esta salvedad, continuamos:

Para avalar la promoción de la revista, rápidamente me puse en campaña para llegar a las emisoras capitalinas. Como siempre el escollo principal era conseguir patrocinantes. Bien pronto, conseguí algo con Saccarello, dueño de Radio Guaraní, para hacer algo allí. Bien asesorado por mis estimados amigos Miguel Angel Rodríguez y Papote Juan Manuel Fretes, se hizo un programa semanal bajo el título de Bajo el Cielo del Paraguay. Y como son las cosas: en muy poco tiempo tuve una oferta de pasar ese mismo programa en Radio Nacional del Paraguay! Aquí no exigían patrocinadores -entonces, digamos, el Estado es el patrocinador-, y solamente que yo debía de llegar de acuerdo con el locutor y operador de turno para hacer el programa, debía de dar “propinas extras”. Primero fue en vivo, y luego, ya grabados, que salía mucho mejor. No hubo ningún problema. Eso fue un paso extraordinario por la claridad y potencia de la emisora. Se transmitía los domingos de 10 a 11, y se llamaba Bajo el Cielo Guaraní, y en su momento, no digo que fue el mejor programa de música paraguaya, sino uno de los mejores.

A diversos locutores profesionales recurrí: Ricardo Sanabria, Antonio Montórfano (hasta hoy le debo por algunas audiciones..., y esto lo sabe bien su sra. Dolores), Cazal y el impagable -nunca le pagamos!- Carlos von Kreitmayr. En la mesa de control Mingo Régis, César Barrios, Penayo, campeones en bajar y subir las perillas. Los libretos lo escribían Venancio Rivas (Venri), Cirilo R. Zayas, Rogelio Silvero, Carlos von Kreitmayr.

La trascendencia del programa traspasó las fronteras. Pasabamos las últimas novedades de las andanzas de los artistas paraguayos por el mundo, porque estos nos enviaban cartas, cintas y discos para difundir. Varias de las primeras grabaciones de Los Indios, Paraná y Los Paraguayos, Los Guaraníes, Digno García y Los Carios, las pasamos por primera vez en aquella audición. Muchas veces los parientes de estos andariegos compatriotas, nos escribían, nos visitaban, nos llamaban para saber sus paraderos, y obtener sus direcciones, que de otra forma no podían conseguir.

Asi que también aquí FA-RE-MI tuvo algo que decir. Ahora retornemos a la revista.

Muy pronto ya tuvo eco favorable en la prensa capitalina, y en las otras emisoras, muy pocas, y también en el interior, recordamos ahora, a Radio Encarnación de Encarnación, de Madelaire. Y tuvimos (cuando hablo de FA-RE-MI, pluralizar es lo mejor, porque lo haciamos dos, cuatro, cinco personas, siempre bajo mi dirección, pero no puedo evitar decir: nosotros...) que aumentar la tirada, y con pena tuvimos que salir de la Imprenta de los Hnos. Acosta, para mejorar la revista en su impresión en color. De 200 , pasamos a 500, y de 500, a 3000, hasta mantenernos, casi siempre en 5000, porque ya también en el Río de la Plata y Europa, se solicitaba nuestra revista.

En una oportunidad, numerando cada ejemplar para sortear un premio con el número de la Loteria Nacional, imprimimos 16.000 ejemplares. Para nosotros fue un fracaso económico que nos hizo tambalear, porque aún habiéndose vendido el 80% de la edición -en tres semanas-, un lector concepcionero salió premiado, y debíamos de cumplir, como asi lo hicimos. No reincidimos con otra edición similar.

Para dar al lector una idea aproximada, de los artistas que aparecieron en las primeras portadas de FA-RE-MI, ya impresas en la Imprenta El Arte, doy las sgtes. referencias:

No.5: Chinita Montiel (junio/julio 1955); No.7: Mercedes Jané (agosto/setiembre); No.8: Digno García (noviembre/diciembre); No.9: Wilma Ferreira (enero/febrero 1956);No.10: Prudencio Jiménez (marzo); No.11: Juan Carlos Miranda (abril/mayo); No.12: Antonio Barrios (junio/julio/agosto; número extraordinario); No.13: Agustín Larramendía (Setiembre); No.14: Gumersindo Ayala Aquino (octubre); No.17 :Nery Bedoya (mayo/junio 1957); No.18: Los Indios (julio); No.19: Oscar Escobar (setiembre); No.21: Demetrio Ortiz (diciembre. Cancionero de Oro.100 canciones paraguayas);No.23: Luis Alberto del Paraná (abril 1958); No.24: Paraná con FA-RE-MI en Europa (Agosto 1958); No.34: Los Bemoles (octubre 1962:luego de un 1 año de pausa...); No.35: Los 3 Sudamericanos (noviembre 1963). Ediciones especiales dedicados a Luis Alberto del Paraná y Miguel Aceves Mejía, algunas bajo la dirección de Carlos von Kreitmayr. También están las ediciones llamadas: FA-RE-MISCOPE, que editamos varios, especialmente para las navidades. Por el ejemplo, el FA-RE-MISCOPE (No.16), diciembre 1956, estaban en la portada fotos de: Prudencio Jiménez, Ramón Mendoza, Leonardo Figueroa, Sila Godoy, Athos Bernal, Armando Rivero, Digno García, Juan Carlos Miranda y Wilma Ferreira.

Si hago esta ligera relación de algunos ejemplares de FA-RE-MI, es solamente para dar una idea de que muy pronto quisimos darle cierto nivel de calidad para así poder traspasar las fronteras y llegar con alguna credencial válida. Muy pronto los artistas respondieron positivamente a nuestro esfuerzo, especialmente desde el exterior. Bien es verdad que por muchos factores, no tuvo la continuidad que hubiesemos querido. Tuvimos que hacer algunas pausas, ya sea por motivos económicos , porque los costos siempre estaban en alza, o por viajes que hicimos al exterior, por distintos motivos.

Pero en línea general, creo que se cumplió con la idea primigenia: ser como un eco de la cultura paraguaya en general, y en particular, la de su vertiente de música popular,haciendo conocer a sus creadores y cultores.

No olvido los nombres de mis colaboradores: Angel Léon y Rafael Garcete Saldivar, Albino Valdovinos Saldivar, Silvano Washington Ramírez, Felix Sosa, Fiorello Botti, Juan Manuel Papote Fretes, Venancio Rivas (Venri), Arturo Schaerer (h), Ramón E. Adorno, Dionisio Sholito Scholl, Eduardo Trejo, Reinaldo Vera y Carlos von Kreitmayr.

Hoy día está solamente como Página Digital en Internet, con sus limitaciones, pero también con su extraordinaria proyección mundíal. La dirección: www.musicaparaguaya.org.py (es una Página Digital en Internet, sin fines de lucro). El correo electrónico: arpapu@yahoo.com

Escapa al contenido que quiero dar a estas reminicencias el extenso anecdotario que representó para mi la creación y publicación de la revista FA-RE-MI, por cerca de una década, pero no resisto en relatar algunas para que de esta forma no caiga irremedíablemente al olvido. A ver:

Viaje a Europa: En en otra parte de este libro hago una suscinta relación de cómo pude ir a Europa, primeramente a Suecia, gracias a Philips Paraguay, y de los artistas compatriotas que estaban grabando en ese sello, especialmente Luis Alberto del Paraná.

DR. JUAN MAX BOETTNER. A medíados del año 1955, estando en el local de APA (Autores Paraguayos Asociados), me encontré por primera vez con esta ilustrada personalidad, médico de profesión pero ganado irremedíablemente por lo que yo llamo, modestamente, el embrujo de la música paraguaya, convirtiéndose en uno de sus mejores estudiosos. Me felicitó por la revista, y me dijo que le servía de referencia, también, para un trabajo que venía elaborando desde hacia, por lo menos, cuatro décadas! No dejaba de pasar situación alguna para indagar a fin de obtener alguna información, por más mínima que sea. En ese sentido había leído en una revista (no la nuestra) una canción, cuya música pertenecía a un tal Francisco Gualambau Barrios (no confundir con Francisco Martín Barrios, hermano de Agustín Pío Barrios; no son parientes). Lo que le interesaba al médico estudioso de nuestro acervo popular, era saber porqué se le decía Gualambau, ya que este es un instrumento musical de los indigenas. Según el libro de Boettner Música y Músicos del Paraguay: “Arco de calabaza. La calabaza sirve de caja de resonancia. El monocorde es puesto en vibración por golpecitos de la varilla”. Derivaría de otra palabra indigena como el Mbarimbau o Berimbau. En el Diccionario de la Música en el Paraguay, de Luis Szarán, señala sobre este instrumento: ”Gualambau. Instrumento de la familia de los arcos musicales indigenas, presumiblemente incorporado de otras culturas y utilizado por la parcialidad Mbyá, de los Guaraní”.

Un empleado de APA, (¿Antonio Recalde?), le dijo al doctor que yo como recoletano lo conocía bien a Gualambau. Efectivamente, eramos vecinos. Quedamos en que lo ubicaría, y estableceríamos el contacto. No era fácil encontrar tiempo para los dos, o los tres, si yo también iba a participar como oyente: sino especialmente la del médico, que dentro de sus multiples actividades, también era director general del Hospital Bella Vista, de tuberculosos, que está en la entonces llamada calle Luna, hoy Venezuela. Y Barrios deambulaba en forma permanente con su guitarra tras los pasos de Emiliano R. Fernández y su vecino recoletano, Julio D. Sánchez. No obstante esta situación, una tarde vino el Dr. Boettner a la casa de don Francisco, sita en la Avda. Choferes del Chaco, entre Las Delicias (hoy A. Cantero) y Lafranconi, donde uno de sus hijos, tiene hasta hoy día, una peluquería. Allí nos encontramos, y el ilustre visitante, toda humildad que irradiaba profundo respeto, anotó en un cuaderno todas las respuestas que don Francisco atinó a contestar. Le mostró además, el instrumento Gualambau que el mismo hizo para su solaz, que dijo, era una copia de lo que había visto tocar a un indigena en el Chaco. Luego de casi una hora de anema y fructífera conversación, nos despedimos y nos agradeció por el tiempo dedicado.

En mayo de 1956 por fin apareció el libro ”Música y Músicos del Paraguay” del Dr. Boettner, marcando así un hito importante en la contribucción de hacer conocer mejor nuestro rico acervo popular, enriqueciendo la cultura de nuestra Patria, que se iba a constituir en una fuente obligada de consulta para las generaciones venideras. Había consultado más de 200 libros, en siete idiomas, además de numerosas entrevistas personales. El decantamiento de tan vasto material, lo llevó a apartar algunos capítulos, siempre interesantes, que el Dr. Boettner pensaba plasmarlo en un segundo tomo que, desgraciadamente, no pudo llevar a cabo porque dos años después (3-07/1958) fallecía el ilustre investigador.

Había traído un ejemplar, ya bien manoseado, del citado libro, a Dinamarca y que de tanto consultarlo ya se había ajado y los parches de apuntalamiento ya empezaban a surgir. Las veces que venía a Asunción, trataba de conseguir otro ejemplar, y era imposible. Agotado. Ya que la primera edición fue con los auspicios de APA, pregunté a mi amigo Recalde porqué no se planteaban hacer una segunda edición, y me dijo que ya lo intentaron varias veces y que por una u otra razón, no se concretaba. ”Hemos probado con los herederos, y no hubo caso. Tú que eres guaino y diplomático, ¿porqué no lo intentás?” No había tiempo, estaba en otras cosas.

Pero el hombre propone, y Dios dispone suele decirse, y por el camino menos pensado vino a prestarse a que se cristalizara dicho anhelo, aunque esto llevase otros largos años…, pero perseverancia, se dice, es una virtud, y a ella me remito. Veamos:

A mediados del mes de julio de 1980, se llevó a cabo en Copenhague, la Conferencia Mundíal sobre la Mujer auspiciada por la ONU, y que hizo desembarcar en la capital danesa todo el aparato burocrático de la elefantiásica organización que cada día engulle más dinero para solaz de unos cuantos que deambulan eternamente por Nueva York y Ginebra. Fueron llegando los delegados y observadores, y entre ellos también, de nuestro país, con una medíana delegación (que enseguida nomás me nombraron delegado adjunto), todas mujeres, donde solamente una hablada otro idioma que no sea el guaraní y el castellano, y era el idioma alemán! Se trataba de la Sra. Kate de Boettner. De una sencillez y personalidad encantadora, siempre atenta y conciliadora. Al correr los días, conversamos bastante, y aproveché la oportunidad para comentarle algo sobre aquel libro, ya agotado, y para ver la posibilidad de convencer a los herederos de volver a publicarlo. Me dijo que lo vería, y quedamos así.

En mis anuales visitas al terruño, algunas veces la llamaba y la saludaba, vivía cerca de Luque, y le preguntaba si cómo iba el asunto del libro, y me decía que ”iba bien”, pero que no pasaba nada. No había interés en hacerlo, talvez, pienso yo, por algún motivo que jamás pude esclarecer. Entonces, de repente, me dije, ¿porque no intentarlo hacerlo yo, mismo estando radicado bien cerca del polo norte? Mano a la obra.

Conseguí una entrevista con la señora del hijo del Dr. Boettner, que lleva el mismo nombre y era también médico. Me atendio muy bien, y me dijo que iba a hablar con su marido, que ya estaba afectado por una dolencia irreversible. Retorné a Europa, y luego de unos años volví a Asunción, e insistí. Sin novedad, daba largas al pedido. Sin embargo, cuando supo que yo había conocido a su padre, y era el creador de la revista FA-RE-MI (mi función consular, no le interesaba), cambió repentinamente de actitud, y dio la luz verde.

Como dejo señalado, el hijo del Dr. Boettner ya estaba enfermo, y no había mejorado de su enfermedad. Al contrario. Su fin corporal era predecible. No obstante eso, firmó la autorización con un sentido muy amplio, hasta humanitario digamos, porque pidió muy poco por los derechos autorales. Dos semanas después de firmar el documento, fallecía este caballero, al que no pude saludarle personalmente, porque todas las gestiones las hice a través de su esposa, para quien guardo el mejor de mis recuerdos y gratitud.

En el mes de mayo de 1997, 41 años después de la publicación del citado libro, y a 17 años después de conocer a la Sra. Kate de Boettner e iniciar las gestiones para su reedición, se lanzó al público ”Música y Músicos del Paraguay” del Dr. Juan Max Boettner. Impresa, fuerza es decirlo, totalmente con la tecnología punta.

El nieto del esclarecido musicólogo, el también médico Juan Max Boettner (jr.) estuvo en el lanzamiento del libro, y al valorar mi esfuerzo, felicitándome, dejó entrever que fue acertada la decisión de su padre para que estuviese a mi cargo la delicada tarea de hacer la reedición de un libro donde existen muchas fotos y dibujos, además de la revisión integral, minuciosa, del libro, incluso corrigiendo algunos errores de imprenta de la primera edición.

En el mes de junio del año 2000, se hizo otra reedición (la 3ra.desde mayo de 1956), que lleva camino a agotarse nuevamente. Obras son amores, y no espejitos, dibujitos e historietas!

Más información sobre este libro, ver en mi Página en Internet, en esta dirección: www.musicaparaguaya.org.py

General DIM Pablo Rojas: Figura destacada del mundo deportivo y social, a pesar de ser un militar, de la carrera de Intendencia. Estuvo al frente del club Cerro Porteño, y aparte de lograr varios campeonatos en lo futbolístico, realizó obras perdurables en el club cerrista, y en su barrio, San Antonio, esencialmente. Su relación con FA-RE-MI, viene así:

Necesitaba hacer una edición extraordinaria (fines de 1956), y no me alcanzaba el dinero. Ma acerqué a él y le dije: “Soy el editor y director de la revista FA-RE-MI....”, y para mi sorpresa me dijo:”Sí, conozco la revista”. Le expliqué el motivo de la visita, y a ver si había alguna posibilidad que me hiciera un préstamo...- Me preguntó cuanto (era algo así como de 20, o 30.000 guaraníes; hoy día sería como 2 millones). Metió la mano en su vieja cartera de cuero, ya conocida popularmente porque siempre la llevaba con él a todas partes- y me dio dos fajos de billetes, sin contarlos. “Si podés-!- devolverme dentro de un mes...”, y buena suerte, y ya se levantó y me pasó la mano. Al salir a la calle, su casa quedaba al costado del parque Carlos A. López, hacia Sajonia,no sabía si cantar o silbar. Fui derecho a la imprenta El Arte, Cerro Corá entre Antequera y Tacuary, de Carlos Vázquez, y pagué casi totalmente. Los trabajos empezaron de forma inmediata. La edición salió a tiempo, y enseguida devolví el dinero. Al verme el Coronel Rojas, me dijo: “¿Cómo fue..?” Excelente, que se estaba vendiendo muy bien. Le di un ejemplar con mi dedicatoria.

Luis Mesquita Chavarri: Amparo y reparo de los compatriotas que vivían y visitaban España en la década del 60´, sin importar clase ni colores partidarios. Un paraguayo de ley. Desde su cargo de Cónsul General en Barcelona, atendio a todos por igual, haciendo realidad el dicho de servir y no servirse del cargo público, como se estila hoy día en nuestro país. Hizo conocer nuestro país como nadie lo hizo antes desde un cargo consular, especialmente en la parte cultural. Tenía una casita en la costa del Mediterráneo, en una ciudad (¿Cubellas?), donde la comuna local puso nombres de resonancias paraguayas a sus calles, a iniciativa de Mesquita.

Colaboró con FA-RE-MI desde el vamos, que se acentuó cuando fue destinado en la ciudad condal, enviándonos noticias de los pilas andariegos, a la par de hacernos llegar discos y cintas, que luego pasabamos en nuestra audición radíal.

Su actitud de bien era legendaria, e inclusive daba albergue en su casa, donde estaba la sede consular, para economizar, a los que por una causa u otra razón, aceptaban su hospitalidad, esa manera de ser paraguayo que hoy, triste es decirlo, casi se ha perdido. Era amigo de todos los artistas: Agustín Barboza, Digno García, Leonardo Figueroa, Carlitos Centurión, Ramón Mendoza, Johnny Torales, Alma María Vaesken, Casto Darío Martínez, Luis Alberto del Paraná (era su compadre; padrino de su hijo Luis Manuel, Titi; oficiando, que casualidad!, el padre Ernesto Pérez Acosta, en Barcelona), Rubito Medina, Ada Valiente (Nenequita Cáceres), Pedro Leguizamón, y tantos otros. En el deporte: Eulogio Kokito Martínez, Cayetano Ré, Ignacio Achucarro, Juan Bautista Agüero, Florencio Amarilla, Heriberto Herrera, etc.-

Y como son las cosas de la vida; esta actitud vital de Mesquita, le llegó a costar el cargo. La mano vino así:

El poeta Elvio Romero era su amigo. Ya cuando Mesquita dirigía una revista (Noticias; 1943) en Asunción, el joven periodista Romero se inició con él, y se puede decir, que de alguna manera, lo llevó hacia el camino luminoso de la poesía. En una oportunidad, Elvio Romero y el maestro José Asunción Flores, ambos de tendencias izquierdistas, terminaban de visitar algunos países socialistas en Europa, y decidieron visitar España. Tomando todas las precauciones del caso, Mesquita Chavarri, siendo un rendido admirador del creador de la Guarania y amigo de Elvio Romero, los invitó a su casa.

Grave error. ”Pero siempre hay una sombra artera”, al decir del poeta, que espió por la cerradura, y yaguareó” (denunció) de inmedíato al Gobierno, y sin contemplaciones fue echado del cargo, sin valer ningún pergamino ni el sacrificio de años en pos de nuestro país representándolo dignamente. No había nada que hacer con ”la orden superior”.

Quien lo denunció, no será recordado con letras grandes para la posteridad, ningún soplón jamás lo fue, sino la de don Luis Mesquita Chávarri, un paraguayo de ley!

Eladio Villamayor: Estando en Asunción a fines del año 1994 recibí una llamada telefónica desde Ciudad del Este. Dijo su nombre y ocupación: Eladio Villamayor, comerciante, dueño de una firma importadora y exportadora. Sabiendo que estaba radicado en Dinamarca, me dijo que estaba interesado en importar algunos productos, vitamínicos, que, según él, eran buenos y tenían precios razonables, etc. Así charlando, dijo que “era un viejo admirador” de la revista FA-RE-MI, hecho que motivó que nuestra conversación fuera más abierta y amena. De hecho, cuanto hacia la revista, me hizo recordar, ya me había saludado personalmente en una oportunidad. Quedamos en encontranos en la brevedad posible, porque aunque él residía en forma permanente en Ciudad del Este, venía a menudo a la capital, donde vivía la familia de su esposa. Fue así que nos encontramos, temprano una mañana (enero 1995) en un céntrico café, Estrella y 15 de Agosto, donde entre cafecitos, me fue explicando los productos que importaba y los planes que tenía. Esto incluía también un posible viaje a Europa, exclusivamente de negocios, donde contemplaba llegarse, con un amigo comerciante, hasta Dinamarca para ver el mercado. Le dije que con mucho gusto le iba a recibir, como hice y hago con muchos compatriotas que van cayendo por esos lares nórdicos, toda vez que mi tiempo lo permitiera.

Villamayor trajo consigo una cajita de cartón que con mucho cuidado puso a un costado de la mesa. Al final, como tenía que ir enseguida (iba saludar a mi buen amigo Raúl Pick, dueño de la firma marítima, Remar, que esta casi enfrente de la cafetería, sobre Estrella), dijo que para aseverar su admiración por mi revista FA-RE-MI, quería mostrarme algo. Abrió la caja de cartón, siempre con cuidado y delicadeza, y allí estaban 15 ejemplares de la revista, de los años 1955/56, cuidadosa y primorosamente guardados, como si fueran joyas valiosas o estampillas antiguas de mucho valor. Menuda sorpresa me llevé. Pedirle era faltarle el respeto, así que de eso, nada. A lo sumo le pedí que cuando tenga tiempo pueda fotocopiar aunque sea las tapas, porque yo no tenía esos ejemplares. Pero que no había apuro. Las tapas por lo menos, porque fotocopiar hoja por hoja, iba a llevar más tiempo, y además era riesgoso, porque eran hojas impresas hace más de 40 años atrás! Pasó el tiempo. Unos meses después llegaron a Dinamarca (para ser más exacto: 4 de mayo de 1995) donde les atendí lo mejor que pude, que no fue mucho que digamos. Conseguí un hotel barato, les acompañé un poco y les di algunas indicaciones. Estuvieron encantados. Después de volver al Paraguay, Villamayor me escribió una atenta carta, agradeciéndome la asistencia (y no como algunos paraguayitos, que después de muchas atenciones, cuando vuelven “si te he visto, no me acuerdo...”; amontema! -olvido, desfachatez e ingratitud total).

Hilando otra vez nuestro relato: meses después, por una rara casualidad, leo en un diario de Asunción, que me llegaba semanalmente hasta que apareció Internet, que Villamayor había fallecido. No había equívoco posible, pues se citaba Ciudad del Este. Supe luego, por la viuda, que el mal del cáncer se llevó al buen amigo. Tenía 55 años de edad.

Al año siguiente cuando estuve por Asunción, traté de contactar con la viuda, pero no hubo caso. Intenté varias veces, y en vano. Quería ubicarla para, por lo menos, darle mis pésames. Y también, para que negarlo, ver la posibilidad de que me vendiera aquellos ejemplares de la revista. El tiempo fue pasando rápido, y tuve que volver a Europa, y me olvidé del asunto.

En eso, volví otra vez, otro fin de año, y de nuevo en Asunción, pero esta vez algo mejor posicionado con relación para ubicar a la viuda.

En ese lapso trabé amistad con Iris Brunildo Martínez, residente en Ciudad del Este. Este señor es un entusiasta difusor de la música paraguaya, y había visitado mi Página Digital en Internet, y establecimos contacto, fructífero por cierto, para ambos. Le pedí a Iris si podía ubicar a la citada persona. Enseguida me dio un número telefónico en Asunción, que era un negocio que esta en el calle Chile, y hablé con una mujer de apellido Villamayor. Me presenté, y le pregunté si la era la viuda, o la hija de mi amigo. Nada que ver. Ni lo uno ni lo otro! Vuelta a llamar a Iris, que volvió a hacer su pesquisa. Luego de unos días me volvió a llamar...y esta vez dimos con la señora, que vive en el barrio Sajonia, a medía cuadra de una farmacia, cuyo dueño es su padre.

Llamé y se puso muy contenta de escucharme. Al día siguiente nos encontramos y me dijo lo siguiente: “Mi marido siempre se recordaba de Ud., y le preocupaba la promesa que le había hecho de fotocopiar los ejemplares de la revista FA-RE-MI. De común acuerdo aquí con mis hijos presentes, le entrego estos ejemplares en la misma caja de cartón donde había guardado con mucha estima y admiración. Sabemos que este gesto a él le habría gustado”. Fecha: Enero de 2001.

Lo tengo encuadernado y bien guardado. Cada vez que lo abro, me recuerdo de mi amigo Eladio Villamayor. Para mí, él siempre esta presente.

Kiosko FA-RE-MI: Estaba instalado en el punto más neurálgico del populoso y ruidoso barrio Pinozá (hoy día Bernardino Caballero). Justo en la esquinas de las avenidas Eusebio Ayala y Gral. Santos, donde paraban los vehículos de pasajeros. Además, hacia Gral. Santos estaba la terminal del “Osito”- era de la marca Mercedes, si mal no recuerdo-, un autobús de línea administrado por la Ande. El kiosko lo diseñó mi hermano Angel Léon, arquitecto y diseñador nato, y estaba hecho de metal y madera, y se parecía a un plato volador, muy en boga por entonces. Pintado de aluminio, de forma circular, con antena; de manera que si los extraterrestres elegían visitar Paraguay, y concretamente Pinozá, en el kiosko FA-RE-MI, le ibamos a dar la bienvenida. Ndaípori problema (Níngún problema).

Adentro había lugar para dos personas, pero ya apretaditos. En las vitrinas estaban revistas y libros, las primeras nos proveía Barni Hnos., que tenía su oficina central en Cerro Corá casi Paraguari. Los libros los conseguía de algunas librerías, especialmente las ediciones de bolsillo, pero no era impedimento para traer también obras de Kant, Balzac o Kierkegaard. Vendíamos también caramelos, cigarrillos, etc.

Los más conocidos artistas que vivían en el barrio, nos visitaban en forma permanente: Ignacio Melgarejo -“Ñande roga mí”, apodado cariñosamente Quezú-chiá, Bernardo Avalos, Cecilio Marín, Carlitos Centurión, Juan Carlos Hermosa, Yiyo Arce, Juan Carlos Miranda, Neneco Norton (Pastelí), Julio César del Paraguay, y otros tantos que se escapan de la memoria.

De tarde en tarde, aparecía para saludarnos el compositor e intérprete, luego maestro de juventudes, don Emilio Bobadilla Cáceres, hermano de Cristóbal Cáceres, con su ponchito 60 listas. Venía caminando, lentamente, saludando a sus numerosos amigos y admiradores, desde la cercanía de la calle 33 Orientales, donde estaba su casa. Tenía un señorío inconfundible. Sonrisa diáfana, no sobradora pero la del maestro que sabe donde pisa, y seguro de que su nombre no iba quedar en el olvido, ya sea como intérprete o compositor. Un baluarte de nuestro cancionero popular.

El lugar donde estaba nuestro kiosko ocupaba parte del predio de la Imprenta de Alderete Chávez, excombatiente de la guerra chaqueña, y luego Senador por el Partido Liberal. Hacia la calle General Santos, en el mismo predio, estaba el Bar Rincón Alegre, cuyo propietario era Avalos, hermano de Bernardo Avalos, creador y director del conjunto Panambi Rory. Allí había una firma publicitaria, que por la siesta y por la tardecita difundía, por unos altoparlantes, mensajes publicitarios, como, por ejemplo: ”coma como en su propia casa…”, ”Los mejores productos panificados son de la Panadería Cozzoli…”, etc. En los intermedios, ponían grabaciones con música paraguaya. Se podían escuchar al Conjunto San Solano, con ”Serenata”,Che Mbo´e Harépe”, etc. Y desde luego, las de Bernardo Avalos, con el Dúo Espínola-Marín.

El arquitecto Jorge Rubiani vivía en Centenario, una calle corta que nace en la Avda. Eusebio Ayala y termina en la mansión del General (R) Raimundo Rolón, y que por un corto período de tiempo (1949), fue Presidente de la República.

El padre de Jorge, paraguayo hijo de italiano, era un excelente maestro albañil tirando a constructor, “frentista” de primera, una especialidad que tiene mucho de arte, aparte -y perdonen la rima..,- del enfoque técnico. Don José, de quien se trata, dejó su impronta muy singular en varios edificios de Asunción, que hasta hoy se pueden admirar (más información en mi Página Digital en Internet -8va. Parte del Paraguay Profundo-: www.musicaparaguaya.org.py).

En la citada calle Centenario, también vivían los amigos: los Calonga,  Rubito (Reynaldo) Medina y Carlos von Kreitmayr. Este último vino de su natal San Bernardino, muy jovencito, y trabajó en una carpintería que estaba en la esquina, talvez siguiendo los pasos de San Pedro que, según dicen, era también carpintero. A duras penas costeó sus estudios, y felizmente se recibió en Ciencias y Letras, no sin antes participar en las algaradas juveniles del Colegio Nacional de la Capital, que estaba nomás a cuadras de su trabajo. No iba para político (gracias a Dios, porque la mayoría son la mar de corruptos!), y más se inclinaba por el llamado, hoy muy disminuído, Cuarto Poder, es decir, el periodismo. FA-RE-MI, presto como siempre y atento a los nuevos valores, lo fichó, pero como no teníamos capital alguno, lo hizo gratuítamente, toda la vida! Luego, el entonces poderoso matutino La Tribuna lo llevó, e hizo carrera allí, no dejando en ningún momento de colaborar con nosotros.

Posteriormente, ganó una beca para proseguir sus estudios periodisticos en Alemania, y luego quedó, hasta hoy día, en el cuerpo redaccional de la Agencia Alemana de Noticias (DPA), en Hamburgo. Es un periodista nato, un todoterreno de primera, y FA-RE-MI está orgulloso de su excolaborador honorario haya llegado tan lejos.

Rubito (Reynaldo) Medina, integró Los Paraguayos dirigido por Paraná. Luego de salir del mismo, formó su propio conjunto con el nombre de Los Guaireños, con cinco integrantes. Cuando estuvo con Paraná, fue el “arreglador” del grupo, y muchas de las canciones del vasto repertorio que tenían, se debe a su inspiración, y llevan su personalisímo sello, como puede apreciarse escuchando aquellas antiguas grabaciones. Tenía su peculiar estilo de percepción de la música paraguaya, siempre respetable. Cuando salió, su lugar lo ocupó el maestro, argentino, Alfredo Marcucci.

A Rubito Medina lo recuerdo como un buen amigo y excelente intérprete. Como compositor dejó varias obras muy bonitas, enriqueciendo así el acervo popular de nuestro cancionero. Menciono algunas: Reminiscencia, Dulce Esperanza, Añoranza Guaireña, Blanca Azucena, Cumbre de gloria, etc. Juntos recorrimos muchos países, y me consta de su entrañable añoranza por su tierra guaireña, hasta que, años más tarde, volvió para quedarse definitivamente en el país.

Los sábados de tarde, y vísperas de feriados, cuando el bullicio estaba en su punto álgido en el viejo barrio Pinozá, aparecían por el kiosko, muchos amigos para charlar, y mirar a las hermosas jóvenes que se paseaban mostrando sus encantos como flores perfumadas, de jazmines y resedá. Entre estos amigos, quiero recordar a dos personas, y con ello rindo homenaje a todos. Desde la distancia los recuerdo con reverencia de gratitud amical por la dación siempre permanente de sus sonrisas, y que venían, para decirlo de alguna manera más clara y contundente, a desparramarlas a sus amigos y conocidos.

D´Orico Ta´í Meza, el hermano menor de Luis Alberto del Paraná (eran ocho hermanos; solo una mujer, Chiquita, que también cantaba muy bien). Tenía una motocicleta (¿Triumph o Norton?) de mucha potencia, y su máquina brillaba por todas partes. Él, elegante como sería un caballero de las antiguas cruzadas, con su sonrisa siempre abierta, pronto a la carcajada fácil, no estruendosa pero si contagiante (se suele decir que la distancia más corta entre dos personas es la sonrisa), y el chiste oportuno, daba la impronta de lo que hoy llamaríamos, de onda positiva.

El otro, Ramón E. Adorno, fotógrafo de nivel excepcional (estuvo becado en los Estados Unidos de Norteamérica), tenía también una motocicleta pero de menor cilindrada que Ta´í, pero no por eso menos impactante. Era una BMW, casi silenciosa, que se deslizaba raudamente por las calles de Asunción. Trabajó en diversos periódicos, y ya desde los tiempos de que yo era cronista de fútbol (de clubes de la segunda división!) en el diario La Tribuna, ya éramos amigos. También Ramón, casi siempre vestido de “caki”, como esos norteamericanos, con su bigotito bien atildado, era la amabilidad en persona. Su estudio fotográfico que estaba primeramente, por años, en Luis A. Herrera e Ind. Nacional, estaba a nuestra disposición permanente, para FA-RE-MI. Su presencia en el kiosko, no tan a menuda como la del hermano de Paraná, era recibida con alegría.

Más de uno se preguntará si a qué viene, precisamente, y no por el motivo apuntado más arriba, la mención de estas dos personas. La razón es sencilla: ambos fallecieron de forma trágica; el primero, Ta´í, en Saltos del Guairá, relativamente joven todavía, y el otro, Ramón, en Asunción.

Cualesquiera hayan sido los entresijos de los destinos finales de estos dos caros y entrañables amigos, no han de enturbiar ni con una manchita el espejo de la amistad que guardo en el rincón más apreciado de mi memoria, y, seguro estoy, de sus numerosos amigos.

Yo estaba muy poco en el kiosko, y más lo atendían mis hermanos Rafael, por muy poco tiempo, y Albino. Estaba abierto desde cerca de las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. La cita obligada de los amigos y de los artistas, era: “Nos vemos mañana o esta noche, en el kiosko FA-RE-MI”. Los domingos cuando jugaba el club Guaraní, cuyo estadio estaba muy cerca, antes y luego del partido aquel lugar era como un panal. Porque se ganó o porque se perdió los comentarios iban y venían, pero cosa rara, nunca recuerdo que hubiese patoteros...-

Estaba también la parada de taxi, sobre General Santos, hacia Fernando de la Mora, que prestaba un servicio excelente. Choferes amables, educados y serios. Entre todos ellos quiero destacar a uno particular: Aguilera. Era la discreción en persona, listo siempre para cualquier servicio de urgencia, o un mandado de confianza. Respondía cien por cien. Si por ahí se presentaba un viaje inesperado con una dama, en forma discreta, y uno no tenía suficiente capital para la carrera, con una simple mirada Aguilera ya comprendía la situación. El taxista como el recepcionista de hotel, son personas claves en la vida de las personas. ¿Sin ellos, este mundo se derrumbaría, verdad?

Antiguamente, enfrente al kiosko, en la otra esquina, en la vereda que va hacia la cancha del club Guaraní, estaba un restaurante-bailable, de nombre “El Mango”. De gratos recuerdos según los memoriosos. Cuando nosotros nos instalamos con nuestro “plato volador”, ya no funcionaba. En su lugar estaba algo como así como un bar tipo familiar atendido por una familia de ascendencia china. Buenisímas personas. Tenían dos lindas hijas, muy amables; y un hijo, el más joven, probablemente. Nos hicimos amigos de la familia, y yo, especialmente con el hijo. En una oportunidad cuando supo que iba a viajar a Montevideo, me dio la dirección de un pariente suyo, chino (R. Lanz) en la capital uruguaya, que tenía una confitería en pleno centro: en la avenida 18 de Julio. Pasé a saludarle, y me atendieron muy bien (años más tarde, viajé a China continental..; ¿cómo son las cosas de la vida, verdad?)

Era duro el trabajo de mantener el kiosko pero se ganaba lo suficiente para continuarlo, pero a la larga con mis viajes al exterior, viaje de mi hermano Rafael a la Argentina, etc., tuvimos que cerrarlo con más glorias que penas. Cumplió con su cometido de ser el escaparate del nombre de FA-RE-MI, y de paso, ir uniendo ese millón de amigos que uno siempre quisiera tener.

Enrique Gua´í Torales: No hace mucho contaba una anécdota sobre Paraná y la revista FA-RE-MI, y lo hizo, a través de una llamada telefónica, a una emisora local.

Durante una corta estadía de Paraná en Asunción, se encontró con Torales, que eran amigos de añares. Charlando (Torales tenía en su mano un ejemplar de nuestra revista) cuando pasa un hermosa mujer, que saluda al excelente guitarrista villarriqueño…, pero no así a Luis Alberto. ¿No me conoce? preguntó el cantor a su amigo, y le contestó que por lo visto, que no. Al instante le dice a Torales que le siga, y le muestre la revista en cuya portada estaba su foto. Y así lo hizo..- Lo que pasó después ya no se puede contar…-

Cirilo R. Zayas: Periodista, flautista, violinista, guitarrista y excelente compositor de inspiradas canciones, especialmente con Chinita de Nicola (la más popular de todas, Felicidades, infaltable en los cumpleaños). Cirilo me contó algo relacionado con la Revista. Estaba en un perdido pueblito de la campaña, en una veladita, donde actuaban dos conjuntos con la música popular paraguaya. En una pausa, se acerca hacia los músicos, y escucha una cordíal pero firme conversación (todo en idioma guaraní). ”Cantaste mal los versos. No es así esa canción”, y el otro: ”No. Estás equivocado. Así és”. Palabras van, palabras vienen, y de repente uno de ellos, le dice como argumento contundente, definitivo: ” Y por otra parte te quiero decir algo: La letra de esta canción, lo que yo canto, salió en la revista FA-RE-MI, y eso es lo que vale. Y punto”.Tamaña responsablidad habíamos puesto sobre nuestros hombros, ufa!

Flor enojada: Es común en Paraguay, especialmente en la campaña, dedicar canciones y poesías a las lugareñas, de su valle, resaltando sus virtudes, sus bellezas. Emiliano R. Fernández tiene muchas poesías con esta motivación. En una de ellas, nombra a cerca de 80-!- damas, con la salvedad de que sólo cita los nombres, y no los apellidos. Sólo en casos aislados se recurre a la mención del nombre completo. Tenemos el caso de la exitosa canción Che Vy´ahá (Lugar donde soy feliz) de Rubio Miranda y Porfirio Báez, donde están los nombres y apellidos de varias mujeres del llamado Barrio Obrero, de Carapeguá. Es una de las pocas excepciones.

Tal vez motivado e inspirado por esto, Sixto Arce, quinielero a tiempo completo y poeta a destajo, vecino del barrio Recoleta y amigo nuestro, viendo a las bellas jóvenes del barrio, especialmente las que vivían en la calle Las Perlas, se abocó a elaborar una poesía que estuviera a la altura de sus encantos. Luchando con la métrica y rimando lo inrimable, días y noches, largas madrugadas, luchó a brazo partido con su poema. Hasta que por fin, la diosa musa le hizo un guiño y en un atardecer terminó la poesía. Enseguida su amigo Julio D. Sánchez, se encargó de la música.

Lo tituló Calle Las Perlas Poty Pyajhú (Las nuevas flores de la calle Las Perlas) en donde aparecían con nombres y apellidos las lindas muchachas que vivían en esa calle y que merecían ese calificativo. FA-RE-MI, publicó dicha canción. Y en la edición No.8 (noviembre/diciembre de 1955), volvimos a hacerlo, con esta acotación en la cabecera: ”A pedidos se vuelve a publicar”. Si ya hubo comentarios, favorables, en la primera oportunidad, esto ya causó revuelo en el barrio, y comentarios castos y ruborizantes de las familias y de las chicas. Pero no a todas.

Una mañana, en mi ausencia, se acercó una de ellas a mi casa, y solicitó hablar en forma urgente conmigo, con el director. Dijo que ella no iba a permitir que se siga utilizando su nombre en una poesía de “tres por cuarto-!-“, y que saliese en “una revista intrascendente”, etc. Y que no se vuelva a publicar la poesía, porque sino, nos veríamos en los estrados de la justicia. Estaba furibunda, graciosamente enojada, pero el asunto, creíamos nosotros, no era para tanto. No volvió, y no publicamos más como desde luego era nuestra decisión.

Aquella vez, una de las flores ensalzadas y admiradas estaba enojadisima, y la espinita de la rosa, si ella fuera eso, salió a relucir. Pero he aquí que no ha pasado nada, salvo la risueña presencia de la musa.

Julio D. Sánchez: ya que he mencionado a este músico, bohemio a carta cabal y liberal de alma, excombatiente de la guerra chaqueña, pongo a continuación un escrito mío que esta en la Página Digital de FA-RE-MI (www.musicaparaguaya.org.py) Ver en: Del Paraguay Profundo. 1ra. Parte. Dice así:

Luego de la desgraciada guerra civil paraguaya (1947) proliferaron en los barrios de Asunción, las llamadas Guardias Urbanas, grupos simpatizantes del Gobierno, vencedor -?- de dicha contienda. Al caer la noche salían a recorrer las calles para exigir “documentos”-!- a los transeúntes.

En la esquina de las calles Avda. Choferes del Chaco y Las Perlas (Barrio Recoleta), existía un almacén que vendía caña al “menudeo” (caña: aguardiente hecho de caña de azúcar, que si no es medíana calidad, roza al alcohol). Julio D. Sánchez, conocido liberal, aunque nunca hiciese campaña proselitísta, entró a dicho lugar para hacer una visita a “La Blanca” (la caña). Entre charla y charla, traguitos van, traguitos vienen, la noche fue cayendo -era en el corto invierno paraguayo- sobre la ciudad capital. El hombre estaba ligeramente “ampintonado” (camino a embriagarse), situación de la que nunca pasaba, Su casa quedaba a cien metros, apenas. En eso irrumpe en el lugar un grupo de la Guardia Urbana (4-5 personas), y a viva voz exigen “documentos”! Como don Julio era la única persona que se encontraba en el mostrador, y viéndose perdido, como si lo hubiesen cazado irremedíablemente, alicaído, respondio: Adiós mante sacó-hú (“Adiós mi saco negro”, que era el que tenía puesto), pues sabía que iba a ir a la comisaría para aclarar su situación. Como era un viejo conocido del barrio, y además querido, no le exigieron nada. Le dijeron que como ellos iban “hacia arriba” (dirección a Villa Morra, donde quedaba su casa), se ofrecían para acompañarle.

Aceptó inmediatamente el convite, y luego de pagar su consumo, y dar las buenas noches, dijo que era la primera vez en su vida que iba a llegar a su casa “con absoluta seguridad”.

No hace mucho -1996-, y a iniciativa de FA-RE-MI, una calle de la ciudad de Asunción, cerca de 50 metros donde viviera don Julio, lleva su nombre. Creemos nosotros, que también los héroes anónimos de la vida díaria, deben recordarse.(bgs).

Es de justicia mencionar al concejal que presentó la minuta para designar con el nombre de este músico una calle en la capital: El Arq. Jorge Rubiani.

Reafirmó así su permanente inquietud y dedicación por nuestra bella ciudad de Asunción, en particular (veáse su importante libro: Postales de la Asunción de antaño; setiembre/1999), y en general, por el rescate orientativo e informativo de nuestro pasado histórico.

Rescatando a Emiliano R. Fernández

Allá por la década del 50´ era muy poco lo que se sabía de este héroe civil, en las ciudades más pobladas de nuestro país. Lo conocían más en las campiñas, los excombatientes de la guerra del Chaco, los músicos andariegos que cantaban sus versos. Todavía no estaba de moda como hoy día, donde se le ha reivindicado, sino totalmente, gran parte de su brillante trayectoria en el arte popular.

Hoy tenemos hasta especialistas en temas de Emiliano, y la bella ciudad de Guarambaré le rinde un permanente homenaje, y esto, en gran parte, gracias al Arq. Alfredo Vaesken, un baluarte defensor de las cosas nuestras. Pero como digo, esa no era la situación años después de su muerte, alevosa por cierto, el 15 de setiembre de 1949, en el Hospital Militar, como consecuencia de un bala artera que se le disparó por la espalda en el bar Mberú´í, barrio San Antonio.

Como antiguo vecino del barrio Recoleta, conocí y conozco a varios pobladores que tienen que ver con el cementerio. Y allí, un día me entero que los restos mortales del esclarecido vate guaraní descansan en un panteoncito, de otra persona, casi medio desapercibido, digamos. Grande fue mi sorpresa.

De inmedíato escribí varios artículos en FA-RE-MI, y comenté a diestra y siniestra, inclusive en radioemisoras, que el mismo debía de tener su propio panteón, etc. Unos albañiles recoletanos, que habían conocido personalmente a Emiliano, y con la prédica valiente y tenáz de Juan Bernabé, en Radio Comuneros, una de las emisoras más sintonizadas, se inició la colecta popular para la compra del terreno, los materiales, etc. No pasó mucho tiempo, y el hermoso panteón estaba terminado. Estaba al final de una de esas callecitas del cementerio, casi ya pegado a la muralla que divide al cementerio Italiano.

Se hizo el traslado, y se colocó una lápida de mármol con su nombre, y también los nombres de los que tuvieron la iniciativa, y de los albañiles, que obvio es decirlo, trabajaron gratis. No figuró mi nombre ni el de FA-RE-MI. “No importa” me dije. “El héroe del Regimiento 13 Tuyuti, sabe muy bien como se inició este asunto”. Nada que objetar. Obras son amores, y no bellas palabras.

No hace todavía mucho, se hizo el traslado definitivo a su pueblo chico, en justiciera reinvidicación, a la hermosa Guarambaré, pues él nació en Yvy Sunú; donde una estatua honra su memoria para las generaciones venideras, para hablar de su amor a la Patria Grande, que siempre había soñado.

Confirmando todo lo antedicho, escribí un artículo, como queda señalado, sobre el ilustre guarambareño, y que salió, cuando él todavía no era muy conocido para la ciudadanía en general, en el Nº 7 de FA-RE-MI, del mes de setiembre de 1955, a seis años de su deceso. Está escrito con la vehemencia de la juventud, y con el fervor de eso que hoy día muy pocos conocen o ya no vibran con ella, sentido de patriotismo (pero no patrioterismo); y tal vez algunos adjetivos se hayan disparado, y las concordancias no siempre ajustadas a la regla gramatical. No importa. Se escribió con sinceridad.

He aquí el escrito:

Y…se llamaba…Emiliano R. Fernández

 

Escribe: Sagaber

Helo aquí el intérprete genuino de la inquietud popular de toda una generación. Su nombre a la justiciera medida del tiempo, ya como lo dijo Bourlowe: “El tiempo es el precio de la eternidad”, va cobrando inmensidad de gigante.

Es que hoy día hemos podido, quizás, interpretar con mayor amplitud la imperecedera obra que nos dejó este zorzal guaraní, que en monumental sentir del Píndaro, trasuntó en eternas melodías, la inquietud de todo un pueblo, de toda una raza. Si uno se detuviera y observara atentamente todos los recodos de los caminos que recorrió con el único fin de adentrarse en el corazón de sus semejantes, se tendría la infinita medida de un apóstol, sin más túnica que su alma. Poderosa túnica. El representó como ninguno la estampa fiel de nuestra música nativa, de aquellos músicos, eternamente rezagados, que en el comienzo del siglo, cantaban con toda placidez y con el sabor de la tierruca en el alero de algún ranchito de paja, como sosiego y sedante a la dura faena campesina.

El trasuntó esas inquietudes en pentagramas inigualables, por cuanto sus melodías, llevan un sello personalísimo, y ya desde cualquier distancia que las oigamos ya decimos que es de él y nada más que de él. Se dijo, que a sus versos le faltaba la métrica y que abundaba en cacofonía innecesaria. ¿Pero me pregunto si ahí estará la clave para pasar al recuerdo y veneración colectiva de todo un pueblo y por ende traspasar el umbral de la inmortalidad? Si efectivamente esa es la clave de mantener en perenne tensión a multitudes, ¿por qué son muy contados los que consiguen hacerlo? Y muchos intentan escribir como él escribió, pero cuantas veces lo hicieron, se granjearon la rechifla nacional. Es que, este guitarrista, poeta, etc., sea como sea el título que le otorga la posteridad, exteriorizó en singular manera y en todas sus formas, esas ansias anímicas que rebozan en el alma de la raza indómita. Extractó de una manera tal la sensibilidad de sus semejantes que al traducirlo en melodías, tradujo el sentir de su pueblo. Es que poseía esa virtud maravillosa que le acreditaba bajar sin retaceos a la alcantarilla del alma. Una vez llegado ahí, cargaba en su alforja de ensueño de repletas verbas celestes. Salió a recorrer una y mil veces las campiñas y los arrabales guaraníes, ahí lo fue desgranando como él sólo sabe hacerlo.

Y este ruiseñor del folklore guaraní, que solo recibió halagos esporádicos del abolengo aristocrático, no tuvo más complacencia y satisfacción que el aplauso del vulgo, de su pueblo, supremo y severo tribunal de la historia. Hoy, al cumplirse un año más de su llorada desaparición terrenal, el 15 de setiembre de 1949, ese mismo extracto y esencia del pueblo que él tanto lo comprendió, depositará solamente ramos de margaritas sobre su tumba. ¿Mas que podemos llevarle? ¿Coronas de azahares, guirnaldas de orquídeas? NO!

Bien sabemos, que él se alegrará más con ramitos de margaritas, de flores sin nombre, recogidas a las veras del camino. En tanto, nosotros, en supremo homenaje, en silencio de éxtasis, recemos una oración: mientras en la inmensidad del firmamento azul, siembre una violenta tempestad y con furia tremenda, golpee algo, pidiendo postrer justicia para él. Mientras un ser anónimo, no importa quien sea, cabizbajo diga:

...Y se llamaba...Emiliano R. Fernández!

Luis Alberto del Paraná

Ya que me he referido al gran Emiliano, no podía dejar de mencionar a este trovador que naciera en Altos y que falleciera en Londres. Este cantor, que un buen día el padre Ernesto Pérez Acosta, le escuchara cantar ”bajo un árbol, como un ruiseñor..” tuvo una relación bien tempranera con FA-RE-MI.

Sin temor a equivocarme puedo asegurar que la formidable proyección mundíal que él y su conjunto Los Paraguayos, tuvo en Paraguay, se debe en gran medida, a nuestra revista escrita y radíal, hecho que él mismo reconoció en vida, y públicamente. Sin desmerecer, desde luego, a los otros medios locales que también justiciera y generosamente, se hicieron eco de este emblemático artista.

Ya en mi libro biográfico sobre el mismo, me he acercado bastante, pero no en forma tan exaustiva, a su vida artística. Pero de alguna forma quería recordarle en estos desprolijos recuerdos, y por eso elegí un escrito que está en ese libro referido; y que luego fue publicado también en libros, y en diarios de nuestro país. Dice así:

 

Paraná también era una fiesta…

“Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace”

(Federico García Lorca) -x-

Agotó rápido el tiempo, su tiempo, éste, celoso como siempre, permitió solamente cuarenta y ocho vueltas del calendario. Empezó a volar un 21 de junio, en Altos, no lejos de “su” lago Ypacaraí, para luego detenerse con luces propias, en el No. 34 de Pembridge Gardens, un día otoñal de Londres, un 15 de setiembre de 1974, un domingo, 9 de la mañana (mismo sabiendo que el otoño comienza el 22 de setiembre...)

No respetaba el dinero ni la muerte. Era religioso -en su particular manera- y amantísimo padre. A través de su madre, Doña Jacinta, imagen siempre presente; respetaba y amaba aquel Más Allá, donde van los justos. Porque “aquí” en la tierra ya se cocinan los “malos (decía Paraná, para los amigos: Titito). Quería el dinero, pero no para él, sino para dar. Quería dar siempre. Y, milagro, sus manos, las más de las veces, estuvieron llenas: él, que apenas tuviera juguetes y albergue cuando niño, huérfano del afecto de un padre...que „un día se fue para no volver...“. La bolsa de su bondad era algo sin fondo. Porque en la vida se recibe solamente para volver a dar. Esto lo sabía sin haber leído la Biblia; pero estuvo en Jerusalén, y hasta saludó a un Papa. Además, sabía que hasta el hombre más poderoso y rico del mundo, solo se llevará a su tumba una simple mortaja. Que la máxima fortuna es el recuerdo afectuoso de sus semejantes que no respeta tiempo ni espacio, para recorrrer sus pasos, y luego dibujarse una sonrisa de gratitud por aquel que se identificó con las cosas lindas de la vida, y de su Patria. Ese era Paraná. Eso y mucho más. No somos moralistas. Sólo estamos recordando al cantante paraguayo más famoso de todos los tiempos.

Encontrarlo era una fiesta. En el barrio Pinozá o en Cracovia, en Manila o en París, en Venecia o en Taipei; en un ranchito del Alto Paraná o en los estrados del Palacio de Buckingham. Le daba igual. No por aquello de que necesariamente tenía que “pagar los gastos”. Así cualquiera es simpático. Al contrario. Así como la reina Juliana de Holanda o Fabiola de Bélgica, también el mita´í (1) lustrabotas -ilustre inquilino de la Chacarita-, o la alojera-chipera -distinguida dama de Luque- del estadio de Puerto Sajonia, podrían reírse con él, con esa risa fresca y sincera, cristalina como esos arroyitos sonoros de las selvas paraguayas, como el Mburicaó legendario que nos describiera tan magistralmente Víctor Montórfano. Naturalmente, sin “ese mandarse la parte”, que ya sabemos quienes son, pues las universidades no acortan las orejas. Tenía un “ángel”, como se dice en España; ese algo carismático que, si uno busca, jamás lo encuentra. Ya se sabe, no está afuera, sino dentro de uno mismo.

Aciertos y errores iban parejos en su trajinar laberíntico, pero, a la hora última, los primeros galoparon firmes y confiados en la recta final, y más de uno, en un tapy´ï (2) enclavado en los valles guaraníes, le llamó simplemente “inmortal”.

Amó y fue amado por muchas mujeres. Mainumby-mí (3) guaraní, ya que no Cabure-í (4) devorador. Como hombre desordenado que era, no hizo testamento, ni exigió documentos a sus numerosos acreedores (los que se auto-denominan importantes, para entendernos).

Y, a pesar de todo, Luis Alberto, el Meza-í (no era de gran estatura) y el Carlos Prince que recuerdan los de antes, ya sabía todo eso. Para él, como por ejemplo, para Pablo Casals, la vida es una fiesta, un compromiso y un desafio…que debe ganarse todos los días, cuando se trae un mensaje de bien, de amor hacia sus semejantes. Lo que brilla importa poco. Lo que se trae en el corazón es lo que vale.

Era una fiesta, porque no negó jamás su raza milenaria: recordó siempre su querida tierra desde los confines más remotos del mundo, y ante cualquier auditorio. Era patriota sin ser patriotero. Acierta Paco Bonello, jefe de la sección Española-Iberoamericana de Radio Nederland (Hilversum, Holanda), cuando dice:”Fue embajador de la Amistad, que hizo de su Patria, físicamente chica, una tierra musicalmente grande” (programa radíal internacional alusivo a Paraná; setiembre 1974.-Copia de la cinta magnetofónica obra en nuestro poder).

Como hijo de campesino, amó el campo con fervor; y suspiró por las estrellas en sus andanzas de bohemio impenitente y Gran Trovador, ruiseñor sin igual.

Sí, Paraná también era una fiesta…

Copenhague, julio 1977

-x- Llanto por Ignacio Sánchez Mejías-Alma Ausente-.

Trad. Palabras guaraníes al castellano: (1) Mitá´í (chicos, criaturas): (2) Tapy´ï (casa, rancho, morada); Mainumby-mí (picaflor); Cabure´í ( pájaro: pequeño, rapaz, encantador. Sus plumas son codiciadas por suponérseles poder mágico).

Mi amigo, cantor, guitarrista y poeta, Carlos Sosa, también fallecido, escribió esta canción expresamente para Paraná, y que con el permiso de su hija, la periodista Marlene Sosa Lugo, me permito transcribirla como colofón ideal a esta recordación.

MI RETORNO

He vuelto a mi patria porque ya no pude
resistir la ausencia de mi mborayhú
que ayer me acunaba con toda ternura
dándome las flores de su cunu´ú.

Y al llegar al puerto yo quise abrazarla
besarla y decirle: aýuma mamá;
mas todo fue en vano porque Ñandeyara
ajhechavé´ynre chupé oguerajhá
.

Sólo me consuelan hoy nuestras costumbres
que en toda mi gira máro ndayujhúi;
la guapa burrera, la bella alojera
y la chiperita na imboyoyajhái.

Pasé muchos años sin ver al labriego
con su inigualable sombrero pirí;
y a las campesinas con manos de hada
bajo la enramada tejer ñandutï.

Recorrí ciudades, Nueva York y Tokio,
París, Roma y Londres nico omimbipá
pero no te igualan mi Asunción florido
y quiera el destino co´ápe apytá.

Y aquí entre tus cerros, tus montes, tus ríos,
tus verdes praderas llenas de amambay;
quiero que la muerte me sorprenda un día
cantando guaranias a mi Paraguay.

(x) Del libro: “FA-RE-MI, TEY´ÏN Y OTRAS VIVENCIAS”; setiembre 2001 (Asunción, Paraguay).

El libro se puede adquirir en las sgtes. direcciones (entre otras) en Asunción, Paraguay:

1. Despensa Astoria, Avda. Petirossi No. 570; Telf. (0059521) 233-733.
2. Librería El Lector, Plaza Uruguaya; Telf . (0059521) 491-966/662-863.
3. Librería Expolibro, Plaza Uruguaya; Telf . (0059521), Telf/Fax: 442-855
4. Librería Intercontinental, Caballero 270, c/Mcal. Estigarribia; (0059521) 496-991;Fax: (0059521) 448-721. E-Mail: agatti@pla.net.py