(Estas fotos debemos a la cortesía del fotógrafo Víctor Álvarez)

 

LAS MISIONES DEL PARAGUAY…UNA UTOPIA DESAPARECIDA

por: C.J. Mc Naspy

Si usted ya vio el galardonado filme Mision, de Joffe, es difícil que haya que apurarlo demasiado para que visite algunas de las ruinas de aquellos enclaves jesuíticos en Paraguay, las Misiones, situadas en las inmediaciones de las cataratas de Yguazú. Si bien no todos los detalles del gran filme concuerdan exactamente con la historia, lo reflejado en el texto del autor de la obra, Robert Bold, sin dudas se acerca a lo que realmente ocurrió en aquellos lugares. Es algo semejante a las obras históricas de Shakespeare o a la adaptación de la vida del genial músico Mozart en “Amadeus”.

Mucho antes de que Paraguay lograra su independencia, en 1811, había ganado merecida fama a causa de las misiones de los jesuítas, tema de la película en cuestión. La excepcional empresa había suscitado el interés de historiadores, antropólogos, poetas y dramaturgos tan diversos como Voltaire, el Poeta laureado ingles Robert Southey, el pensador escocés R.B. Cunninghame Graham, el dramaturgo austriaco Fritz Hochwälder, para no mencionar al yerno de Carlos Max, Pablo Lafargue. Todos ellos alabaron grandemente la experiencia de las Misiones, acaecida en Paraguay, a las que llamaron en repetidas ocasiones “Reducciones”.

El término Reducciones, aunque no se utiliza en el filme de Joffe, o en el documental filmado años antes por mi colega Robert McCown y el que escribe, se puede encontrar todavía en libros de textos y dicccionarios. Si bien estrictamente hablando ellas son “básicamente” misiones, en el mismo sentido que las eran las misiones franciscanas en California, pero debido a las actividades diferentes de aquellas en Paraguay, otras denominaciones podrían también usarse para denominarlas, por ejemplo estaciones misionales, cooperativas o incluso kibutz. El sabio Voltaire las describió con entusiasmo como “triunfo de la humanidad, que expiaban las crueldades de los primeros conquistadores”.

Estas 30 misiones fueron muy conocida en Europa por cerca de un siglo y medio (desde 1609 hasta 1767) y fueron habitadas por los indios guaraníes en las regiones de Paraguay, Argentina y Brasil. La población promedio de las misiones iba desde 4 hasta 6,000 personas guaraníes bajo la tutela espiritual de dos o tres jesuítas que convivían con ellos. Con toda seguridad, al menos diez misiones eran conducidas al mismo tiempo por el mismo grupo de sacerdotes jesuítas en lo que actualmente es Bolivia, con indios Chiquito y Moho.

Mi particular interés en las Reducciones Paraguayas comenzó hace más de 50 años atrás, cuando leí la obra clásica de Cunninghame Graham “Una desaparecida Arcadia”, pero nunca soñé con la posibilidad de visitar lo que ha quedado de ellas. Fue una larga conversación con Lucio Costa, el planificador de la ciudad de Brasilia, lo que primeramente me alertó de la tremenda importancia de los restos arquitectónicos y esculturales que aparecen en este artículo, luego de haber sobrevivido durante siglos.

Otro artista por el que siento especialmente en deuda es Casimiro Irala, jesuíta, altamente considerado a todo lo largo de Paraguay y de Brasil como un excepcional músico litúrgico, y hoy en día un líder espiritual de dos de las misiones actuales en el área, Trinidad y Jesús. El padre Irala me aseguró que había mucho que ver entre las cataratas de Iguazú y los restos de las Misiones a ambos lados del río Paraná. Su amigo José Marx, S.V.D. me inició en estos sorprendentes lugares y luego nos ayudaron a Robert Mc Cown y  a mí a filmarlos para nuestro documental. Los extraordinarios programas de luces y sonidos en San Ignacio Miní y en Trinidad son debidos en gran parte a la inspiración del padre Irala y Marx.

Una visita a los principales lugares de las misiones, principalmente los que se encuentran en Paraguay, es mucho menos difícil que lo que lo era hace unos 15 años. Casi todas las ruinas están ligadas entre si por caminos pavimentados, y los sitios se encuentran perfectamente delimitados. Si el visitante comienza lo que verdaderamente puede ser catalogado de un peregrinaje por estos sitios a partir de la catedral de Asunción, donde el primer santo canonizado en Paraguay, Roque González de Santa Cruz sirvió antes de convertirse en jesuíta, y luego visitar la capilla donde el corazón de Roque es venerado en la cercana iglesia del Cristo Rey, verdaderamente se sentirá preparado anímicamente, para el viaje de dos horas que le separa de la ciudad de San Ignacio.

San Ignacio (llamado Guazú o “grande” ya que es más antiguo que San Ignacio Miní en la parte argentina del Paraná) tiene un espléndido museo donde los visitantes provenientes de diversos países coinciden. Al igual que otros museos de las Reducciones, este es más propiamente un sitio de catequesis,  que expresa el sentido de la misión de los jesuítas. En este caso, se puede admirar imágenes sagradas de la creación y de la redención, entre las de El Niño Jesús Alcalde y tal vez la más expresiva imagen que se pueda encontrar en parte alguna de San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden Jesuíta, y que expresa planamente la mezcla del misticismo con su apostolado.

Si el viajero tiene tiempo para visitar la cercana Santa Rosa (La famosa santa patrona de Lima e Hispanoamérica), Santa María, Santiago, y San Cosme antes de ir a Encarnación (llamada Itapá) encontrará muchos hoteles donde reposar antes de la visita a Trinidad y Jesús. Luego de servir de guía yo mismo a muchos grupos de turismo en estos lugares, recomiendo que primeramente se visite Jesús y posteriormente Trinidad, que es mucho más compleja y grande. Jesús, aunque incompleta, fue la última misión que se  edificó en Paraguay y es una clara representación de la influencia del estilo morisco en la arquitectura, conocido como mudéjar, de la que es reflejo. Fue edificada por Pedro de Ribera, uno de los principales arquitectos españoles de entonces.

Por otra parte Trinidad si quedó terminada definitivamente y es principalmente la creación de Giambattista Primoli, arquitecto milanés eminente que llegó al área de las misiones paraguayas en el año 1716 conjuntamente con otro Hermano jesuíta arquitecto, protegido de Borromini, y que trabajó con Primoli en numerosas iglesias en el cono sur de América.

Aun otro jesuíta italiano, el distinguido compositor toscano Domenico Zipoli, llegó a estos lugares coincidentemente con ellos en el mismo convoy y sirvió por el resto de su vida como misionero musical.

Fue realmente una feliz ocasión, cuando en la iglesia de Trinidad el 25 de mayo  de 1986 un grupo de músicos paraguayos conducidos por el maestro Luis Szarán e Isis de Bárcena, presentaron la Misa de Zipoli, compuesta en el Paraguay, por primera vez en cerca de dos siglos, con motivo de la misa solemne y pontificia celebrada por el obispo de Encarnación. Nunca había sentido yo más profundamente el significado de las misiones del Paraguay, que entre casi mil devotos que habían hecho el peregrinaje desde todo el país e incluso de los paises vecinos que una vez fueron servidos por las misiones paraguayas.

Para culminar esta peregrinación, sugiero una de entre muchas posibles opciones. Se puede continuar por la bella carretera en la nueva autopista a lo largo del Río Paraná y hasta las cataratas de  Iguazú, o por encima de la más grande presa hidroeléctrica del mundo, recientemente construída en Guairá. En cierta ocasión me sentí un ser privilegiado ya que estuve presente en el descubrimiento de la reducción perdida de Belén. Otra opción podría ser el volver a Encarnación y cruzar hasta Posadas por el recientemente finalizado puente dedicado a San Roque González de Santa Cruz, el primer mártir canonizado que naciera en el país y que felizmente fundara ambas ciudades hoy comunicadas por esta imponente estructura.

El poeta laureado de Inglaterra Robert Southey, quien fue también dotado en las artes de la historia, insufló su entusiasmo por las Misiones Paraguayas en su poema épico “Historia de Paraguay”:

En el mapa triste de la historia, el ojo sobre el Paraguay como sobre un sitio soleado, puede quedar complacido: A la Humanidad. Allí, y solamente allí, una suerte pacífica fue otorgada, por ambición no turbada. Por avaricia no degradada, de cuidados exenta, por pasiones peligrosas no molestadas.