40.Parte

Si existe gloria en el heroísmo,
en el Paraguay está la gloria”



Ramón J. Cárcano
(Historiador argentino)

DEL PARAGUAY PROFUNDO

60 ANIVERSARIO DE...

Un hecho trágico y un desaparecido (x)

Hoy tiene lugar un hecho que podría considerarse una prueba de fuego para el partido gobernante, las elecciones que, por primera vez, no tiene su resultado “cantado”. Veremos. Hoy también se cumplen sesenta años de un luctuoso suceso de nuestra vida política: la frustrada asonada del 20 de abril de 1948, en el que fue desaparecido un recordado líder colorado, José Vicente González.

Autorretrato del Mayor José Vicente González

Así como hoy se muestra difícil el panorama, así también fueron los primeros momentos de ejercicio del poder del partido gubernamental. El gobernante, de cuya mano llegó al poder político, fue derrocado por los mismos colorados, en junio de 1948. Pero, menos de dos meses antes, un conato infructuoso costó la vida a varios colorados, entre ellos José Vicente González, cuyo nombre lleva una seccional colorada, la 15.


Un héroe colorado

En dicha seccional casi nadie sabe quién fue José Vicente González o qué hizo para merecer una recordación en la denominación de una seccional colorada.

José Vicente González nació en Asunción el 22 de marzo de 1914. Ingresó en la Escuela Militar en 1929 y actuó en la Guerra del Chaco como suboficial, desde 1932, en Boquerón.
Integró varias unidades y llegó a comandar el 2° Batallón del Regimiento 11 de Infantería “Abay”. Fue condecorado con las cruces del Chaco y del Defensor y fue desmovilizado al finalizar la contienda.

En la posguerra se destacó como líder político colorado y ejerció el periodismo.

Actuó en la Revolución de 1947, y ayudó a afianzar a su partido en el poder -cuyos momentos los plasmó en un libro de memorias-. Si bien terminó la guerra (in)civil con el triunfo gubernista, las aguas no se calmaron. Poco después empezaron a surgir las diferencias entre los triunfadores de aquella contienda fratricida, las insalvables diferencias entre “guiones rojos”, liderados por J. Natalicio González, y los “democráticos”, bajo la batuta de Federico Chaves.

La nominación del primero, en la ruidosa convención de noviembre de 1947 (“a balazo o a sablazo, Natalicio irá al Palacio”), no fue del gusto de todos y abonó o echó leña al fuego de esas pasiones desbordadas, salidas de madre, que resultaban difíciles de reencauzar.


La asonada del 20 de abril


El principal sostén del régimen moriniguista era la I División de Caballería, en Campo Grande, comandada por el coronel Enrique Giménez, que consideraba acertada la elección. Pero el sector opuesto, el de los chavistas, no estaba de acuerdo y sus componentes se pusieron en campaña para evitar la asunción presidencial de González.

De esa manera, un grupo de jóvenes idealistas, en su mayoría casi desarmados, con la ayuda de algunos elementos dentro de la Caballería, buscaron torcer la situación, atacando este poderoso regimiento.
La idea era tomar la Caballería en la noche del lunes 19 de abril, de tal manera de evitar la asunción del presidente electo y obtener la renuncia del presidente Morínigo.

Al intentar el ataque a la Caballería, en horas de la madrugada del 20 de abril, de entrada nomás es muerto por los intrusos el subteniente Dionisio Silva.
Los tiros alertan a las tropas de la unidad, las que entran en acción y repelen el ataque, obligando a los atacantes a saltar las alambradas y huir del lugar. Uno de los que se ven obligados a huir es el mayor José Vicente González, pero los militares de la Caballería empiezan la persecución y las represalias.


Comunicado oficial


“A las 3 y 30 de la mañana de hoy, un grupo de gente armada, contando con la complicidad de dos oficiales de la unidad, asaltó la vivienda de la oficialidad del RC1 ‘Valois Rivarola’, haciendo un nutrido tiroteo sobre los dormitorios de los oficiales que en ese momento se hallaban reposando. El personal de tropa reaccionó en forma inmediata a las órdenes del Comandante de la Unidad repeliendo el atraco con energía y dispersando al resto de los asaltantes que huyeron en distintas direcciones. Un oficial del RC1 fue muerto y los asaltantes dejaron numerosas bajas, cuya identidad se está investigando. Puesta en movimiento, la Policía de la Capital localizó grupos subversivos en diversas secciones de la jurisdicción de la capital, apresándolos y continuando la persecución de los mismos en estos momentos. Por las declaraciones recogidas, se desprende que varias columnas de los asaltantes de Campo Grande se organizaron en los pueblos aledaños de la ciudad...”.


El viacrucis de una viuda


Más de un centenar de hombres estuvieron involucrados en el conato, entre ellos, el ya mencionado González, cuya filiación chavista era ampliamente conocida y no fueron pocas las veces que esto le causó contratiempos y persecuciones. Aquel 19 de abril no apareció por su casa. Tampoco el 20. El 21, su esposa fue avisada que José Vicente González estaba entre los fallecidos del ataque a la Caballería.

Desde ese momento, la señora de González empezó un largo viacrucis. Fue a la Presidencia de la República -donde no fue recibida por el mandatario-, fue al Estado Mayor del Ejército, donde pidió autorización para ir a la Caballería a retirar el cadáver de su marido, pues ya estaba siendo propalado un comunicado oficial de que había sido muerto en Emboscada. Llamada de teléfono de por medio, se le comunicó que tal cosa no iba a ser posible, pues no se había identificado el lugar donde cayó el mayor. La pregunta fue entonces, ¿cómo se sabía que murió y no el lugar donde murió González? Ninguna respuesta tuvo este requerimiento.

La usina de rumores había empezado a correr. Algunos decían que González estaba en Clorinda; otros, que estaba en Formosa, en Encarnación; no faltaba quien aseveraba que había muerto; que había sido torturado y muerto...

A lo largo de varios días, con su hijita tomada de la mano se iba hasta el portón de la Caballería y la respuesta era, indefectiblemente, la misma: No podía entrar; que era una persona indeseable y sus preguntas o no eran contestadas o, si lo eran, lo hacían con evasivas.

Un buen día, un capitán se le acercó a la viuda y le dijo que ya no volviera, que su marido estaba muerto y que él mismo le había dado sepultura (si lo primero era verdad, lo segundo era una mentira piadosa para una acongojada esposa y madre).

Pocas semanas después, el gobierno de Morínigo caía por medio de un golpe llevado a cabo por sus propios aliados colorados. Con él cayó el comandante Giménez. En agosto asumió Natalicio González y el sucesor de Giménez en la Caballería fue el coronel Adalberto Canata, quien recibió a la viuda de González; ésta le pidió retirar los restos mortales de su marido. Canata le respondió que no había problemas si ella conocía el lugar. Pero que debía hacerlo sin ninguna dilación ni homenaje alguno.

Si bien hubo predisposición de la jerarquía militar, no pudo hacerse el rescate, porque nadie sabía, o decía no saber, el lugar donde fue enterrado el militar. Cuando cayó el gobierno de Natalicio González, cayó también el coronel Canata y asumió César Mallorquín, quien se mostró más deferente con la viuda de González, pero tampoco ayudó mucho, porque, según dijo, tampoco conocía el lugar.

Al retirarse de la entrevista con Mallorquín, un oficial de apellido Cabral le dijo que sabía dónde fue enterrado José Vicente González: a orillas del arroyo Itay. Con la autorización del comandante Mallorquín, fueron hasta el sitio, pero encontraron apenas restos de la vestimenta del mayor González. Una búsqueda más minuciosa realizada posteriormente solo sacó una verdad: no estaban allí los restos de José Vicente González. Había sido abandonado a orillas del Itay.

José Vicente González, según informaciones que su viuda fue recogiendo tiempo después, fue tomado prisionero entre Luque y Yuquyry. Mucha gente lo vio pasando por Luque, montado en un caballo y con las manos atadas. Fue entregado al teniente coronel Rogelio Benítez, en la Aviación; este dio aviso al comandante Enrique Giménez, quien envió en su busca un jeep, en el que alzaron maniatado al prisionero. Ante el comandante Giménez, González se habría negado a delatar a sus compañeros, cargando sobre sí la responsabilidad del ataque a la Caballería.

Esto ofuscó a Giménez, quien ordenó que fueran asesinados González y otro prisionero, de apellido Valdez. Este acto estuvo a cargo de un tirador llamado Abraham Meza y un soldadito de apellido Gauto, de Ypacaraí. Luego de ser vejados y torturados a orillas del Itay, una ráfaga de ametralladora dio cuenta de ambos. Valdez murió al instante y González fue abandonado moribundo. Las aves carroñeras y las crecientes del Itay hicieron su parte en la desaparición de los restos del mayor González, cuya larga ausencia no tiene fin.

Para el Gobierno, todo acabó con el escueto comunicado que decía: “Con referencia al asalto de que fue objeto la División de Caballería en la noche del lunes, las últimas noticias recibidas dan cuenta de que la patrulla de persecución dio alcance anoche a los restos de la banda armada que intentó consumar el hecho, en el camino a Emboscada, librándose un pequeño combate y retirándose en desorden los atracadores, dejando varios muertos, entre los cuales fueron identificados el Mayor de Reserva José Vicente González, el capitán Escobar y otros.
Asunción, 21 de abril de 1948”.

Luis Verón
(surucua@abc.com.py)

(x) Cortesía del diario ABC COLOR (Suplemento Cultural), domingo 20 de abril de 2008. Asunción, Paraguay.

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: En esta Página Digital, en la sección: ”Escuchar Músicas Paraguayas”, se puede escuchar en la inolvidable voz de Luis Alberto del Paraná, “20 de abril”, (de la autoría de Teodoro S. Mongelós y Epifanio Méndez Fleitas) No olvidemos que este último (también compositor e intérprete), fue el principal propulsor para que el “Trío Los Paraguayos” (que además de Paraná, lo integraba Agustín Barboza y Digno García) viajara a Europa (1954), en misión cultural del Paraguay, cumpliendo una tarea altamente positiva para hacer conocer nuestro país por el mundo…-

Memorias de Los Compadres (x)
-Fragmento-

Nuestras anécdotas inolvidables

Estábamos actuando en ZP10 y ZPA10, Emisoras Paraguay, propiedad de Gerardo Halley Mora, el gran escritor, relator deportivo y periodista, que ocupó también durante algún tiempo el cargo de Secretario del Presidente de la República, don Federico Chaves, quien gobernó desde 1949 hasta 1954, año en que fue derrocado por el golpe militar encabezado por el general Alfredo Stroessner.

Don Gerardo, pionero de la radiofonía profesional en nuestro país, vivía en el departamento de arriba del mismo edificio donde estaba instalada la radio, sobre la avenida Rodríguez de Francia casi Iturbe (el mismo edificio que hoy ocupa la radio 970). Hombre delicado, de modales refinados, leídos y educado, a veces nos dedicaba unos minutos de su tiempo.

Éramos Los Compadres, César y yo, dos de las pocas personas que él permitía que entraran en su habitación. Tenía allí una pila enorme de revistas que nosotros hojeábamos en busca de nuevos chistes, mientras él conversaba con nosotros. Siempre se aprendía cosas de él. !Un verdadero maestro!

Hacía ocho años que se difundía nuestra audición, La pensión de Ña Lolita, por Radio Paraguay y en ese tiempo se anunció la presentación artística en nuestro país del gran ídolo cómico argentino Luis Sandrini. Justamente a pedido de don Gerardo, nosotros hicimos la promoción de su show. Él oyó eso y pidió conocernos. Los organizadores lo llevaron de visita a nuestra audición y don Luis se despachó !eguatamína! como esto: ”Nadie que no tenga talento alcanza ocho años de ininterrumpido éxito, y según supe, de la sintonía y la audiencia son absolutas; se nota que aquí hay buenísimos valores…”.

Ahí mismo, César García, que hacía de Bolidote, le agradeció sus elogios, pero imitando la voz del propio Sandrini, quien se echó a reír con una carcajada espontánea y poderosa. Él era entonces no solamente un ídolo total en la Argentina sino en todos los países de Sudamérica, inundados de sus películas a cada cual más cómicas.

Desde Nueva York

El gran éxito de Los Compadres en la ciudad de Nueva York inspiró a Mario Halley Mora a escribir sobre nuestra aventura en aquella famosa urbe y lo hizo en tres actos. Así nació la obra cuyo título es Los Compadres Nueva Yorkgüi.

Ensayamos la obra durante bastante tiempo y cuando estaba todo dispuesto para su representación, apareció un inconveniente: El Teatro Municipal estaba ocupado por otra compañia teatral. Entonces recurrimos al cine teatro España en el barrio Pinozá. Una excelente sala que contaba además con patio al aire libre.

Hablamos con Papi Estragó y su hermana y gustosos nos cedieron el salón para estrenar la nueva comedia. El cine teatro España tenía y tiene una frondosa historia con el teatro popular, ya que por su local pasaron eximios artistas, músicos y cómicos de la talla de Diosnel Chase, Juan Bernabé, José L. Melgarejo, Emilio Boadilla Cáceres, Juan Sotelo, Ramón Gamarra, Nenito Medina (autor de Bahía Negra Poty), Santiago Cortesi, estupendo arpista, autor de Isla Sakä; Máxima Lugo, Nenequita Cáceres, Dora y Elba Del Cerro, entre tantos otros héroes civiles del arte, a quienes nunca olvidaré porque deleitaron mi juventud y afirmaron mi vocación hacia la noble tarea de hacer reír el pueblo –aha jeÿma otro lado.

Vamos a lo que ocurrió en el España. Se creó una gran expectativa sobre el estreno de la comedia, tanto que la Primera Dama de la Nación, entonces doña Eligia Mora de Stroessner, y su séquito acudieron al estreno.

Doña Eligia solía ir a vernos en el Teatro Municipal, pero nunca nos imaginamos que iría a un local de barrio. El público se acomodó en el salón, pero minutos antes de abrirse el telón, la gente que quedó afuera hizo tanta presión sobre el enorme vidrio que seperaba el hall de la calle, que de repente el vidrio se vino abajo.Inmediatamente, por orden de ña Ligia, el vidrio estuvo nuevamente en su lugar.

Este hecho se comentó en todos los ámbitos de Asunción y acrecentó el interés del público por la obra. La gente acudía en masa y la temporada fue realmente exitosa. No podría ser de otra forma; !la obra era de Mario Halley Mora! Y las notas sabrosas por cierto con que nos regala Cirilo R. Zayas desde su columna ”Parrilla, Luna y Folklore” habían hecho una cama publicitaria que…bueno, ya saben el resultado, !éxito total y merecido!

(x) Del libro:”Con la sonrisa en el alma. Memorias de Los Compadres”, de Rafael Rojas Doria. Editorial EL LECTOR, diciembre de 2007 (Asunción, Paraguay).

RINCON POÉTICO

ANDUVE

Anduve caminando
sin antorcha en la noche,
yendo y viniendo
más allá de las ruinas.

Anduve caminando cerca
del estupor
del escombro y del miedo.

Todo estaba desierto
y dormido en su lecho,
silencioso el océano,
apagado mi leño.

Regresé
bordeando las márgenes
del tiempo
y apretando a mi pecho
las corolas del sueño.

Anduve caminando
más allá de las sombras
del silencio infinito.

Mi boca amordazada
fue madurando gritos.

ESTO DE ANDAR

Esto de andar en sombras
de luces dibujadas,
esto de andar a tientas
palpando
los muros en tinieblas,
desfigurando rostros,
probando otros disfraces,
acuñando palabras,
mimetizando voces.

Esto de andar
huyendo sin moverse
deshaciéndose en chispas
hasta que sin saberlo
se llega a ser ceniza
sin haber sido nunca
consciente de ser llama.

Esto de andar buscando
el propio rostro,
manoteando el vacío
sin poder asir nada.

Ida Talavera de Fracchia

-Fragmento-

NADIE SEA TAN OSADO” (x)

por: Helio Vera
(Escritor)

Raíces indígenas?. Puede ser. Detengámonos a husmear en el relato del suspicaz Martín Dobrizhoffer quien ya constató que, ”una mano generosa puede más con ellos (los indígenas) que la lengua más elocuente. !Que vengan aquí Demóstenes, Cicerón y el todo el respetable gremio de los oradores! Podrán hablar a los indios hasta volverse roncos y podrán sus artificios retóricos ser más exquisitos; pero si vienen con las manos vacías, hablarán a sordos, y toda su fatiga será vana. Sí, hablarán bien, pero no beneficiarán a sus oyentes, y se darán cuenta, por fin, de que pretendieron sacar agua de una piedra. Pero si alguien lleva regalitos a los indios (!Ya apareció el requecho!), podrá ser un bruto y aún mudo, más negro que un etíope, y se le escuchará con placer, será amado y los indios le seguirán obedientes a sus órdenes, aunque de seguirlo al infierno se tratara. ”La voluntad de los indios se cautiva no por la elocuencia, sino por la generosidad” (3).

Pero se puede ir un poco más cerca en el tiempo. El padre Lozano, en su historia de la Revolución Comunera, reproduce la arenga que José de Antequera dirigió a sus hombres antes de un decisivo combate. En ella, además de las presumibles monsergas sobre la justicia de la causa, la legitimidad de los derechos invocados y otras minucias por el estilo, les anunció algo muy importante: si ganaban la batalla, tendrían la posibilidad de saquear ”a piacere” los ricos pueblos de las Misiones.

El episodio tiene un eco lejano de otros muchos que se sucedieron a lo largo de siglos. En la época colonial, cada borrascoso incidente político lanzaba a la calle una ronda malhumorada de hombres armados. Empuñando llameantes hachones y encendidas las mechas de los arcabuces, alertaban a la población con este amenazador grito que llenaba la negra noche: ”Nadie sea tan osado de salir de su casa so pena de vida y hacienda perdida”. La pérdida de la hacienda suele ser, en efecto, parte del alto precio que se paga por el descenso de las alturas. Por eso, por cada requechero hay un requecheado.

Algún apresurado moralista pontificará sobre corrupción, prebendarismo, clientelismo y todas esas otras monsergas. Me permito advertirle no dejarse aconsejar por las ideas foráneas, que contaminan el espírittu patrio con sus malévolas interpretaciones de la realidad social. Nos encontramos simplemente ante la esencia de la cultura, el ”karaku” (médula ósea), ”el alma de la raza” de que nos hablaba el maestro Manuel Domínguez.

EL GUATAHA

He dicho que no requechea quien quiere sino quien puede. Cerrado el camino de la movilidad social –hacia arriba, por supuesto-, sólo queda la vía de buscar el requecho en otras tierras. Por eso se dice que la movilidad horizontal es también un fenómeno característico del paraguayo. Tanto, que se ha llegado a acuñar la creencia de que existe un verdadero ”ethos del oguatáva”! (el ethos del caminante). Ya hemos dicho que a veces se emigra por razones económicas y a veces por razones obvias. Pero también, quizá, puede haber otras causas más profundas. No olvidemos que nuestros ancestros estaban poseídos por el frenesí de la migración. Los españoles emigraron para buscar la Ciudad de los Césares y la fuente de la Juventud Eterna. Los guaraníes acostumbraban emigrar repentinamente y en forma masiva, al conjuro de sus shamanes, para buscar en el Este, donde sale el sol, la mítica Tierra sin Mal. En ese sitio nebuloso serían abolidas definitivamente todas las limitaciones que aquejan a la miserable condición humana.

La migración actual suele afectar a grupos enteros. Basta que se afinque un paraguayo en un sitio lejano para que comience a llamar a sus amigos y parientes y para que estos, alertados, emprendan el mismo camino. Es conocido el caso de Buenos Aires, en cuyas villas miseria hay más habitantes de determinados pueblos del Paraguay que en donde estos se encuentran geográficamente. Es igualmente célebre el caso de Nueva York, cuya comunidad de nativos de Caraguatay es más numerosa, según dicen, que la que quedó en la patria chica.

Eligio Ayala consagró su talento a reflexionar sobre las migraciones, en una obra escrita en 1912, pero que se editó mucho después. Algunas observaciones de Ayala siguen siendo válidas hasta hoy. Las causas de orden político aparecen en su obra con un papel relavante, tal vez sobredimensionado. Verdaderamente el clima se torna repentinamente insalubre cuando el partido es desalojado del poder o cuando ha fracasado en su intento de tomarlo por la fuerza. Los adherentes no encuentran otro rumbo que el del inmediato y protector exilio.

Ayala observa, sin embargo, que las guerras civiles o los cambios violentos en la cúpula del poder politico no explican suficientemente las migraciones. “Las revoluciones -explica- son como un aparato de concentración de otras causas generales por causas mediatas y más permanentes del malestar social, y a veces son los únicos recursos contra ese malestar” (4).

El abandono del “valle” reconoce también otras causas menores. No falta una minoría de homicidas y cuatreros que, cuando la situación se pone espesa (“haku la yvy”), pone tierra de por medio. “Ogana ka´aguy” (ganó el bosque), se decía en otros tiempos porque nadie iría a buscar al malhechor en región tan peligrosa. Incluyamos, por último, a los que, horas antes de contraer matrimonio, llegan a la conclusión de que tamaño sacrificio de la libertad es injustificable y ponen pies en polvorosa (“ombovu kamisa lómo”).

Notas: 3. Dobrizhoffer Martín. Fragmento de “Historia de los abispones” en Tres encuentros con América, traducción, edición y notas de Arturo Nagy y F.P. Maricevich, editorial del Centenario, Asunción, 1967, p. 87. 4.Ayala, Eligio. Migraciones, Santiago de Chile, 1941, pp. 56, 7.

(x) Del libro “EN BUSCA DEL HUESO PERDIDO (Tratado de paraguayología). Ediciones RP e Instituto Cooperación Iberoamericana. 1r. Premio V Centenario-1988- Ensayo. 2da. Edición. Junio de 1990 (Asunción, Paraguay)

Capilla, Panteón y Oratorio (x)




por Luis Verón

(surucua@abc.com.py)

El 13 de octubre de 1863 se decretó la construcción de una ”capilla” destinada al culto de la imagen de Nuestra Señora Santa María de la Asunción. La confección del proyecto y la dirección de la obra fue encargada al arquitecto italiano Alejandro Ravizza, quien tuvo como colaboradora su compatriota, el proyectista Colombino.

Los cimientos de la obra, cuyo ”estilo arquitectónico acusala influencia imperante en Europa bajo el reinado de Napoléon III”, fueron colocados en la primera quincena de 1864.

Los planos originales de la obra desaparecieron, pero se presume que estuvieron inspirados en el ”Domo del Hospicio de los Inválidos de París” y en la basílica de ”Santa María de Carignano” de Génova, aunque con una aspecto exterior semejante a la Catedral de Superga (Ciudad natal de Ravizza).

Aunque se trabajó intensamente en su construcción, la ”capilla” no pudo concluirse por el advenimiento de la guerra contra la Tríplice, quedando inconclusa por más de 60 años.

En 1929, durante el gobierno de José Patricio Guggiari, se reiniciaron los trabajos: se expropió la manzana formada por las calles Palma, Chile, Estrella y N.S. de la Asunción para jardines del Oratorio, fueron calzados los cimientos y se aseguró la cúpula, que presentaba peligrosas grietas. Rodeada de andamios tuvo que soportar la interrupción ocasionada por la guerra contra Bolivia, hasta que el gobierno del Cnel. Rafael Franco resolvió concluir la obra durante la administración del Dr. Felipe Molas López.

La nueva y definitiva etapa fue encomendada al ingeniero polaco Bruno Paprovsky, quien en colaboración del Dpto. de Obras Públicas de la Municipalidad de Asunción encaró decididamente la terminación de la obra.

La leyenda ”FIDES ET PATRIA” que ostenta en su frontispicio se debe al Arq. Miguel Angel Alfaro.

La construcción del altar fue realizada por la casa Mahlrecht de Buenos Aires, en mármol de carrara, onix gioerdán y onix rosado africano. El cuadro de la Última Cena, los capiteles, las puertas y la base de la mesa, al igual que los escudos de la República y de la ciudad de Asunción fueron realizados en bronce fundido y cincelado.

El gobierno de Franco designó al edificio ”Panteón Nacional de los Héroes”, despojando a la Virgen de la Asunción de su legítima casa. Esta injusticia fue reparada por el gobierno del Dr. Félix Paiva, el 21 de octubre de 1937 cuando decretó la restitución del edificio al culto católico denominando al mismo ”Oratorio de Nuestra Señora de la Asunción y Panteón Nacional de los Héroes”. La imagen de la Virgen de la Asunción está en el lugar desde 1939.

Con el correr de los años la construcción sufrió significativos cambios; algunos de los más notables fueron el cierre de algunos ventanales posteriores, la supresión de las escenas en alto relieve que adornaban el frontón de la fachada y la eliminación de un grupo escultórico representando a Cristo, flanqueado por dos ángeles, obra del escultor italiano Vicente Pollarolo, cuyo paradero se perdió en la noche de los tiempos.

(x) Cortesía del diario ABC COLOR, domingo 25 de agosto de 1991 (Asunción, Paraguay)

Opinión

Mujer en la Conquista (x)

Carlos I y don Pedro de Mendoza capitularon que para evitar intrigas y discordias no se incluyeran mujeres ni abogados en la armada de este último, así que nuestros primeros conquistadores tuvieron que compensar sus muchos afanes y decepciones rodeándose de jovencitas indígenas, hacendosas, pulcras, cariñosas y, de este modo, si bien no llegaron a la ceca, sí a la Meca. Un clérigo escandalizado denunció ante el rey, en 1541, que en Asunción se configuró el paraíso prometido por Mahoma.

En España abundaban solteras bien dispuestas a dejar de serlo, tránsito difícil, no obstante, por la gravosa dote que debían aportar al matrimonio. La suerte de las indigentes era lastimosa ya que, si no eran bendecidas con un casamiento, no les quedaba más que perderse en relaciones ilícitas, subsistir de la despensa familiar o entrar en religión, para lavar, planchar y perfumar los hábitos de las monjas ricas o servir en la mesa de algún príncipe de la Iglesia. Compadeciéndose de tal condición fue que Isabel La Católica reservó en su testamento un millón de maravedíes para casar a doncellas sin recursos, en lo que aquí hoy se denominaría un crédito de finalidad social para las sin marido.

Entre los que venían casados dejando familia en España sucedió lo inevitable: muy pronto formaron aquí otro hogar. Tan frecuente y grave habría sido el fenómeno que Felipe II tuvo que dictar un título completo de leyes ordenando a las autoridades coloniales a que “con mucho cuidado procuren que todos los casados hagan vida con sus mugeres haciéndolos ir a cohabitar con ellas”. Acababa de inventar el amor por orden superior.

A los asunceños les dedicó una real cédula especial acusándolos de promiscuos, “con consentimiento de vos, el dicho domingo de yrala, han lleuado mucha cantidad de yndias unas por fuerça y otras por rrescate y otras haziendo guerra injusta a los yndios”. Se mandaba devolver a las indígenas a sus casas, bajo pena de confiscación de bienes del infractor. El varapalo le llegó tardío a Irala pues hacía un año y medio que había fallecido. De todos modos la orden real se acató aunque no se cumplió.

Las primeras cincuenta solteras venidas al Río de la Plata para casarse con los conquistadores lo hicieron bajo la tutela de doña Mencia Calderón. Su armada partió en 1550, capitaneada por Juan de Salazar, y asaltada frente a costas africanas por corsarios franceses quienes, según la crónica, a cambio de pago preservaron la vida de los varones y respetaron la doncellez de las damas, cosa difícil de creer esta última tratándose de gabachos mas, en fin, así se hizo constar, quizás para no frustrar los planes matrimoniales. Unas cuarenta mujeres arribaron a Asunción caminando desde costas brasileñas, se casaron y constituyeron tres clanes cuya rivalidad, según J.C. Chávez, fue mucho más perniciosa que la política.

¿Tenía razón pues Carlos I? No parece, pues para lucirse en maquinaciones y querellas los españoles no requerían de incitación femenina. El capitán Juan de Osorio ya fue víctima de ellas antes siquiera de que la armada de Mendoza arribara a destino.

En realidad, la presencia de mujer en la colonización del Paraguay –española, mestiza o indígena, esposa, compañera o servidora– cumplió funciones de magnitud tal que, juzgada la experiencia con la perspectiva del tiempo, resulta imposible suponer que sin su concurso la empresa hubiera prosperado. Aunque quizás el emperador no anduvo descaminado en lo concerniente a los abogados, erró respecto a las mujeres.

Gustavo Laterza Rivarola
glaterza@abc.com.py

(x) Gentileza el diario ABC COLOR Asunción, Paraguay, Domingo 09 de Marzo de 2008


Vergel luqueño

Flores de un aromado jardín (x)

por: Mario Rubén Álvarez
Poeta y Periodista
(alva@uhora.com.py


Juan E. (Estanislao) Torres Ruiz Díaz –nacido el 30 de marzo de 1903 en Luque y fallecido en el mismo lugar el 28 de Julio de 1982-, era un andariego. Huérfano a muy corta edad, se hizo cargo de él una hermana en Concepción. Allí recibió su primera instrucción formal. Con el tiempo, su avidez por aprender, su espíritu inquieto y su inteligencia alerta le permitieron acrecentar sus conocimientos.

Los quebrachales de Puerto Pinasco vieron al vigoroso joven empuñar el hacha, luchar contra la inclemencia del monte y derrotar sus propios límites. Su hermano Silvano fue siempre su compañero inseparable. Juntos saboreaban los días de gozo y los amargos que la vida les colocaba en el camino.

Con el paisaje de la selva en los ojos y en la piel, su sigiente destino fueron los obrajes del Alto Paraná. Como mensú, atado a su trabajo cotidiano, aprendió los nombres del dolor y la esperanza, de la pena y la felicidad fugaz. Sus vivencias en esta parte del país despertaron en él las palabras que dormían hasta entonces en su corazón de poeta.

La Guerra contra Bolivia lo trasladó a una geografía donde junto a la espinosa vegetación acechaba a cada paso la muerte. Una herida le permitió retornar a Luque quedando luego como oficial de Intendencia. Conocer a la que sería su compañera para toda la vida lo retuvo definitivamente en la ciudad de los orfebres y la música.

Este es el hombre que a mediados de la década de 1970 sintió la ineludible necesidad de cantar a Luque y su entorno. Por eso sus versos van citando aquellas compañias que él conocía a la perfección. De ese modo, de su pluma, nació Vergel luqueño.

El autor de la música es el arpista y guitarrista Dionisio Valiente Ramírez, quien llegó al mundo en el barrio Trinidad (Asunción) el 3 de octubre de 1932 y lo dejó para siempre el 24 de octubre de 1986. ”Me siento luqueño de sangre, pues mis ascendientes maternos son todos de Luque”, solía decir. Contrajo matrimonio con María Regina Gaona Arrúa – a quien como cantante se conocía como Margarita de la Sierra- de Cañada San Rafael, un barrio de Luque. Estos datos son suficientes para indicar que nadie era más indicado que él para musicalizar la obra de Torres.

Identificado como la tierra en la que vivía, su primer conjunto se llamó “Los cuatro de Luque”. Luegoy tuvo otro: “Zorzales de América”.

Valiente era también, además de maestro que formó a numerosos intérpretes de arpa y guitarra, un recopilador del folklore de nuestro país. Un valioso archivo atestiguaba la riqueza de sus hallazgos en material de música y poesía.

Según un testimonio compilado por Domingo Regalado Pérez, -quien recogió estos datos acerca del poeta y del compositor y gracias a quien es posible escribir esta historia-, memoria viva de Luque, Valiente compuso la música de Vergel luqueño una madrugada.”Al principio la canción estaba en mi mente, pero sin poder materializarla”, relataba, indicando que una noche le llegó la inspiración agregando que al poco tiempo, para sorpresa suya, la música ”ya se difundía de boca en boca en la calle”. El público lo aceptó inmediatamente” relataba en alguna ocasión el compositor, de acuerdo a lo que por escrito tiene Pérez.

Alberto de Luque cuenta que un día Valiente le dio la partitura de Vergel luqueño para grabar. “Eso fue cuando vine a Asunción. Luego fui a Buenos Aires para grabar, entre otras, esa polka. Al arreglador de las obras que iba a cantar no le gustó la música de Valiente. Fue por eso que le puse la introducción que se conoce. Eso le conté a los dos autores. Valiente aceptó lo que yo había hecho”, concluye el cantante y compositor.

Vergel luqueño

Es el sol que va muriendo entre nubes silenciosas
arrastrando hacia el ocaso ese bello atardecer
lleva el beso ya postrero de la frágil mariposa
que liba néctar de rosa y almibarado clavel.

Como un suspiro lejano llega el viento perfumado
trayendo cantar a Luque de su aromado vergel
de Luarelty, Costa Sosa, Ykua Duré, Isla Bogado
y del jardín admirado Cañada San Rafael.

Allá lejos se diluye cual mensaje de un ensueño
entre rayo agonizante, Maka´i, Maramburé
con la cálida sonrisa los pasivos lugareños
con el arpa y la guitarra cantan en dulce ava ñe´ë.

Retacito de mi patria acunado entre azucenas
donde moran los jilgueros del edén Itá Angu´a,
Tarumandy legendario, Itapuami con su selva
Y Morakue el terruño, cuna de felicidad.

Yka´a, Zarate Isla rivalizan en belleza
con la más verde campiña de Ykua Karanda´y
el grandioso Campo Grande y también Hugua de Seda
atesoran a mi Luque oikekuévo kuarahy.

Letra: Juan E. (Estanislao) Torres Ruiz Díaz
Música: Dionisio Valiente Ramírez

(x) Del libro”Las voces de la memoria”(Historias de canciones populares paraguayas)-Tomo V, por Mario Rubén Álvarez. Edición del autor y Julián Navarro Vera. Octubre 2005, Asunción, Paraguay.

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: En la plaza principal de la ciudad de Luque, se rinde homenaje a dos instrumentos primordiales de la música paraguaya: La Guitarra y el Arpa Paraguaya. No debe olvidarse que en la compañia Morakue (Luque), nació Digno García, genial intérprete y compositor paraguayo; creador, entre otros, de “Cascada”, conocida mundialmente.

Algunas antinomias del paraguayo

-Fragmento-

  1. Inteligente y no comprende (x)

por: Saro Vera

El doctor Vera, a quien familiarmente lo llamamos Dr. Juanillo, dijo una vez en una reunión de Pastoral Social no recuerdo en que año: ”yo no desearía vivir cuando los paraguayos hayan recibido una alimtación adecuada desde el periodo prenatal”.

Lo que no se ha recibido en este periodo de la existencia no se recupera nunca, y lo que se ha perdido en alimentación, en la primera infancia, especialmente en el primer año, se recupera sólo el cuarenta por ciento. En estas condiciones precarias de alimentación encontramos muchos verdaderos genios. Qué será cuando la alimentación sea adecuada? El Paraguay va a ser un mundo de locos.

Es sorprendente la inteligencia del paraguayo. Cuando andábamos en los menesteres de la formación de catequistas, nos resultaba casi increíble que hombres salidos de la escuela primaria pudieran interesarse y entender problemas teológicos muy difíciles o la complicada técnica de la planificación.

El problema está en que hay que adecuarse a su modo de pensar. Su inteligencia es una inteligencia concreta: condicionada por el guaraní y por consubstanciación con la realidad circundante. El guaraní será siempre su medio de pensar aunque se exprese en otra lengua. La abstracción no le dice nada. En balde se repetirá mil veces algo abstracto. Su mentalidad no es grecolatina. Su inteligencia es plástica. Le interesa lo concreto. Desde ya el sabio de los guaraníes era el que se sentía profundamente consubstanciado con el cosmos de tal suerte que respiraba con él y percibía el palpitar de la realidad. Comprendía los signos de los tiempos y conocía al hombre por sus gestos más simples e insignificantes. El paraguayo es un gran conocedor del hombre por su integración a la realidad y por el profundo conocimiento de sí mismo. Es introvertido y meditabundo, aunque no taciturno.

Lleva en sí la alegría de la vida. Aún la muerte no le resulta una tragedia porque forma aparte de la vida ”la muerte jadevevoí” así como el nacimiento es parte de la vida. El paraguayo nunca dirá aquella estupidez ”a mi nadie me consultó si quería venir al mundo”.

Con esto no quiero afirmar que el paraguayo es incapaz de elevarse al mundo de las abstracciones. Lo hace y lo hace muy bien, pero no le atrae. Es el mundo donde se realizan justas de ideas. Para él la idea carece de interés. Lo que importa es la realidad. El paraguayo quiere comprender.

La intelección supone la actividad exlcusiva de la inteligencia mientras que la comprensión, a más de la inteligencia, abarca cierta asimilación existencial. El que comprende no sólo entiende sino también asume en cierta medida la realidad. Al paraguayo no le interesa tanto entender como comprender.

No comprende porque nuestras explicaciones no se encuadran a su mentalidad o porque no perciben la realidad que transmiten las ideas. El paraguayo no es el griego de la era clásica, que se deleitaba en jugar con las ideas. No sabrá que hacer de las ideas en sí. Cuando las hilaciones de las ideas apuntan a una realidad o proyecto, bien que le interesan y las graban. De lo conrtrario no se le grabarán. N ovale la pena grabar ideas. No son realidades.

Aquí entra el caso del ”ñembotavy”, el hacerse el zote. Cuando se obstina en no comprender, no habrá medio posible para hacerle comprender porque se ha puesto a no comprender, quizá no le conviene, quizá no le interesa; quizá por simple capricho o por lo que sea. No comprenderá ”ni oñemoñe´eramo chupe teatino”-, aunque le predique un teatino religioso, cuya figura en el recuerdo legendario de nuestros abuelos es sinónimo de santidad. En este caso del ”ñembotavy” no hay otra alternativa que desistir del propósito de convencerlo y con mucha tranquilidad. Si Ud. pierde los estribos, se le reirá en sus adentros.

(x) Del libro EL PARAGUAYO, un hombre fuera de su mundo”, por Saro Vera (Editorial EL LECTOR, 1994), Asunción, Paraguay .

Casas en versos (x)

por: Jorge Rubiani
Arquitecto e Historiador
(jrubiani@click.com.py)

En un artículo denominado “La ciudad mutilada”, he mencionado la destrucción de recintos importantes y significativos de nuestra historia y sobre la tristeza que en Asunción generan los solares convertidos en páramos, mal llamados “playas de establecimientos”. Italo Calvino sentenciaba que la belleza de una ciudad reside en los rostros de la gente que la habita. La observación nos remitiría a certificar que Asunción no es bella. Lo fue. Ha perdido casi todos sus encantos y sus elementos distintivos esenciales. De aquel esplendor de casas bajas, amplios tejados y aleros, galerías y profundos corredores, patios ajardinados, solo han quedado algunas fotografías y la expresión de los poetas que plasmaron en sus versos, el lugar, el paisaje urbano y la casa, aún mejor que aquellas.

En los versos de Herib Campos Cervera aparece la relación patria-tierra, nuestro gran hogar, como objeto de nuestros mas profundos anhelos: “..Quise de ti tu noche de azahares; quise tu meridiano caliente y forestal; quise los minerales que pueblan/los duros litorales de tu cuerpo enterrado, y quise la madera de tu pecho. Eso quise de ti (Patria de mi alegría y de mi duelo) eso quise de ti”. En la tierra, expresión física del “territorio solar”, más de afectos que de encantos paisajísticos, se fortalece –aún en los extranjeros- el amor hacia este“ogaguazu”: Los versos del Padre César Alonso de las Heras son precisos al respecto: “..el gesto/de enviarme la tierra colorada, aún caliente de sangre y de cariño. Ya no podrá ser nunca tierra ajena (…) Es mía para siempre. La añoraba”.

Y tanto como “la tierra” o “la patria”, la casa es un tema omnipresente en la obra de los poetas del Paraguay. En cada uno de los versos que la recuerdan, se la presiente como objeto de anhelos, de nostalgias sobre la infancia y como lo que parece ser la historia común: la casa ausente. Ester de Izaguirre nos dice: “Yo nací en esa calle. La casa ya no está. (…) y sin embargo/cuando vuelvo a mi tierra/llamados inaudibles me congregan/en torno a alguna mesa, con un mantel intacto, con guayabas maduras y naranjas tan vivas como días de sol”. Santiago Dimas Aranda recuerda a la suya, de esta manera: “De vuelta a la querencia, a la nunca olvidada casa nuestra. !Nuestra! porque cada madero nos conoce. !Porque reza la historia mil veces repetida/sobre las huellas digitales de nuestras emigradas alegrías!”. Jacobo A. Rauskin se suma a las ofrendas por la casa, en este caso, ya ausente de la memoria: “No recuerdo la casa, minifundio abolido. Recuerdo el camino. Tierra descalza, baldío de árganas, de flores, recua de nubes. Puro pasto puro todo”. José Luis Appleyard, sin embargo, otorga al hogar una imagen mas apegada a la realidad de lo cotidiano: “Una casa es un llanto/un dolorido balcón de mariposas anhelantes (…) Una casa, señor, es una infancia/huyente y malherida de distancia”. Pero es Alejandro Guanes quien ha perpetuado el vívido recuerdo a la casa ausente, con“Las Leyendas”, poema dedicado a un “puesto” de la antigua estancia de la familia Guanes, cuyo casco principal se encontraba frente a lo que hoy es “Mburuvicha róga”: “..Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares, con enormes hamaqueros con paredes y pilares, el de arcaica alacenas esculpidas, !qué de amores, que de amores vio este hogar!, él que sabe de dolores y venturas de otros días, estructura singular, viejo techo ennegrecido, !qué de amores y alegrías y tristezas vió pasar”. La casa –ya demolida- se hallaba a la altura de la calle San Antonio, próximo a la vía férrea, en Tuyucuá.

(x) Este escrito forma parte del libro POSTALES DE LA ASUNCION DE ANTAÑO (255 pgs.) editado por su autor en el mes de Octubre de 1999, y que se encuentra en venta en las principales librerías de Asunción (Paraguay). El internauta que quiera comunicarse con el Arq. Jorge Rubiani (Historiador; urbanista de prestigio, periodista, estudioso del idioma guaraní, habla varios idiomas, viajero incansable..) puede enviar su mensaje a : jrubiani@click.com.py)

ACOTACIÓN DE FA-RE-MI: En la 12. Parte del Paraguay Profundo, se pued leer la poesía ”LAS LEYENDAS”, de Alejandro Guanes.