22. Parte

"Es linda nuestra tierra cuando el sol surgiendo vá,
y anuncia la mañana
en el canto del zorzal.
Es linda nuestra tierra
cuando el sol bajando vá,
y un lucero en el cielo
nos invita a soñar" (x)

 

 

 

 



De la canción Es linda nuestra tierra,
de Manuel Frutos Pane y Eladio Martínez

DEL PARAGUAY PROFUNDO


OBRA SOBRE LOS NIVACLÉ RESUME CUARENTA AÑOS DE INVESTIGACIONES

Se publica "¡Palavai Nuu!", la obra póstuma de "Gato" Chase Sardi (x)

La obra póstuma de Miguel (Gato) Chase Sardi, "¡Palavai Nuu! Etnografía nivaclé" fue presentada el martes último en el Centro Cultural de España "Juan de Salazar".

El hecho puede ser considerado de especial importancia dentro de una historia cultural, ya que los dos volúmenes, en que está dividida esta obra, reúne una buena parte de los trabajos de investigación que realizó Chase Sardi, uno de los más brillantes antropólogos paraguayos, a lo largo de toda su vida.

"¡Palavai Nuu! Etnografía nivaclé" se compone de dos tomos con más de mil quinientas páginas en total. Se presentan aquí los resultados demás de cuarenta años de investigaciones de campo y estudio sobre el pueblo indígena Nivaclé o Chulupí del Chaco.

Personas allegadas al antropólogo señalaron que Chase Sardi se dedicó a esta obra con gran meticulosidad, cientificidad y amor hasta los últimos días de su vida. Antes de morir, le encargó a José Zanardini, del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica (CEADUC), que realizara una última revisión de los originales y se ocupara de publicarlos.

Miguel (Gato) Chase Sardi, falleció en el mes de marzo de 2001.

La impresión de estos dos volúmenes corrió por cuenta del Centro Cultural de España "Juan de Salazar". Esto posibilitará que el libro sea distribuido gratuitamente a las universidades, bibliotecas, instituciones indigenistas y estudiosos de la materia, de acuerdo a una lista que fue elaborada por los responsables.


Datos biográficos

Miguel Chase Sardi nació en 1924 y falleció en Asunción en marzo de 2001. Cursó sus estudios secundarios en la "Scuola Italiana Regina Elena" de Asunción; ingresó al Colegio Militar y después de la Revolución del 47 fue expulsado del país. Esto le llevó a vivir en el exilio durante varios años, primero en Corrientes (Argentina), luego en Buenos Aires y Sao Paulo (Brasil). En ese tiempo hizo amistad y frecuentó cursos con destacados antropólogos como Herbert Baldus, Egon Schaden y Müller. Fue coordinador del Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica por más de treinta años y, con Adriano Irala Burgos, fundó la revista "Suplemento Antropológico" que continua sus publicaciones hasta hoy día.

Fue co-redactor y firmante de la célebre Declaración de Barbados y director del Proyecto Marandú. Organizó el Primer Parlamento Indio Americano del Cono Sur en 1974. Dictó conferencias y cursos en varias universidades americanas y europeas.

Publicó más de doscientos artículos científicos. Entre sus libros recordamos: "Situación actual de los indígenas del Paraguay", "Pequeño Decamerón Nivaclé", "Derecho consuetudinario chamacoco", "El precio de la sangre".


Es co autor de varios libros, entre ellos: "Folk Literature of the Nivacle Indians", "Situación socio-cultural, económica, jurídica, política actual de las comunidades indígenas del Paraguay", "El gateo de los nuestros", "Literatura erótica del Gran Chaco", "Indios del Paraguay", "Indios y Mercosur", "Textos míticos de los indígenas del Paraguay".
En 1993 recibió la Mención de Honor del premio Bartolomé de Las Casas de España y en el año 2000 recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Asunción.

Jesús Ruiz Nestosa

(x) Del diario ABC COLOR (Suplemento Cultural), 18 de octubre de 2003 (Asunción, Paraguay)

Más información sobre Miguel Chase Sardi, hacer click sobre lo subrayado.

HOMENAJE A UN ESTADISTA

Un poco tarde, pero con justicia (x)

"Eligio Ayala perdió la vida el 24 de octubre de 1930, en una obscura refriega de índole pasional, en una romántica y dramática aventura de barrio; pero murió en su ley y como un hombre: murió matando, y en defensa de su dignidad ultrajada. Sobrevivir a aquel lamentable episodio de crónica policial, hubiera sido más lamentable que los dos tiros de pistola que acabaron con su vida. Pero la muerte es fenómeno natural para el hombre; lo tremendo es vivir sin dignidad, o perecer sin lucha". (Arturo Bray)

Doctor José Eligio Ayala.

El doctor José Eligio Ayala es, en la historia paraguaya, una de las figuras más respetadas, tanto por sus correligionarios como por sus adversarios políticos. Fue el hombre que durante su gestión tomó las medidas pertinentes para poner a la República en estado de alerta y presta para enfrentar las amenazas que, entonces, se cernían sobre su integridad territorial.

Hasta hace unos años, la casa donde vivió Eligio Ayala se mantenía tal como era en el momento de la tragedia.

Esa eficaz tarea realizada le valió, una vez concluido el periodo de su gobierno (1924-1928), que en la administración siguiente, el doctor José P. Guggiari lo nombrara miembro de su gabinete para seguir con la tarea empezada.
Si bien su presencia en el gobierno -tanto desde la primera magistratura como desde el Ministerio de Hacienda- era molestosa para algunos sectores, especialmente económicos, la ciudadanía en general apreciaba en su justa medida las decisiones tomadas por el doctor Ayala para encauzar debidamente la maltrecha economía de un país salido recientemente de una dramática guerra fratricida y, en aquellos meses de 1930, sufriendo los efectos de la crisis económica mundial, ocasionada por los conocidos sucesos de 1929, en la Bolsa de Nueva York.

En la actualidad, tiene una mole adosada a ella. En este sitio se inaugurará el busto en homenaje del estadista.

El "Breve" -como alguien alguna vez con ironía le bautizó, aludiendo a su estatura-, no era simpático a nadie. Pero la efectividad de sus decisiones y de sus acciones le valieron el reconocimiento de la mayoría de sus compatriotas; aun a décadas de su prematura muerte, el 24 de octubre de 1930, sigue mereciendo el aplauso sincero de los paraguayos.
La conducción exitosa de la guerra paraguayo-boliviana (1932-1935) fue la confirmación de la eficacia de su administración.

Postergado homenaje

De aquí salió el doctor Ayala aquel fatídico 23 de octubre de 1930, para dirigirse a la casa de su amiga a enfrentarse con la Parca.

Pero ese reconocimiento colectivo de todo un país, nunca se concretó en algo tangible. Hasta hoy es solo una "entelequia", como se acostumbra decir irónicamente (aunque, en realidad, recién ahora empieza a serlo). En Asunción y otros puntos del país, además de una calle bautizada con su nombre, casi no existe otro homenaje a su memoria. Pero, a setenta y tres años de su trágica desaparición física, un grupo de connotados ciudadanos decidieron hacer justicia por propia mano. Mejor dicho, por intermedio de la mano -y el talento- de un conocido escultor compatriota, Gustavo Beckelmann, a quien se le encargó moldear en el bronce de las glorias, la efigie del prócer.
No fue fácil llevar a la realidad esta empresa justiciera. Tenía su costo, además de otras dificultades, especialmente técnicas. La relativamente abundante iconografía "ayalística" le presenta casi siempre de frente, pero para realizar una exacta representación de su efigie, se necesitaba el perfil del homenajeado. El acceso a una rara fotografía que le muestra de perfil, resolvió la dificultad que parecía insalvable, y que posibilitó que don Eligio sea eternizado en el bronce con la mayor fidelidad escultórica posible.

Hoy, esa casita ya no existe. Un moderno edificio de departamentos se levanta en el sitio.

Así, pese a algunos tropiezos y algunas indiferencias, se llegó a buen puerto y el próximo 24 de octubre, en un merecido acto de justicia, se descubrirá el busto en el que se concretará un postergado homenaje a aquel gobernante de fuste que dio muestra de absoluta y abnegada dedicación a la cosa pública, y que fue en vida, una persona de "una integridad incorruptible y con absoluto desprecio por los gajes materiales de la vida", como se refirió a él un biógrafo.

Una tragedia nacional
La muerte del doctor Eligio Ayala enlutó a toda la comunidad nacional. Causó honda conmoción, más todavía por las circunstancias que rodearon al hecho.

Doctor Cayetano Masi.

El jueves 23 de octubre de 1930, luego de una agotadora jornada, primero en su despacho del Ministerio de Hacienda, luego en la recoleta soledad de su casa, don Eligio se encontraba exhausto y hecho un manojo de nervios.
Después de ingerir su cena, traída por una cocinera que vivía sobre la calle Toledo -quien le habría informado de algunas noticias de su interés-, se vistió de traje de calle, enfundó su revólver y bajó a pie por la calle Estados Unidos, dirigiéndose a la casa donde, instantes después, se desarrolló el capítulo trágico del drama, en Toledo (Primera Nueva, según nomenclatura de la época) entre Manuel Pérez y San José. Allí vivía Hilda Diez, una joven rubia treintañera, oriunda de Arroyos y Esteros, a la que le unía una relación sentimental.

Doctor Benigno Escobar.

Visiblemente alterado, luego de traspasar el portón de hierro, rodeó la casa e ingresó a la misma revólver en mano. Su intempestiva llegada desencadenó la tragedia. Si bien los detalles de aquel luctuoso suceso no trascendieron más que como rumores soto voce, don Eligio habría sorprendido a su amiga en flagrante traición amorosa con un lejano pariente suyo: Antonio T. Bareiro.
Se oyeron varios disparos de arma en lo que fue una inusual batida entre rivales. Bareiro cayó muerto en el acto. El doctor Ayala, fatalmente herido de dos balazos, apretándose la sangrante herida, salió de la casa, dirigiéndose dificultosamente hacia la calle España, donde en las cercanías del Belvedere, tomó un auto de alquiler, o chapa blanca, como entonces los llamaban.

Los últimos momentos
A pedido suyo, el chofer lo condujo hasta la casa del doctor Cayetano Masi, sobre la calle Cerro Corá, adonde llegó a las 20:45. Trasladado urgentemente al Sanatorio Masi-Escobar, sobre la calle 14 de Mayo, entre Jejuí y Manduvirá (entonces llamada Salto Oriental), donde, a eso de las 21.30 hs. es intervenido quirúrgicamente, además del doctor Masi, por los doctores Benigno Escobar, Pedro de Felice, Fernando Abente Haedo, Rogelio Alvarez Bruguez y Manuel Giani.

Casona donde funcionaba el sanatorio en la calle 14 de Mayo entre Jejuí y Manduvirá. En este lugar expiró el doctor Ayala.

Según informaciones periodísticas, "el traje (de Ayala) tenía rastros de un tiro en la parte superior de la solapa, otro rastro en la manga del saco con orificio de salida y finalmente una herida causada por un proyectil que le atravesó los músculos del antebrazo y penetraba a la altura del hígado".
Rápidamente la infausta noticia cundió, haciéndose presentes en el sanatorio el presidente Guggiari, sus ministros; amigos del herido, sus hijos Abelardo y Anastasia Ayala, habidos de su relación con Rosaura González y Candelaria Duplánd, respectivamente.
El estado del herido era grave: tenía el hígado partido, un riñón dañado y cuatro perforaciones en los intestinos.
Pese a los esfuerzos médicos, luego de una larga noche, Eligio Ayala fallecía al día siguiente, alrededor de las 14.30 hs.
Ya al final de la tarde, su ataúd fue trasladado al palacio de Gobierno, donde se realizó el velatorio. Una larga fila de dolientes desfiló ante él para dar su adiós postrero al respetado hombre público. Entre ellos, una anciana llegada desde el entonces lejano pueblito de Mbuyapey: su madre.
Don José Eligio Ayala fue hijo de doña Manuela de Jesús Ayala y de don Mariano Sisa. Era hermano gemelo de Emilio de Jesús Ayala, y hermano de padre de Eliseo, Juan Pablo, Juan Bautista y Manuel Sisa.
Había nacido el 4 de diciembre de 1879. A la hora de su muerte, estaba por cumplir 51 años.

Retrato
Según el coronel Arturo Bray, edecán del doctor Ayala durante su presidencia, "el señor don Eligio no era, por cierto, hombre dado a sacar la lengua a pasear con frecuencia; prefería desahogarse por escrito, no dando descanso a la pluma, repartiendo mandobles a diestra y siniestra, así cayeran Sansón y todos los filisteos, entre esquelas y cartas de cáustico humorismo y puñaladas a granel. De esa manera, nuestro diario coloquio se reducía a un "buenos días, señor presidente" al saludarlo por la mañana y un "hasta mañana, señor presidente" al despedirme de él; la contestación era asimismo lacónica: "buenos días, capitán" y "hasta mañana, capitán". Algunas veces cuando llegaba a su casa algo más temprano que la hora fijada -6 de la mañana- condescendía a invitarme a participar de su desayuno, pero como me tenía sabido en qué consistía el tal desayuno -un par de huevos pasados por agua y un pocillo de café negro- le sacaba el cuerpo a la presidencial gentileza".
(...)
"Sus labios plegados en un gesto de desdén trasuntaban el escepticismo de un espíritu sardónico. Con su burlona sonrisa de rictus displicente se desquitaba de las maldades del mundo y de sus semejantes. Una soledad de arena y sol, soledad entre desahuciados adulones y complacientes alabarderos, hizo que se retrajera y parapetara detrás del muro de su rica vida interior, que muchos llaman intemperancia, acritud o misantropía, porque los espíritus mezquinos no atinan a penetrar en los arcanos del solitario, muy por encima del discernimiento de quienes sólo existen para los mundanales halagos de la vida de relación, vacía, falaz y majadera...".
(...)
"Aquel de magra estatura y enjutas carnes era un estadista en el amplio sentido de la palabra, como nunca antes tuvo el Paraguay, ni antes ni después de él.
Fue el Lawrence de Arabia de nuestra historia política: idealista sin ser visionario, sobrio pero no puritano, osado sin llegar a la temeridad. Y presintiendo -como Lawrence- que sus desvelos culminarían en un desengaño fatal, por obra de los tontos y guerra a muerte de los ofuscados, fue al encuentro del destino trágico con ansias de liberación de un ambiente que se resistía a comprenderlo y valorarlo. Su exaltado amor propio -que no es orgullo en los hombres superiores- no pudo soportar el gratuito ultraje de la desbocada mediocridad, buscó y encontró el drama que puso término a su vida, con epílogo de sangre y solución de eternidad".

Bronce para la memoria
La confección del monumento en homenaje del ilustre estadista, fue posible mediante el aporte voluntario de las siguientes personas: Federico Callizo, Guillermo Peroni, Rafael Peroni, Fernando Peroni, Martín Heisecke, Manuel Battilana Peña, Pedro Peña Espínola, Esteban Burt, Ricardo Dos Santos, Roberto Quevedo, Juan B. Fiorio, Martín Burt, Manuel Peña Villamil, Jorge Castillo Lagrave, Raúl Díaz de Espada, Eugenio Vargas Peña, Rafael Alvarado, Miguel Adorno, Miguel Abdón Saguier, Enrique Saguier y Luis María Quevedo.   

 Luis Verón

(x) Del diario ABC COLOR (Revista), 19 de octubre de 2003 (Asunción, Paraguay).

 

 

NOTA: Los dos escritos siguientes pertenecen al mismo autor

Guavirá-mí (x)

por: Isaac Kostianovsky

(Periodista)

Hasta no hace muchos años acreditábamos merecida fama de catadores; identificar por el sabor, con los ojos vendados, todas las bebidas que aquí consumíamos, cuyo espectro no era tan amplio como ahora con la incorporación del promisorio ginsen coreano, el sake nipón, el pisco trasandino y cuantos licores se fermentan, destilan, maceran, mixturan y añejan en el planeta, comenzando por la caña autóctona, la del monopolio y la clandé. Antes de la tipificación oficial de nuestro aguardiente malicioso, podíamos distinguir una singular variedad de sabores por el cuidadoso, y honesto añejamiento a que lo sometían algunos productores y muchos consumidores, en sótanos y desvanes familiares.

La nobleza que dan los años a las bebidas más nobles solía acelerarse, con la caña paraguaya, mediante el aditivo de algunos frutos y hierbas silvestres; modalidad que también se aplica en países de más tradición alcohólica que el nuestro, como Dinamarca, de donde nos ha traído un amigo una equilibrada mezcla de hojas y pétalos de ciertas variedades de arbustos escandinavos, la dosis necesaria para transmitir mejor sabor y aroma a un galón de agua de vida. Hemos hecho la experiencia con "Parapití" y obtenido una pócima bastante potable, aun cuando nada que pueda asemejarse a una buena caña guaireña procesada con guavirá-mí y puesta a reposar un par de años, lejos de la luz y de los inspectores de Impuestos Internos.

Recordamos que, cuando niños, en algunas oportunidades nos allegábamos a un puesto de hierbas medicinales instalado cerca de las letrinas del mercado, entre lo que hoy son la fuente musical y el Hotel Guaraní. Allí, una mujer robusta, morenota, vieja y muy sabia, asistida por varios dependientes, recetaba y vendía cuanto la clínica vernácula aconsejaba para vencer cualquier mal, de los trastornos infantiles a las frustraciones seniles. La corteza de guavirá-mí ("Campomanesia" en el diccionario de Bertoni) se vendía a un peso el "puño" como llamaban al puñado, cantidad suficiente para dar color, bouquet y gusto, a una damajuana de la caña plebeya.

Nuestro padre, prudentísimo bebedor, oficiaba en ese tiempo de intérprete y traductor de los inmigrantes rusos blancos, tan provechosos al país por el aporte de su saber y su valentía. Algunos de ellos, cada vez que recordaban con nostalgia el vodka incoloro e inodoro de su valle, eran consolados con unos camambúes de la bebida que envejecía en un sobrado (!qué lindo arcaísmo!) especialmente construido al efecto.

Recordamos que, cuando una gripe invernal, nos asistía el doctor Weiss, que tiene merecidamente una calle por Villa Morra, gustaba deleitarse con unos sorbos de la caña de Iosef Issiakovich, como acostumbraba a llamar a nuestro progenitor.

En nuestra casa, la caña se servía en limeta de poco caudal, para que la visita se conformara con algunas pocas copitas. Pero una noche invernal, nuestro doctor llegó acompañado de un compatriota; para más júbilo de nuestro padre, de la región de Dnieper. Traía una sedienta nostalgia que nos obligó a recargar varias veces la garrafa.

Los chicos de la casa, que espiábamos desde otra habitación, nos maravillábamos de ver a aquel hombre, bastante joven aún, sorber con tanto deleite aquel néctar casero, a sorbos de cuatro o cinco camambúes, según nuestro entender.

Nos volvió a visitar a menudo mientras vivimos en Asunción y, la víspera de nuestro éxodo al Guairá, brindó largamente por nuestra salud.

Años después volvimos a encontrarnos con aquel bebedor de singular resistencia. Y, hasta su muerte, Taranchenko fue nuestro amigo.



La Esfera

Está visto que tampoco tenemos aptitudes para memorialistas. Al paso que vamos, nos veremos en la necesidad de destinar una columna al comentario y dos a la fe de erratas. Ya en oportunidad anterior, el sabio amigo Amaral nos enmendó, o remendó, buena parte del relato y ahora, por lo que acabamos de referir, otro amigo memorioso nos aclara que los libreros catalanes de nuestro tiempo lindo no eran tres, como decíamos, sino cuatro. Y, en efecto, más que venial es haber olvidado nada menos que a don Ramón, quien desde "La Esfera" se prodigó durante un tiempo en nutrir nuestra incipiente cultura con las baratísimas ediciones de Sopena, Maucci y Tor, a diez pesos el tomo y tres por veinticinco.

Cuando no eran tiempos de ingresos a escuelas y colegios, en que el amigo Solé Casas hacía su agosto con los textos, cuadernos y lápices, o los de vísperas de año en que hacía su diciembre con aquellas delicadas tarjetas postales, con palomitas, tiernos amantes y flores ilustrando conmovedores "versos-mís", podíamos pasar las horas muertas en su compañia, hojeando libros y revistas (entre éstas "La Esfera", prolija publicación española que le sugirió el nombre de próspero comercio).

Don Ramón nos decía que todos los escritores famosos no habían logrado brindarle los beneficios del "Triple Almanaque de los Sueños", "La Magia Negra", "La  Sibila" y los "Modelos de Cartas de Amor", literatura que en estos tiempos sigue compartiendo el éxito de los "Horóscopos", "Cómo Vencer a la Ruleta" y otros numerosos testimonios de nuestra insuperable estulticia.

Pero, no vendía libros pornográficos. Una mañana le escuchamos responder a un chiquillo que inquiría por las "Memorias de una princesa rusa", el más exitoso de los best-sellers:

-Esas porquerías, no.

Al margen de su sagacidad comercial, don Ramón Solé Casas era un idealista, como la mayoría de su condado. Se jactaba de ser leal a la "escuela moderna" de su paisano Francisco Ferrer, de cuyo fusilamiento poseía una versión fonográfica que alguna vez nos hizo escuchar en la vitrola del Café Central, continuo a su negocio.

Todos sus colegas y muy especialmente los pocos libreros del interior se abastecían de libros baratos en "La Esfera", que recibía todos los martes y sábados por la noche con los trenes internacionales. Su establecimiento, aunque pequeño, era una verdadera "mina de oro" en opinión de todos los comerciantes de 25 de mayo.

Sin embargo, muchos años más tarde, a nuestro retorno del penúltimo exilio, lo encontramos a don Ramón, viejo ya, con un pequeño quiosco instalado en uno de los baldíos de Palma, que hoy ocupan los coreanos con exclusividad. Las cosas le habían ido mal y comenzaba de nuevo, con sus mismas tarjetas postales, entre las que selecionamos antiguas escenas de costumbres paraguayas, vistas de Asunción y un amarillento "General Benigno Ferreira-Presidente de la República". Y, por supuesto, siempre con "La Magia Negra", las "Cartas Amorosas" y el infalible "Triple Almanaque de los Sueños", en las mismas ediciones de medio siglo atrás, en tiempos en que "La Esfera" era arrullada por el corochiré de una vieja vecina, al que Rosicrán dedicó su memorable

"Esquina Paraguarí,

Plaza Uruguaya rovai..."

(x) Del libro Comentarios "Ligeros y desprolijos", de Isaac Kostianovsky ("Kostia").. Editorial Histórica; 1985, Asunción, Paraguay.

En la reverso de la tapa de este libro, se escribe lo siguiente:

"Desde marzo de 1980, hasta su muerte en diciembre de 1981, Kostia escribió para El Correo Semanal del diario Última Hora casi un centenar de notables reminiscencias de la "belle époque" paraguaya, con sus bares, sus burdeles y sus noches. Observador agudo, Kostia dejó para la posteridad sus comentarios "ligeros y desprolijos", que constituyen una de las mejores pinturas de la Asunción de los años veinte y treinta, sin radios ni televisores, casi sin teléfonos, automóviles y calles asfaltadas. Editorial Histórica reúne aquí aquellos desperdigados artículos, que son como la obra póstuma de uno de los más destacados periodistas del Paraguay de este siglo". (Siglo XX).

NOTA DE FA-RE-MI: Recordamos con emoción a don Ramón, el dueño de "La Esfera". Recibió los primeros ejemplares de nuestra revista con simpatía desbordante, y lo más importante para nosotros, de pagarmos al contado los cinco o diez ejemplares que en todas otras partes dejabamos a consignación! Cuando veníamos a visitarle siempre lo encontrabamos casi medio escondido detrás de montones de libros, revistas, útiles escolares, surgiendo detrás de ellos con su bondadosa sonrisa para preguntarnos qué cómo ibamos con la revista...- Oh!, don Ramón Solé Casas, FA-RE-MI no te olvida...



FIGURAS de ayer y hoy

Josefina Plá

Talento y perseverancia (x)

por César González P.
(Periodista)
cesarpaez@uhora.com.py

Josefina Plá nació en las Islas Canarias -Epaña- un 9 de noviembre de 1902 y falleció el 11 de enero de este año. Por muchos años habitó una modesta casa donde recibía a diferentes personajes, literatos, periodistas y artistas que buscaban en ella sus opiniones que recaían  en el consejo lúcido o la crítica implacable. Cuando  se definía qué era doña Josefina se escribía "poeta, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, pintora, crítica de arte y periodista" que incursionó con éxito.

Fue en 1924 que conoció en Villajoyosa, Alicante, al artista paraguayo Andrés Campos Cervera (Julián de la Herrería), con quien se casaría por poder. Llegaría a Paraguay en 1926.

En la década del noventa dedicaba su tiempo a los gatos, felinos que recibía generosamente en su casa mientras que, a pesar de su edad, seguía escribiendo artículos de toda índole pero especialmente feministas. La condición de la mujer fue uno de sus temas recurrentes; también en sus últimos años se dedicó a realizar biografías de personajes célebres del Paraguay y a rescatar otros olvidados o poco conocidos.

Su trayectoria artística es vasta, de que modo que nos limitaremos a resaltar algunos puntos importantes. En narrativa su cuento La mano en la tierra tal vez fuera su carta de presentación en ámbitos culturales internacionales.

Nos limitaremos a nombrar algunos libros de su extensa bibliografía -más de cincuenta libros-; en poesía se destacan El precio de los sueños (1934), primer libro que se conoce de ella. Luego recién en la década del sesenta aparecerían La raíz y la aurora, Rastros en el agua, Invención de la muerte y El polvo enamorado. Luego vendrían poemarios en los 70 y 80, Tiempo y tiniebla, Cambiar sueños por sombras, Los treinta mil ausentes; a analogía publicada en Canarias La nave del olvido y La llama y la arena. En narrativa sus títulos llamativos son La mano en la tierra (1963), El espejo y el canasto (1981) y La muralla robada (1989).

Los ensayos se destacan, entre otros, Voces femeninas en la poesía paraguaya, La cultura paraguaya y el libro, La cerámica popular paraguaya, Hermano negro y Españoles en la cultura en el Paraguay.

Muchas de estas obras está agotadas, pero el sello El Lector publicó sus cuentos, teatro y poesía en forma completa.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 16-17 de enero de 1999 (Asunción, Paraguay).




YATAITY: El último tejedor de ao po`i (x)

Andrés Colmán Gutiérrez

Yataity, Guairá

Tejer la tela de ao po`i a mano, como en épocas de la Colonia española, es un arte que todavía sobrevive en la zona de Yataity, pero ya se encuentra en inminente vía de extinción.
"Realizar todo el proceso a mano es muy lento y trabajoso, requiere de una paciencia infinita. La mayoría de las tejedoras hoy prefieren comprar la tela ya hecha en las fábricas de Manufactura Pilar, y hacer solamente el bordado en forma manual", dice Leonor Gauto, una de las pocas que aún realizan este proceso en los antiguos y precarios telares de madera, denominados en guaraní "tera".
Leonor es maestra de Bordado y ha montado su telar en el taller instalado en Yataity por el Servicio de Promoción Artesanal.

Allí, Leonor trata de enseñar todo el proceso desde cómo fabricar a mano el hilo de algodón (ñe povã), deshilando paso por paso el capullo arrancado directamente de la chacra, enrollándolo en el huso de madera, luego extendiendo los finos hilamentos en el telar, para luego empezar a cruzar el hilo con una precisión casi matemática, mientras la tela cobra forma.
"Los alumnos vienen a curiosear, pero nadie ya quiere hacer la tela a mano. Hay solamente un muchacho joven que parece interesado. Es probable que cuando ya no estemos, este arte desaparezca con nosotros", cuenta ella.

Junto con Leonor, hay otras tres mujeres que aún tejen a mano: Mariana González, Teófila Talavera y Elisa Talavera. Y el caso más pintoresco: un hombre. Se llama Eligio Villalba, quien vive en la compañía Kavaju Kaigue, a seis kilómetros de Yataity.

Hasta allí llegamos una tórrida siesta. Don Eligio, con amabilidad, arma su telar de madera pieza por pieza. "Fue fabricado por un carpintero llamado Saturnino Gauto, pero ahora ya no hay quien lo haga", dice, mientras repite todo el proceso, casi de memoria, porque tiene graves problemas de disminución en la vista y casi ya no puede ver.

"Soy el último tejedor. Después de mi, probablemente ya no quede nadie", dictamina, con un aire de tristeza.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA, 21 de octubre de 2003 (Asunción, Paraguay).

RETRATO DE UN PUEBLITO GUAIREÑO

Vivir en Coronel Martínez (x)

Coronel Martínez adquirió rango de municipio en 1919, cuando se independizó de Félix Pérez Cardozo. Sus habitantes viven de la producción azucarera y, en menor escala, de las actividades ganaderas. Nadie es dueño de la tierra que ocupa y desde el cierre del tren, el silencio ganó los salones de la vieja estación. Pero, a pesar de las adversidades, porque hasta la naturaleza suele ensañarse con este pueblo, la gente aquí está decidida a mantener viva la ilusión de tiempos mejores.

La feligresía católica celebra a fines de octubre la fiesta patronal en honor al Sagrado Corazón de Jesús.

En este pueblo de Coronel Martínez, que se levanta chato a 136 kilómetros de Asunción, el polvo arremolina con el viento norte y libera las calles de transeúntes. Tampoco nadie camina al mediodía, bajo el sol intenso capaz de derretir cualquier idea. Acostumbrado a este paisaje desolado, la gente rinde culto a la paciencia y a la resignación.
Muy amables, los lugareños se entusiasman con facilidad cuando hablan de los buenos tiempos vividos en su patria chica. De cuando el ferrocarril circulaba por la pintoresca estación y repartía cuotas de progreso por los alrededores. O callan solemnes cuando la tragedia revive recuerdos ingratos, como el temporal que en mayo de 1997 azotó al departamento del Guairá y prácticamente destruyó medio pueblo de Coronel Martínez. Repuesta de los efectos del fenómeno atmosférico, ahora la población sigue tan viva su rutina de vida. A las 11 de la mañana, en un bar llamado "La Calandria", de pocas mesas y buena atención, se sienta Juan Bautista Rojas, un carnicero de 55 años que tiene por costumbre beber un aperitivo antes del almuerzo. Oriundo de la compañía Monges Paso, el hombre delgado y rostro pálido

Coronel Martínez, dista a 136 kilómetros de Asunción.

que trajo al mundo 11 hijos, viene seguido al centro a solicitar autorización de la Municipalidad para faenar animales. "Esta mañana vine a gestionar los papeles necesarios para carnear una vaca y de paso llegué acá para descansar un rato", se excusa. Sin vueltas, más que una sonrisa espontánea, Juan Bautista levanta su vaso en simbólico brindis: "a su salud, mi amigo", dice y de un sorbo vacía su contenido. Frente a él, su amigo y dueño del local, Juan Ramón Vázquez (76), un excarrero que decidió hace 25 años abrir el bar "La Calandria", porque "ya estaba cansado de los ajetreos de la carreta y quería tranquilidad". Pero, al parecer, la ansiada paz aún le resulta esquiva.

"Ahora, la situación está muy difícil, la luz eléctrica es muy cara, no hay movimiento y yo tengo que pagar 120 mil guaraníes al mes. Sube el precio de la carne, todo está por las nubes", se queja.
A pesar de sus 72 años, Francisca, la esposa de Juan Ramón, se levanta a las 4 de la madrugada a preparar las minutas que sirven en el bar. Hay empanadas, milanesas, sandwiches y, sobre pedido, pollo con ensalada, marinera y otros menús. Para beber: cervezas, gaseosas, cañas y vinos. También la casa, ubicada frente a la iglesia, funciona como pensión. Suelen venir pasajeros de Asunción y pueblos lejanos que, si no son exigentes, se quedan a dormir. "Si veo que es medio delicado, le digo andate a tal parte... Cobro de acuerdo a la cara del cliente, generalmente 20 mil por noche, pero si veo que es muy pobre le digo: quedate nomás y no le cobro", se sincera el dueño.

Ramón Magín Lichi, intendente, delante de la obra del polideportivo.


"Ramón Cala'á" -así le apodaron sus conocidos- es nacido y criado en Coronel Martínez. Tiene 11 hijos, trabajó por mucho tiempo en la carreta, acarreaba caña dulce a la Azucarera Paraguaya, ubicada en Tebicuary, a 3 kilómetros de su hogar.
Al transitar las polvorientas calles céntricas, salpicadas de pintorescas viviendas con techos de paja y zinc, el visitante se dará cuenta de que el atractivo del pueblo se centra en los sencillos recursos históricos que posee.
La estación de tren, que en la buena época del ferrocarril era referente del desarrollo material y humano. La casa de madera de Enrique Plate, que en 1929 fue la primera escuela y hoy se halla convertida en museo. Y la iglesia que, en medio de una gran plaza de fresca arboleda, reúne a los fieles católicos todos los domingos en torno a la fe. Penosamente las antiguas imágenes de madera tallada que conservaba sufrieron la misma suerte que varios templos del Guairá: fueron copiadas y cambiadas por burdas réplicas. Se salvó una Virgen Morena con el Niño en brazos. Pero el Cristo articulado y otras piezas importantes ya no son las originales.

Vale un trago. Frente a frente, en una mesa del bar La Calandria, Juan Ramón Vázquez, dueño del local, y Juan Bautista Rojas, cliente que tiene por costumbre beber un aperitivo cada vez que viene al centro de Coronel Martínez.



A pocas cuadras de la iglesia, una funeraria cumple el ingrato rol de encajonar a los que pasan a mejor vida. Un argentino de apellido Vera, casado con una paraguaya, vino a instalarse en el pueblo y se dio cuenta de que cada vez que alguien moría se recurría a localidades vecinas para cumplir con las necesidades protocolares del entierro y optó por abrir la funeraria. Y le va muy bien con el negocio.
Quienes tienen a su cargo educar a los chicos de Coronel Martínez admiten que el nivel de escolaridad raya lo bueno. Rafael López (35), profesor de primaria, indica que se está implementando la escolaridad completa hasta el 2° grado. "Con este sistema, la educación está mejorando bastante. Los alumnos vienen a las 7 de la mañana y se retiran a las 3 de la tarde. Se les da alimentación y conviven mayor tiempo con la enseñanza", explica el docente.

En Coronel Martínez existen una escuela primaria N° 55 "Don Trifón Monges González" y el colegio nacional "Adela Lichi de Rachid", para la secundaria.
Con 14 compañías y 6.800 habitantes, Coronel Martínez es una sociedad pacífica y relativamente tranquila, a decir del suboficial inspector Juan S. Mora, jefe de la comisaría N° 24. "Suele haber casos de peleas, a veces denuncias de abigeato y delitos menores", confirma el uniformado que junto a 2 suboficiales se encarga de la seguridad pública.
Entre mayo y diciembre, los hombres de la comunidad se dedican al trabajo. Es la época de zafra y la Azucarera Paraguaya emplea gran cantidad de mano de obra en el proceso de convertir la caña dulce en azúcar. Es también la época en que hay dinero en Coronel Martínez. "Esta es una comunidad eminentemente agrícola, entonces, la mayoría de la gente se involucra con la azucarera que es el principal medio de vida que tenemos", indica Ramón Magín Lichi (54), intendente municipal.

Antigua casa de Enrique Plate, convertida en museo.


Proveniente de una familia tradicional de la política paraguaya, el jefe comunal aprendió el oficio detrás de su padre, Luis Lichi, recorriendo seccionales coloradas.
"Uno se mete en esto para ayudar a los más humildes, pero después ya no puede salir", reconoce. Padre de 6 hijos y dueño de una flota de colectivos y camiones de carga, Lichi se acomodó a un sistema que le resulta práctico para manejar la intendencia de Coronel Martínez. Hace oficina los lunes, miércoles y viernes. No obstante, a su casa recurren los vecinos a cualquier hora en casos de necesidad. "Aquí es así, nos conocemos todos y ellos vienen a golpear la mano cuando necesitan. Yo les hago de ambulancia para trasladar enfermos, ayudamos a solucionar hasta problemas particulares", comenta el intendente y se ríe.

La administración de Ramón Lichi maneja para el 2003 un presupuesto municipal de 142 millones de guaraníes provenientes de los impuestos a la construcción y 205 millones de royalties a municipios de escasos recursos. No existe el cobro de impuestos inmobiliarios, porque en Coronel Martínez nadie es propietario de la tierra que ocupa. El pueblo se formó en las 5.245 hectáreas pertenecientes a Francisco Martínez del Monge, un español que en tiempos de la colonia era recaudador de los impuestos reales. Al no tener descendientes, el hombre cedió una porción de terreno a todas las personas que trabajaban con él, y estas a la vez a sus descendientes. Hace poco, la Municipalidad ordenó el levantamiento catastral y ahora se halla abocada a la titulación de los lotes. "Lo que cobramos es una suma ínfima por arrendamiento de terreno, no hay impuesto inmobiliario, porque los ocupantes no son propietarios", reitera Lichi.
Los ingresos municipales se destinan a arreglo de calles, pago de salarios a funcionarios y a la construcción de obras sociales. "Estamos construyendo un polideportivo techado que va a contar con canchas de futsal y básquetbol, con graderías para 1.500 espectadores", detalla.

La obra, que costará 300 millones de guaraníes, se lleva adelante con la intención de dotar a la juventud local con centros de recreación deportiva y sano esparcimiento.
Suman 5 las calles empedradas, aunque la idea es que se extiendan a varias cuadras más.
Coronel Martínez posee un puesto de salud, pero no cuenta con un médico permanente. Si hay enfermos, estos deben ser trasladados a Villarrica para su atención.
Tierra de gente apacible, sencilla y amistosa, la localidad lleva el nombre del Coronel Francisco Martínez, héroe de la guerra del 70. Son escasos los datos relativos al porqué de la denominación. Pero, averiguar el tema es algo que mucho no inquieta a los lugareños.
Porque esa sí, es otra historia.

Hoja de ruta
Coronel Martínez se transformó en municipio el 11 de junio de 1919.
Celebra su fiesta patronal cada 28 de octubre, día del Sagrado Corazón de Jesús. Se llega al pueblo por dos vías de acceso; por la ruta 2 existe en San José de los Arroyos un desvío de 36 kilómetros de camino de tierra. Yendo por Villarrica queda a 22 kilómetros, sin pavimento pétreo.
En verano, uno de los atractivos es la playa que se forma en la ribera del río Tebicuarymí.

Javier Yubi   

(x) Del diario ABC COLOR (Revista), 2 de noviembre de 2003 (Asunción, Paraguay).

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: Vuelva a la Página Principal (en Real Audio), y escuche la canción Coronel Martínez, por el conjunto Los Indios, dirigido por el autor de la canción, y creador de dicho conjunto, Juan Alfonso Ramírez, oriundo de Coronel Martínez.

 

 


Nicolasito Caballero: Cuando regresar a Japón es un placer (x)

Una vez más, Nicolás Caballero arma maletas para el Japón. Se lleva sus temas propios y nuevos arreglos de tradicionales tonadas paraguayas. Para el arpista, es un regreso del corazón ante un público que describe como cálido y erudito.

Su agenda marca: Japón, 15 de noviembre, gran festival, cien intérpretes de arpa clásica de todo el mundo en escena. Representando a Paraguay, "Nicolasito" Caballero emprende una nueva visita al país de Oriente que durará cuatro meses, a lo largo de los cuales actuará con regularidad en un hotel de Hamajima, una ciudad costera del sur del Japón. De ahí surgirán actuaciones aún no pautadas. "He vuelto a las 12 horas diarias de ensayo. Y esto ha representado un reencuentro con el instrumento. Después de trabajar por mucho tiempo arreglando materiales para otros, he retornado al mejor de los hábitos del músico: estar sobre el instrumento. Voy descubriendo cosas que ni yo sabía podía hacer con el arpa", contó el arpista en una visita sabatina -y llovizna de por medio- a la sala de redacción de La Nación.

"Ir a Japón es todo un placer", dice Caballero. No es la primera vez que va, pero sí es como volver a casa. "Una casa donde sabés que quien te escucha toca algún instrumento. Porque en la educación japonesa es obligatorio que los niños aprendan a interpretar algo y después decidan si quieren ser carpintero o director de orquesta. Según las encuestas, 130 millones de japoneses son músicos. Y cuando te escuchan por primera vez valoran tu producto sin referencias, o mejor dicho, ellos son su propia referencia", dice.

Los japoneses son fieles al repertorio querido: "Si hay algo que les gustó hace veinte años, te lo siguen pidiendo". Para un arpista, es ineludible el "Pájaro Campana", y por lo demás "son muy románticos", describe Nicolasito, "y aman lo clásico, así que voy a tener que preparar piezas en el estilo y de bossa, de música venezolana y cubana".

A su regreso, Nicolasito Caballero planea grabar en el estudio de Papi Galán con un proyecto de latin jazz que, con miras a los escenarios del Sol Naciente, incluye al guitarrista Rolando Chaparro y el percusionista Alfredo Alvarenga, actualmente radicado en Estados Unidos.

En cuanto a los arreglos de música paraguaya, Nicolasito explica: "Trabajo en encontrar una versión para arpa de temas que no fueron originalmente escritos para el instrumento, como ´Che trompo arasa´ o ´Mburikao´, que tienen muchísimas posibilidades musicales, y me permiten seguir con esa búsqueda de un desarrollo del arpa paraguaya a nivel melódico, armónico, el cambio de tonalidades (que en arpa no siempre fue muy familiar). Esos temas cambian dos o tres veces de tonalidad y de ahí se puede ir a muchos lugares musicales".

 (x) Del diario LA NACION, 3 de noviembre de 2003 (Asunción, Paraguay)

Más información sobre el maestro Nicolás Caballero, haga click sobre lo subrayado.




HISTORIA | POLÉMICA EN TORNO A LA ANTIGUA CASONA, ACTUAL SEDE DE LA GOBERNACIÓN

Paraguarí, ¿ciudad jesuítica? (x)

La base histórica de esta población encuentra sus cimientos en la estancia que los padres jesuitas tenían en el centro de este valle desde el año 1642, aunque no esté incluida en ningún itinerario turístico.

Pa'i Alberto Luna, S.J.
novsj@pol.com.py

¿Por qué ningún itinerario turístico de la "Ruta Jesuítica del Paraguay" incluye a la ciudad de Paraguarí, siendo que la actual capital del Noveno Departamento tiene sus raíces históricas vinculadas a la obra de los jesuitas? Tal vez porque este poblado no era una reducción de indios guaraníes ni estaba en el territorio de las misiones de los jesuitas, que se extendía hacia el sur desde el río Tebicuary, límite actual del Departamento de Paraguarí con el de las Misiones.

La estancia de los jesuitas

Sin embargo, la base histórica de esta población encuentra sus cimientos en la estancia que los padres jesuitas tenían en el centro de este valle desde el año 1642, por una merced real del gobernador del Paraguay, don Gregorio de Hinostrosa. La zona donde se sitúa esta extensa estancia era conocida como "Paraje de Mbatoví" o "Valle de Yariguá" ("Yariguá'a"), según se puede ver en mapas jesuíticos del año 1728. En los mismos mapas de 1744 ya podemos reconocer el nombre Paraguarí en la zona de las estancias. Según el jesuita Antonio Miranda, los límites del establecimiento "en el norte empiezan en el cerro Mbatoví y prosiguen hasta la Estancia de los Yaguarones, más allá de Ybembiré, y así son más de cuatro leguas de frente las que adquirió en la cordillera. El fondo de ellas es muy cerca de dos leguas hacia el oriente, que no se midió sino al tanteo...".
La estancia fue concedida a los padres de la Compañía de Jesús por el gobernador Hinostrosa como fuente de renta para sustentar al Colegio de Asunción. Viene al caso recordar que el Colegio de los Jesuitas en Asunción se albergaba en el mismo edificio que en los últimos años fuera sucesivamente Liceo Militar, Casa de la Cultura, Cámara de Diputados y que hoy, sin ceder su estampa colonial, se codea con la mole de la nueva sede parlamentaria que fuera inaugurada en estos días.
La casa de la estancia contaba con una amplia capilla, muy bien ornamentada, que era un centro de atención pastoral para la zona. Los padres de la Compañía de Jesús estuvieron instalados en Paraguarí a lo largo de ciento veinticinco años, hasta el año 1767, en que fue dada por Carlos III, Rey de España, la orden de expulsión de los jesuitas, y repasados todos sus bienes a la Administración de la Corona.

Propiedad de la Iglesia
El excelente trabajo de la historiadora Margarita Durán Estragó, editado en el año 1996, pone de manifiesto los títulos históricos conforme a los cuales la antigua casona de la Estancia Jesuítica de Paraguarí pertenece a la Iglesia Católica, y que la misma fue arrebatada por sucesivos Gobiernos para uso de sus instituciones. La estancia de los jesuitas fue pasando de la administración de particulares al Colegio Seminario de Asunción, a la Vice-Parroquia creada en 1775 por Agustín Fernando de Pinedo, al Seminario de San Carlos (1801).
Fue Carlos Antonio López quien mandó demoler la capilla y construir en su lugar el actual templo, y dispuso el uso de los salones de la casa como sede de la Comandancia de las tropas militares en el año 1848. Inició con esto una ocupación castrense que duró hasta que, según la disposición de la Constitución del año 1992, la Delegación de Gobierno fuera sustituida por la Gobernación del Departamento, institución que ocupa hasta el día de hoy la casa de la Estancia Jesuítica.

Recuperar la estancia
Monseñor Celso Yegros señala, en la introducción del volumen, que la investigación de Margarita Durán "se realizó por expresa encomienda que se hiciera a la autora por el Obispado y por los fieles de la parroquia de Paraguarí", con el "deseo de buscar las raíces de los derechos de la Iglesia sobre el actual edificio que ocupa la Gobernación y sobre el predio que rodea al mismo edificio y al templo parroquial de Paraguarí". El obispo no duda en señalar "el otro objetivo, que es el de recuperar la propiedad del antiguo Colegio Seminario y de la plazoleta de la iglesia parroquial".
Todavía resuenan en muchos oídos paraguarienses los ecos de sus palabras, respaldadas por fuertes aplausos, en la presentación de este libro, cuando Mons. Yegros señalaba que la casa de la Estancia Jesuítica pertenecía legítimamente al pueblo católico y que debía ser devuelto por justicia a la Iglesia.

Bodas de Plata
La Diócesis de Carapeguá, fundada por decisión del papa Juan Pablo II en el año 1978, celebra este año sus Bodas de Plata. El 24 de junio pasado se recordaba el 21er aniversario de la muerte del primer obispo de esta Diócesis, Mons. Ángel Acha Duarte, quien pastoreó a su pueblo por cuatro breves años, y el pasado 29 de mayo se celebraba en la Catedral la acción de gracias por los 20 años de labor episcopal de Mons. Celso Yegros Estigarribia, actual Obispo de la Diócesis.
Las Bodas de Plata de la Iglesia diocesana y las celebraciones que se llevan adelante por este aniversario son un buen motivo para volver a traer a consideración de la comunidad de Paraguarí, de su pueblo y de sus autoridades, la necesidad de considerar seriamente esta cuestión, para darle una respuesta que haga justicia a los derechos de la Iglesia sobre este local.

Diseñar un proyecto de recuperación

Todavía debemos notar que es necesario elaborar una propuesta para el uso futuro de este local, de modo que, sin perder su condición de monumento histórico y centro de tradición cultural, pueda servir a las necesidades pastorales de la parroquia, respondiendo a la intención con la que fuera erigido.
Ni la casa de la Estancia Jesuítica de Paraguarí ni el Colegio de los Jesuitas de Asunción fueron diseñados para ser sede de Gobierno. Por eso no es extraño que el Parlamento actual haya tenido que salir del local del antiguo Colegio para levantar una estructura más adecuada a sus funciones, lo que nos enseña que debemos dar nomás el debido espacio y atención a nuestro patrimonio histórico, y no someterlo a continuas refacciones para atender las nuevas necesidades de la Administración de Gobierno.
El patrimonio histórico de Paraguarí, lo que queda de su "casa madre", las imágenes que pertenecen a la capilla jesuítica y que se hallan dispersas en distintos museos, iglesias y casas particulares, esperan un plan de rescate, de recuperación de su función original, de restauración para la revalorización de las raíces de esta comunidad.
Este año la comunidad de Paraguarí está llevando adelante un esfuerzo digno de destacar en la restauración del templo parroquial.
Queda pendiente una tarea todavía mayor: mirar el conjunto de nuestro pasado y recuperarlo para proyectarnos al futuro con creatividad. Este desafío está abierto para las instituciones y sus autoridades, pero especialmente para los ciudadanos que aman a esta comunidad.

(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 12/13 de julio de 2003 (Asunción, Paraguay)



ENFOQUES | DOCUMENTOS DE PRIMERA MANO QUE NOS AYUDAN A CONOCER NUESTRO PASADO ARTÍSTICO

El valioso contenido del karameguã de Aníbal Romero (x)

 

El autor tuvo el acierto de reunir en un libro sus "versitos y poemas, semblanzas, imágenes, caricaturas, anécdotas", brindándonos un vívido retrato de épocas y figuras.

Alcibiades González Delvalle
Periodista
alcigon@telesurf.com.py


Son escasas las autobiografías de nuestros artistas, no obstante los hechos vividos en tiempos decisivos, tales como la creación y difusión de la guarania; la llegada de nuestra música a Buenos Aires y su proyección europea; el inicio y fortalecimiento del teatro en guaraní; las veladas, los sitios dedicados al arte y a la cultura, la atmósfera política y social que los envolvía.
En fin, documentos de primera mano que nos ayuden a conocer con propiedad nuestro pasado artístico.
Conocemos y valoramos las autobiografías de Mauricio Cardozo Ocampo, Mis bodas de oro con el folklore - Memorias de un Pychãi; de Agustín Barboza, Ruego y camino; de Alberto de Luque, Arribeño y andariego; de Carlos Federico Reyes (Mitã'i Churi), Mis memorias y mi mundo; y ahora de Aníbal Romero, El karameguã de don Aníbal.
Estos autores vivieron -y viven, felizmente, como Romero y De Luque- más o menos en la misma época. Por ello muchas veces coinciden en los mismos sucesos y sus protagonistas, pero desde distinta óptica. Esta pluralidad hace todavía más interesante el relato de cada uno de los autores.
Existen biografías muy valiosas acerca de José Asunción Flores, de Herminio Giménez, de Luis Alberto del Paraná, y tal vez de otros más, solo por mencionar las personalidades de los últimos tiempos. Por más acabada que sea una biografía, es siempre inestimable "escuchar" al protagonista en su propia versión de los hechos.
En este sentido, son muchas las ausencias; muchas las personas que se llevaron para siempre un pedazo grande de nuestra historia artística y cultural. Hubiéramos querido conocer, por ejemplo, el interior de la compañía de comedias del Ateneo Paraguayo en el relato de don Fernando Oca del Valle, su creador y mejor director, que moldeó a algunas de las más sobresalientes figuras de nuestra escena; a José Asunción Flores, sus padecimientos y sus triunfos; a Ernesto Báez en su titánico esfuerzo por apuntalar el teatro popular; a Félix Fernández, Darío Gómez Serrato, José L. Melgarejo o Máxima Lugo, entre muchos más, contarnos sus experiencias de las Veladas, ese movimiento artístico que se extendió con éxito por todo el país; a Josefina Plá, que gastó sus fecundos años en hablar de los demás, sin tiempo para hablar de sí misma.
Entre quienes todavía, por suerte, pueden acercarnos un retazo valioso de un tiempo muy poco estudiado, tenemos a Sila Godoy, Carlos Gómez, Federico Abente, que trató con todos los músicos que llegaron y se instalaron en Buenos Aires. Seguramente estas personas poseen muchos datos que permanecen ocultos, tal vez para siempre.
Gracias al libro de Agustín Barboza nos enteramos, por ejemplo, de que el baile de la botella nació de un accidente. La bailarina, cuando se disponía a salir al escenario, en un teatro de Buenos Aires, se percató de que su cántaro estaba roto. Sin tiempo ya de hacerse de otro para llevarse a la cabeza, tomó una botella que estaba a mano y salió con ella a danzar una briosa polca. Los aplausos la animaron a seguir con su impensado hallazgo. Desde entonces, la galopera cambió de atuendo. El cántaro ha sido siempre la corona de las galoperas, inmortalizadas por Mauricio Cardozo Ocampo.


HUMOR Y GRACIA.
El karameguã de don Aníbal. El autor, Aníbal Romero, tuvo el acierto de reunir en un libro sus "versitos y poemas, semblanzas, imágenes, caricaturas, anécdotas". En este último género encontramos algunos de los más ricos sucesos que pintan de pies a cabeza a Julio Correa, Ernesto Báez, Félix Pérez Cardozo, Augusto Roa Bastos, Víctor Montórfano y el mismo Aníbal Romero.
El autor tuvo una vasta vinculación con el teatro, iniciada con nadie menos que Julio Correa, en cuyo elenco se encontraban también Ernesto Báez, Teodoro S. Mongelós, Carlos Gómez, Mirna Veneroso -la inspiradora de "Nde resa kuarahy'ãme"-.
Espartaco Martínez, Georgina de Correa.
Romero pasó después a integrar la compañía de teatro del Ateneo Paraguayo, dirigida por Fernando Oca del Valle. Aquí se encuentra de nuevo con Ernesto Báez y Carlos Gómez, además con Nelly Prono, César de Brix, Azucena Zelaya, Leandro S. Cacavelos, Emigdia Reisófer, Matías Ferreira Díaz, Alan Gini, Alex Sollver.
El otro acierto de Aníbal Romero es no haberse puesto a recordar desde la nostalgia. Sabe que los tiempos que le tocó vivir ya se han ido para siempre y no procura revivirlos en la memoria, sino acercarnos los hechos y las personas para que sean parte del anecdotario teatral. Y lo hace con humor, con gracia, con talento, con respeto. Su otro mérito es obviar todo juicio de valor acerca de las personas a quienes memora. Se limita a contarnos anécdotas a partir de las cuales dibuja la figura moral de algunas de las personas a quienes trató, estimó y admiró.
Se propuso don Aníbal destapar su karameguã para ofrecernos los casos, las cosas, las personas que construyeron con solidez la historia artística y cultural del país. ¡Qué generosa decisión la de abrir su baúl para deleitarnos con su espléndido contenido!.

(x) del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 15-16 de noviembre de 2003 (Asunción, Paraguay).