No.47

Sí, amo esta tierra, y toda su belleza
Ya me arrastra y me llena de entusiasmo,
Porque igual no hay en la naturaleza.
De sus hijos admiro el valor gigante Que registró en la historia americana
La página gloriosa más brillante”.

Moisés Bertoni (x)
(x) De su poesía “Fué un sueño?”, publicada
en el diario asunceno “La Democracia” (11.2.1893)

 



 

 



 

 


DEL PARAGUAY PROFUNDO

UNA NACION, DOS CULTURAS (x)

por: Bartomeu Meliá, S.J.

(Antropológo)

  El Paraguay, que no siempre ha logrado ser un ”buen” Estado –excepto tal vez  en tiempos del Dr. Francia- y que muchos menos ha gozado de ”buenos” gobiernos, es desde por lo menos el siglo XVII, una ”buena” nación.

  ”El Paraguay es tal vez la primera nación en el hemisferio occidental que evidenció una conciencia colectiva”, ha podido escribir recientemente un especialista de la historia paraguaya, el norteamericano John Hoyt Williams (1974: 173). ”Fue el nacionalismo –es su conclusión- el que hizo de esta provincia la primera república verdaderamente independiente del continente, le dio crecimiento, unidad y fuerza –e hizo también posible, quizás probable, la guerra que casi destruyó la nación”.

  Nación y cultura

  La nación se suele entender  como un grupo de personas en comunidad con una particular conexión con una tierra –lugar de nacimiento, patria, situación ecológica-, con una comunidad histórica- tradición, hábitos, hechos ocurridos, cosas hechas- y con un destino común sentido como tal. La nación es un ñandéva, que se define a los otros con un oréva.

  La cultura es la realización  de un modo de ser propio por miembros  de una comunidad histórica. Este modo de ser que es fundamentalmente  modo de hacer y modo de pensar, se explicita en formas de expresión que son formas de entender y de entenderse en el mundo e instrumento para trabajar este mundo –lengua, arte, sistema social, religión, cultura material-. La cultura como de ser está por lo menos implícito en todo grupo humano constituido por su autonomía cultural y dura mientras dura su cultura y no más allá. Desculturizar es de hecho desnacionalizar.

  La invención de cultura es muy superior a lo que ciertas ideologías quieren hacer pensar, ya que la nación encuentra sus respuestas a su modo de ser en el mundo, sobre todo si no recibe imposiciones extrañas.

  La identificación con un modo de ser histórico, lo cual supone una operación de abstracción  bastante coherente, ya que significa darse cuenta de las principales líneas de fuerza que constituyen el modo peculiar de este grupo y no de otro, es propio de cualquier nación, aun de aquellas que son consideradas por otras como incultas.

  Hay un peligro grave, sin embargo, en creer que la relación nación-cultura está dada una vez por todas, que la cultura nacional ya está realizada y es un depósito en el cual se guardan los bienes y resultados culturales, como un museo al que se designan guardianes. Esto es desconocer que la cultura, aun explícita en formas de expresión, no es una actividad que maneja realizaciones, sino que es energía creadora de símbolos e instrumentos.

  La cultura está trabajada continuamente por la historia y trabaja la historia. Es dentro de la historia y no fuera de ella que se establece  la verdadera lucha de la nación por su cultura, por una cultura nacional. La lucha  por la cultura es esencial a un nación, sobre todo si se tiene en cuenta que la cultura no es un capítulo aparte de la lucha por una economía nacional y por una política nacional.

  En realidad, tiene poco sentido preguntarse si existe una cultura nacional y menos sentido tiene intentar describirla. Porque, qué es lo que se describe? La instituciones llamadas culturales, el fárrago de páginas escritas en el Paraguay, sobre Paraguay? Las obras de artistas plásticos, de literatos, de algunos escritores científicos? La descripción de resultados culturales tal como generalmente se viene haciendo con libros de historia de la cultura del Paraguay, además de presentar de hecho una selección arbitraria de los resultados culturales, poco sirve para analizar la relación nación-cultura, las contradicciones que han podido surgir y de hecho han surgido repetidamente en el Paraguay entre nación y cultura menos sirve, al desconocer el proceso de lo que  ha sido la cultura en la nación, para que se pueda proyectar la lucha por una cultura nacional que no es sino la lucha por la nación.

Cultura de alianza y paz

  Toda nación tiene una cultura, pero no toda cultura es nacional, y no solamente porque en una nación puede haber varias sub-culturas, sino porque en ella puede haber culturas en conflicto que se disputan el dominio de la nación.

  Las naciones “primitivas” suelen presentar un alto grado de identificación entre cultura y nación; las culturas de esas naciones son culturas nacionales. Las naciones modernas, paradójicamente, tienen dificultad en crear una cultura nacional; la misma dificultad en crear una cultura nacional; la misma dificultad que sufren en ser naciones independientes, aquellas naciones precisamente de lo que se dado en llamar “tercer mundo”, que viven en el fuego cruzado de los intereses coloniales y neocoloniales.

  Los procesos históricos de colonización no son nuevos en el Paraguay y, sin embargo, se está lejos todavía de una comprensión cultural de este fenómeno. Más aún, se ha desarrollado sistemáticamente en el seno de los dominadores coloniales una cultura de la alianza (una alianza hispano-guaraní que se ha modernizado en alianza para el progreso)  que no es más que la supresión pura y simple de uno de los términos de la dualidad cultural. Mientras que económicamente y socialmente hay una polarización dual entre dominador y dominado, culturalmente se pretende haber llegado a una síntesis estableciendo la armonía de los términos, armonía por acallamiento de las clases dominadas.

  Cómo se ha podido llegar a esto es la pregunta la más importante, a mi modo de ver, que se debe formular en estos momentos si se ha de tomar en serio un proyecto de cultura nacional.

(x) Del libro: UNA NACION, DOS CULTURAS, de Bartomeu Meliá. RP EDICIONES-CEPAG (1988). El escrito de arriba fue publicada por primera vez en la Revista ACCION, el 25 de junio de 1975, Asunción, Paraguay.

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Mujer Paraguaya

Fragmentos del libro
EN BUSCA DEL HUESO PERDIDO (X)

Un sacerdote descubre el ”terere”

por: Helio Vera
(Escritor)

  Su consumo, que era privativo de los nativos del Amambay y del Alto Paraná, pasó a generalizarse en toda la provincia y aún a otras dela Corona española. Cuando la costumbre de consumir yerba fue descubierta por los sacedotes, fue considerado asunto de Satanás. El padre Ximénez, por ejemplo, describe este descubrimiento con las siguientes palabras:

  “Esta bebida no es otra cosa que agua cualquiera recogida de un río, con un puñado de hojas bien machacadas y pulverizabas de cierto árbol. Las hojas se asemejan a las del laurel y son siempre verdes, y según lo que cuentan los indios viejos, fue el santo Apóstol Tomás quien les enseñó su uso. La gente seca y reduce a polvo estas hojas; en invierno les echan agua caliente, en verano agua fría, mézclanlo todo bien y después se la beben. El sabor es  como si te redujeras a polvo un puñado de heno seco, lo metieras en un vaso, le agregaras agua fría o caliente, y te lo bebieras (…). Como dicen y opinan los médicos españoles, la yerba es sanísima y su fuerza y acción son muy variables. Refresca y enfría los pulmones y el hígado calentado no permite que se forme arena o piedra, y es por eso por lo que no es tan fácil hallar a un indio que se encuentre en esa condición y sufra de eso. No solo apaga la sed, sino sacia y refuerza estómago; es algo amarga y calma la hiel negra” (10).

  El lector avisado  no dejará de anotar  en este relato de la época colonial que el “terere”, bebida nacional por excelencia, ya era consumido por los indígenas. Carecían entonces de la tecnología necesaria para producir hielo, que les hubiera hecho aún más agradable el persistente chupeteo. Pero es obvio que el hábito ya se hallaba entonces sólidamente arraigado, alentado por Satanás, en lo cual coincidieron los primeros religiosos. Cierto es que cuando descubrieron los buenos negocios que se podia hacer  con ella, el producto adquirió inmediato y respectable status divino.

  El Alto Perú, tanmbién mediterráneo, poseía, sin embargo, el cerro de Potosí, cuyo resplandor iluminaba como un faro el itinerario de los inmigrantes. Pero aquí, en el Paraguay, no había metales preciosos ni forma alguna de minería. La pobreza fue, por eso, una condición que acompañó a los paraguayos desde la época colonial. Lo único que se podía hacer para derrotarla era soñar con Eldorado y la Ciudad de los Césares, como único consuelo.

 

La búsqueda del hueso perdido

  Van surgiendo así los elementos  de una identidad que se va formando en la historia, una identidad que no es immutable ni “eterna”, pero que puede ser señalada como un fenómeno relativamente estable a través  del tiempo. Todos estos rasgos, interdependientes, constituyen pretextos que autorizan ensayos pretensiosos como este y permiten reflexionar sin ton ni son sobre algunas de las claves de lo que, con acierto, se ha dado en llamar ”la isla sin mar”. O, más precisamente, la ”isla rodeada de tierra”.

  Isla sin mar? Puede ser. Insularidad geográfica, económica, lingüística, histórica, cultural, política. Característica especial formada a lo largo de siglos y trabajada por acontecimientos de toda clase. Todos ellos, pacientemente, fueron modelando el indeciso huesecillo que Rengger no pudo  encontrar pese a la insistencia del Supremo, pero que se encuentra oculto en algún profundo repliegue de nuestro cuerpo.

  Que no tengamos una cultura estrictamente autóctona no es algo que debiera apenarnos. “Para bien y para mal –nos recuerda Ernesto Sábato-, no hay pueblos platónicamente puros” (14). El nuestro no tiene por qué serlo. El tenebroso Kostia ya apuntó, hace cuarenta años, los inconvenientes prácticos de un nacionalismo a ultranza tomado al pie de la letra. Se refería a una corriente en boga entonces, en la que no faltaba cierto inocultado toque de xenophobia. Una de las consecuencias sería, -aseguraba el humorista en tono quejumbroso- la proscripción del papel higiénico en homenaje al rugoso pero nativista “avati ygue”.

  Con esa convicción, aceptemos la idea de que el mestizaje, la vida rural, la pobreza, el aislamiento geográfico, el idioma guaraní y ciertas contingencias históricas contribuyeron a modelar una cultura nacional, signada por una terca individualidad. Un perfil que pervive a través del tiempo, pero que también cambia, porque se encuentra dentro de la corriente del tiempo. Y porque, para nuestra suerte o para nuestro castigo, no hay pueblos que permanezcan idénticos a sí mismos a través de los siglos.

(x)  x) Del libro: “EN BUSCA DEL HUESO PERDIDO (Tratado de paraguayología), de Helio Vera. (3a.Edición; 1990) EDICIONES RP. Asunción, Paraguay.

cedazos yrupe mbya guarani

 

 

calabazas estuches payagua

(x) Arte Indígena del Paraguay. Cortesía del Museo Andrés Barbero: Avda. España 217, Asunción Paraguay

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Adelantos

LAS CONTRIBUCCIONES DE LOS GUARANÍES (x)

  La cultura paraguaya se ha visto enriquecida por la influencia de la cultura guaraní. Aquí, algunas muestras de ese enriquecimiento

por Ramón Fogel (1) –Sociológo-

  Entre los aportes de los pueblos guaraní a la construcción de la nación paraguaya debe diferenciarse la contribucción de la cultura compartida por el tronco guaraní, de los aportes específicos según fueran las configuraciones socio-históricas de las que fueron parte, a partir de la conquista. En el primer caso se destaca la contribucción de la cultura guaraní con la lengua, conocimiento sobre el manejo de la naturaleza, botánica, medicina, agricultura y normas sobre la buena vida o teko porã. Estas normas comprenden las formas de acceso y control a territorios (tekoha), más que tierras, y laas referidas a organización política; la apropiación y de los recursos contenidos en ellos es comunitaria y se basa en una relación del hombre con la naturaleza.

El buen vivir o teko porã

  La primera gran contribucción a la cultura paraguaya con una potencial notable en tiempos de crisis es la idea de los guaraní sobre el buen vivir (teko porã). En la ponderación de esa contribucción se debe tener presente que vivimos una crisis de civilización con diversos components; los desastres climáticos que resultan proporcionan una evidencia abrumadora de esa crisis provocada por  las formas actuales de producer, consumer y organizer la economía destruyendo los recursos naturals, y que no podemos seguir con la idea del desarrollo permanente. Esa idea del desarrollo se coresponde con la de “vivir major” de algunos  a expensas de otros que result ahoy insostenible. En cambio la idea de mi bien es que todos  estén bien responde al anhelo y a las necesidades de los pueblos del´continente (Choquehanca 2010).

  Pepy y potirõ

  La menera del guaraní de concebir  el buen vivir (teko porã) representa lo primordial de la culura paraguaya, sus raíces más que arcaico o el simple regreso al pasado. La economía de la reciprocidad con sus components comienza con el pepy, el convite anterior al potirõ o trabajo en común, que permite luego el jojói o la concreción de la reciprocidad; esta economía de la reciprocidad remite a la producción, no para crecer a expensas de otros sino para compartir con otros los resultados del trabajo.

  La cooperación en el trabajo asociado potirõ es la ayuda mutual gratuita para la ejecución de tareas agrícolas, por turno en las parcelas de quienes integran el grupo, debiendo aquellos en cuya parcela se trabaja en el día proveer comida y bebida. Antes que el potirõ está el pepy con el cañy, que ya es el fruto del trabajo de la cosecha anterior y permite el jopõi. En esta lógica de producir para dar el que no da nada queda fuera de las relaciones comunitarias.

  Pepy es el convite para preparar el trabajo con el sistema de ayuda mutual en la chacra así como el mitã pepy es el convite para la fiesta de iniciación de los varones que ingresan a la adolescencia: el pepy o convite para una fiesta de programación del trabajo también se refiere a algún trabajo comunitario más allá de las chacras; en el diccionario de Montoya, escrito a principios del siglo XVII, existen diversos tipos de fiesta: Pepy, Convite, Oga pepy: convite que hacen a los que ayudan a hacer la casa; Pepyguasu: gran conviete; Chepepyra rekávo aiko: ando en busca de hacer convite.

Jopói.

  El jopói está asociado a la abundancia e invita a la reprocidad.

  El jopói genera un lazo social, en tanto lo que se da expresa para el que recibe la presencia o el prestigio del donante, al consumir el donatario el producto recibido se consuma la communion con el donante (Meliá y Temple, 2004).También se manifiesta la reciprocidad en las ralaciones con la naturaleza que proporciona todo lo necesario para la vida y que requiere un trato amistoso.

  Esa noción de vivir bien bien supone relaciones  armoniosas con la naturaleza y el respeto a sus leyes, teniendo en cuenta que en la cosmovisión guaraní los seres humanos hacen parte de la comunidad de seres vivos, y que entre sus miembros existe creciente interdependencia. Ya desde el orígen  de la creación se expresó esa interdependencia cuando los primeros indígenas, que completaron la creación, fueron criados por una tigresa conforme al mito de los gemelos; así mismo, los portadores del conocmiento tradicional enfatizan el hecho de que gran parte de nuestro cuerpo está conformada por agua. De hecho en la cosmovisión Mbya una de las almas, el alma verdadera, fluye del yvyra ñe´y o cedro; toda vez que que la palabra verdadera es la que expresa el alma, y fluye del cedro.

  El teko porã, el vivir bien significa que se busca que todos estén bien, lo cual solo es possible con el jopói, el compartir los frutos de la tierra viviendo como seres sin dueños (jara´y), sin sujeción a arbitrariedades o vasallajes, con relaciones entre iguales (tekojoja), con el equilibrio en la comunidad y en la sociedad; en el diccionario de Montoya se establecen precisions sobre el término: Tekojoja: Igualdad, Hecó yachébe, cherecó ychupeabé: como él lo hace conmigo, así lo hago yo con él.

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(x) Extraído del libro Los pueblos Guaraní en la formación de la nación paraguaya. Centro de Estudios Rurales Interdisciplinarios.Universidad Nacional de Pilar y Fondec.2011

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(1)   Cortesía del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), sábado 19 de febrero de 2011.

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-Fragmento-

EL CAUDILLO Y EL PARAGUAYO (x)

por: Saro Vera

  El caudillo es uno de los personajes folklóricos más denigrados, sin el cual el paraguayo no vive. Forma parte de su vida comunitaria.

  La animadversión de algunos, por lo general, nace de un deseo inconfesado de erigirse en caudillo. Lo detectamos en los más encumbrados predicadores del diálogo o enemigo de la autocracia. El paraguayo quiere ser caudillo. El que no lo es, es porque no se lo permiten.El que puede lo será apenas se presente la mínima ocasión.

  Al paraguayo le agrada ser “tendotá”, ser Presidente. No en balde el pueblo paraguayo se ha puesto a llamar ”Presidente” aunque sea el de un Club, por supuesto, con mucha complacencia de los afectados por tal trato. En algunos lugares se ha puesto a llamar “profesor” o”licenciado” a cualquiera sin que nadie se ofenda por la aparente burla. Es que el paraguayo lleva adentro el deseo de ser presidente. En la constitución de una comisión cualquiera, será inevitable la disputa abierta o solapada por tal cargo. Una vez constituida, la renuncia a la colaboración de parte de algunos se deberá a que la presidencia no ha recaído sobre él o sobre el candidato con quien congenia.

  Por desgracia se ha estudiado poco o nada al caudillo, este personaje de aristas sumamente interesantes, y que, ante todo, es una figura especial en una sociedad de mentalidad tribal. En la tribu no existe caudillo.

  No es fácil ser caudillo. Se requieren cualidades especiales, entre las cuales sobresale la de pertenecer en cuerpo y alma al pueblo. Pensar como él, hablar en su lenguaje y convivir sintiéndose afectado en alguna medida por sus problemas. El caudillo se encuentra dentro del pueblo y es el reflejo en escala superior del paraguayo común. El pueblo tiene que sentirlo miembro legítimo suyo al mismo tiempo que superior entre sus pares. Lo que no significa que asuma una actitud que ni lejanamente se debe interpretar como un menosprecio a los demás. Por asumir una actitud despectiva perderá su ascendencia.

  Por ser superior demostrará en un mayor grado las virtudes consideradas relevantes por el paraguayo. “Ikuimba´é va´erá”;”ikaria´y ha ypy´aguasu” (generoso, magnífico y de gran coraje). Estas virtudes  son necesarias para cumplir a cabalidad el rol del padre. Nunca debe renunciar a la superioridad en su comportamiento y en su modo de hablar. En las circunstancias adversas mantenerse tranquilo y en ningún momento echará mano de fanfarronería. El caudillo nunca se rebaja a fin de congraciarse con el pueblo. El sabe que al paraguayo no se le engaña con una demagogia barata porque es un gran conocedor de hombre, de sus roles y figuras. Para él, cada uno debe demostrar lo que es y no fingir con intenciones de engañar. El ficticio es molesto. En la primera oportunidad lo desenmascararán, el caudillo tiene que ser auténtico. No avergonzarse de lo que es; mucho menos, avergonzarse de su condición de hijo de pueblo.

  El caudillo nace: no se hace. También se hereda en tanto cuanto el hijo detenta en cierta medida, por lo menos, las cualidades de su padre, mediante las cuales ondea sobre él la sombra del padre, que consiste en una ascendencia sobre los demás.

  El caudillo es un hombre de fuerza psíquica poco común, de dominio sobre el ánimo ajeno. Si no recurrimos a esta cualidad innata de la ascendencia psíquica, nos resultará imposible explicar la figura del caudillo, el respeto y acatamiento que genera. No existe otro camino. Los títulos académicos, por ej. nunca fueron causas para ungir a un caudillo. Servirán para muchas otras cosas, ciertamente, pero nunca para erigir un conductor popular porque la sabiduría de los yuyales es diferente de la sabiduría de las universidades.

  Hablamos del caudillo verdadero. Resulta que, a veces no falta quien pretenda coronarse de caudillo con prebendas y dádivas; caudillo de papel.Cuando se le terminan sus dádivas, se desplomará de su pedestal de barro. Su ascendencia no es psíquica: se debe al interés económico. El día que cierre las manos, habrá perdido su aura de caudillo. Tras su muerte no quedará un nostálgico recuerdo como lo deja el caudillo.

  El caudillo ayuda siempre y todo cuanto pueda, pero su ascendencia no se debe a la ayuda. Todo lo contrario, debe ayudar porque es su caudillo, un paraguayo paradigmático. Se le sigue al caudillo por ser caudillo: no es esperanzado en las ventajas. Pero, si aparece por ahí alguien repartiendo dádivas, sería tonto desaprovecharlo. No todos los días cae maná del cielo. Este tipo de caudillo corrompe al paraguayo convirtiéndolo en servil y mendicante, más aún pensando que detrás de manos munificientes hay otras destinadas a manipularlo.

  Ciertamente la fuerza del caudillo estriba en el alma.No radica en nada exterior. Posee un conocimiento instintivo de su pueblo y gracias a este conocimiento, una capacidad extraordinaria de comunicación.

  Se identifica con su pueblo. Se trata de una compenetración mutual. Dice la palabra exacta y en el tono exacto en base a los gustos y disgustos; preferencias y aversiones; aspiraciones y repulsiones de su pueblo. Su palabra resuena en el alma del paraguayo siempre familiar y compensible. Sabe de antemano la medida aceptable para su compueblano. Asi que es explicable que le resulte fácil llevarlo a donde quiera.

  Se puede detectar tres tipos de caudillo. El primero es el que hace todo y no permite que otro haga nada. Lo común a todos los caudillos es que debe figurar siempre a la cabeza de todos los emprendimietos aunque permita participar a otros.

   El caudillo “hácelo todo” normalmente hace muy poco porque le abruma la multiplicidad de los quehaceres. No hace y no deja hacer. Sin embargo, hay un tipo de paraguayo con una capacidad increíble de realizaciones multiples pero en número muy reducido.

  El  segundo tipo es aquel que da las órdenes tajantes, con gran propensión a ser un mandón; y el tercero es el que mueve calladamente a todo el mundo. Casi no se le escucha hablar.

  El primero corre el riesgo  de dos errores frente al paraguayo.

  El primer error es anular toda participación, que para el paraguayo significa falta de confianza. Aquí pedir un servicio es signo de confianza.

  El paraguayo se cuida mucho de ofrecer su servicio porque “ñekuá ha yati´i noseporaiva”. Se pide servicio al que se tiene confianza porque no humillará con su negativa. Por otra parte, el que niega su servicio solicitado es hombre despreciable, motejado con el nombre de “kura´yí”, un bichito casi microscópico que produce una de las sarnas más molestas y contagiosas.

  El segundo error es asemejarse demasiado al paraguayo común quien no acepta que el conductor se iguale a él. El dirigente se abaja pero no se rebaja. Requiere mantener su dignidad y la figura del paraguayo paradigmático. Nunca debe renunciar a su ascendencia anímica sin que ésta lo separe del pueblo. Un equilibrio difícil.

  El segundo tipo o, el de las órdenes tajantes, llena una condición muy apreciada por el paraguayo, que es la seguridad. El paraguayo cambia cualquier cosa por la seguridad. El hombre seguro constituye una garantía de vida. Este tipo de caudillo puede llegar a sentirse dueño del pueblo en vez de considerarse expresión de él. Pierde su identificación con él; se considera superior y el pueblo comienza a considerarlo extraño.

  El tercer tipo es el típico caudillo de poco hablar, sencillo; lleva la conducción ”ñe´embeguépe”.  Es el que claramente demuestra la ascendencia psíquica mientras se mantiene unido al pueblo en cuanto es uno de sus miembros. Rara vez se advertirá que imparte órdenes. Comprende y disimula los errores. Las correcciones las lleva a cabo sin ostentación y aspavientos. No requiere de demostraciones porque él se siente seguro con su autoridad.

(x) Del libro EL PARAGUAYO, un hombre fuera de su mundo, por Saro Vera (Editorial EL LECTOR, 1994), Asunción, Paraguay.

ACOTACIÓN DE FA-RRE-MI: Ver un escrito sobre Saro Vera, haga click sobre lo subrayado.

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Porque igual no hay en la naturaleza.
De sus hijos admiro el valor gigante
Que registró en la historia americana
La página gloriosa más brillante”

MOISÉS BERTONI

(x) Parte de la poesía publicada en el
diario ”La Demoracia” (Asunción-11.02.1893)

La leyenda del KA´Á

”Resolvió alejarse de los hombres…”

por: M.A.Guillen Roa

  A la vera de una selva, en lo más recóndito de la región desértica, estaba plantado un rancho de paja y estaqueo. Allí vivía un anciano indígena, acompañado de la menor de sus hijas llamada Ka´á. Viéndose en esa soledad, entregado a una vida plácida y virtuosa, se podía configurar la réplica de un patriarca bíblico.

  Había estado entre los hombres; había formado una numerosa familia. Se había empeñado en dar testimonio de su fe, pero no fue escuchado ni siquiera por los suyos. Se quedó viudo y sus hijos se dispersaron a la deriva. Le quedaba la menor de sus hijas, que era todavía niña cuando se murió su madre.

  Y ahora qué hacer. Luego de algún tiempo de meditación, resolvió alejarse de los hombres, y fue a levantar su rancho a una distancia poco menos que inalcanzable. Quería preservar a su hermosa hija de la corrupción del mundo.

 Una mañana llegó a su rancho un anciano de aspecto venerable, perteneciente a otra raza. Se trataba seguramente de Santo Tomás o Santo Tomé, que, según la tradición, fue el apóstol que estuvo por el imperio guaraní para preparar a los naturales para la próxima evangelización que llegaría del oriente. Se habla todavía de su aparición en el cerro de Paraguarí, de la impronta de un pie en un cerro de Yaguarón, de sus incursiones por las regiones del Alto Paraná.

  Ka´á, que crecía al amparo de la virtud paterna, atendió solicita al viajero. Sacrificó la última gallina que le quedaba y le sirvió de la mejor manera que pudo. El extraño huésped, al despedirse, trazó la señal de la cruz sobre el anciano, que recostado en un catre sobrellevaba los achaques de la vejez, y posó su diestra sobre la cabeza de la doncella india. Les prometió que volvería a pasar por allí.

  Al patriarca indígena, a medida que envejecía, se le volvía más nítido el recuerdo del extraño viajero que tan inesperadamente llegara un día a su rancho. Las palabras esenciales el apóstol germinaron en su corazón. Ka´á subía todas las tardes sobre un promontorio para divisar las dos puntas del camino. El apóstol no aparecía, y su padre se sumía cada día en la decrepitud.

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  Sólo para los quehaceres indispensables se apartaba del lecho de su padre. Qué sería de ella en esa soledad. Ni siquiera sabía, hacia dónde quedaba la población menos lejana. Su padre, lúcido en todo momento, se reservó el secreto para sus últimos días.

  Entraba una mañana en el rancho con una infusión de hierba para su padre, cuando vio que el anciano, el tan ansiadamente esperado, estaba orando junto al lecho. Su padre había entrado en agonía, y el apóstol le trazaba con el pulgar derecho el signo de la cruz en la frente, con el pecho, en la palma de la mano.

  Muerto el indígena, consideró el apóstol la soledad en que quedaba su única hija en aquel desierto. De su meditación surgió el propósito de perennizar su nombre, de multiplicar su descendencia. Por segunda vez posó la diestra sobre su cabeza, y la virgen india se convirtió en un exhuberante arbusto.

  Ahí surgió la primera planta del Ka´á –la insustituible yerba mate- cuyas virtudes estimulantes han sido de tanta utilidad para los hombres.

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La inspiración que se transformó en un canción…

RECUERDOS DE YPACARAI

 El recordado y laureado músico y compositor, Demetrio Ortiz, lo recuerda así (x):

 “ El conjunto que dirigía el famoso creador de “Pájaro campana”: Félix Pérez Cardozo, estaba realizando sus presentaciones en la ciudad de Córdoba, y yo con ellos, como uno de sus guitarristas ritmistas. Trabajábamos en el mismo hotel donde nos hospedábamos, pues en el subsuelo había una peña folklórica.

  Despúes de cada entrada teníamos una hora y media de descanso que yo aprovechaba para subir a mi habitación con mi guitarra y tirarme a la cama un rato, ya que sentía fuertes malestares digestivos; esto se venía sucediendo desde hacía un buen tiempo, y hubo noches en que el dolor que me aquejaba era muy intenso, y por eso me tenía bastante preocupado; no tenía a nadie para poder cuidarme, solo y sin parientes, lejos de mi tierra. En esas noches tristes, para aliviar mi dolencia, distraía mis pensamientos hacia aquellos momentos felices de mis actuaciones artísticas allá en mi país. Y una vez  recordé la que realizamos en uno de los lugares más pintorescos de mi Paraguay.

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  Estuvimos allí tres días, realizando nuestras presentaciones por las noches en el club de la localidad que nos había contratado.

  Al segundo día, por la tardecita, una hermosa muchacha pasó frente al hotel donde nos hospedábamos; no pude resistir su simpatía y me atreví a saludarla, y ella se dio vuelta respondiéndome con una sonrisa tímida. Prudentemente, la seguí hasta que entró en una casa; me quedé en la esquina observando los alrededores y al cabo de un rato, ví con alegría que esta muchacha volvía a salir.

  Me puse muy nervioso; no sabía qué hacer, me costaba resolver si debía acercarme a hablarle o no; por fin, me decidí a caminar a su lado y tratar de iniciar una conversación. La joven, gustosa, aceptó mi compañía.

  Me enteré así de que la noche anterior había estado en el festival y le había gustado mucho nuestra actuación; me felicitó además, por las canciones  que había interpretado en esa oportunidad. Ella también amaba la música y el canto, y allí nomás me lo demostró, cuando se puso a entonar con una dulce voz, viejas y típicas canciones en guaraní.

  Hablamos de muchas cosas, mientras seguíamos caminando, y llegué a simpatizar con ella de una manera extraña, por su sencillez, su sonrisa y su cautivante manera de andar y de expresarse. Ella también demostró simpatizar conmigo, y entonces hicimos planes para seguir viéndonos; ella se iría a Asunción las veces que pudiera y yo vendría a su pueblo apenas un tiempo libre que mi trabajo me lo permitiera. Así habíamos quedado con aquella muchacha de mi tierra, con un compromiso que se podía haber concretado con una final feliz si no fuera por la desgracia que azotó al país con la contienda civil del año 1947 que truncó muchos sueños y desencadenó el éxodo de miles y miles  de ciudadanos que no tenían nada que ver con la política como en el caso mío.

  Esa noche, recordando todo eso, pulse mi guitarra pensando en aquella muchacha que se había quedado allá tan lejos, y a la que quien sabe qué destino le había tocado transitar. Fue en esos momentos cuando nació la melodía que titulé “Recuerdos de Ypacaraí”, y a la que dos años después Zulema de Mirikin felizmente adaptó una hermosa letra”.

(x) De su libro: “UNA GUITARRA, UN HOMBRE”, de Demetrio Ortiz. Editorial Mediterráneo

(Asunción, 15 de julio, 1986). Gentileza de la Sra. Elida Viuda de Ortiz.

                      Recuerdos de Ypacaraí

 

Una noche tibia nos conocimos
Junto al lago azul de Ypacaraí
Tú cantabas triste por el camino
Viejas melodías en guaraní.

Y con el embrujo de tus canciones
Iba ya naciendo tu amor en mí
Y en la noche hermosa de plenilunio
De tus blancas manos sentí el calor
Que con sus caricias me dió el amor.

Dónde estás ahora cuñataí
Que tu suave canto no llega a mí
Dónde estás ahora
Mi ser te adora con frenesí.

Todo te recuerda dulce amor mío
Junto al lago azul de Ypacaraí
Todo te recuerda
Mi amor te llama cuñataí.

Letra: Zulema de Mirkin
Música: Demetrio Ortiz

 

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Memoria viva

Nenequita (x)


por: Mario Rubén Álvarez

(Poeta y periodista)

alva@uhora.com.py

  Nenequita -apodo de la arpista Ada Luz Valiente, hija de Agustín Pío Barrios, Mangoré- , fue el gran amor de Emilio Bobadilla Cáceres, músico y compositor nacido en Cerro Verá, Pirayú, el 3 de marzo de 1907 y fallecido en Asunción el 21 de marzo de 1979.

 
El encuentro entre ambos se produjo en el conservatorio de música del maestro Francisco (Nenín) Alvarenga, en Buenos Aires, en los primeros años de la década de 1940.

 
Generoso Larramendia - alumno del instituto junto a su hermano Luciano- fue un testigo privilegiado del romance que unió a los artistas durante varios años.

  Nenequita, con no más de 15 años, vivía en la capital argentina con unos tíos. La tía le cuidaba con tanto celo que le llevaba a tomar sus clases de música, le esperaba y luego le acompañaba en el retorno a la casa.

  Si bien pudo controlar buena parte de sus pasos, no pudo hacer lo mismo con respecto a los latidos de su corazón. En medio de las indicaciones de compases, de las corcheas y fusas y los demás contenidos del arte musical académico, creció la llama que en algún momento fue incendio incontenible.

  Alondra feliz y Florecita de mi cielo reflejan lo apasionado del amor de Emilio hacia su joven compañera de clases. Las letras de Carlos Miguel Jiménez expresan lo que el autor de la música le transmitió para que dijera en versos lo que él manifestaba en música.

 Hay, sin embargo, otra polca que lleva directamente el nombre de la musa inspiradora y destinataria de la canción que nuevamente tuvo a Carlos Miguel Jiménez como poeta de ocasión.

  La particularidad de Nenequita - creada presumiblemente entre 1942 y 1943- es que el texto fue concebido totalmente en guaraní. Allí el canto se regocija en las vivencias del amor. La idílica visión que conlleva, evita la alusión a los escollos que tuvieron que superar para poder, finalmente, vivir juntos.

  Los tíos, apenas enterados de la situación, le impusieron a Nenequita una disciplina más férrea de la que ya tenía. Ya no solo eran controlados sus pasos, sino también sus partituras, sus cuadernos de apuntes, el contenido de las conversaciones con cualquiera que no fuese de la familia, y la mirada, inclusive. A criterio de sus vigilantes, en una clave de sol o en una indicación de repetición en el pentagrama podía estar agazapado un secreto mensaje para la sobrina mezquinada.

  A pesar de tantas llaves y controles escalonados, Emilio y Nenequita se las arreglaron para verse, concertar un encuentro y huir a un rincón inaccesible de la capital argentina.

  "El único que sabía el paradero de ambos era Rubito (Agustín). Él tomaba sus precauciones para que nadie le siguiera. Simulaba ir a un lado y tomaba otro camino. Les llevaba comida, ropas, noticias y encargues del abogado que los asesoraba, ya que ella era menor de edad", contaba don Generoso, refiriéndose al mayor de sus hermanos.

  Cuando se dio la oportunidad, salieron de su escondite y buscaron un juez para casarse. Con los hechos consumados y legalizados, ya no había modo de retroceder. Entonces pudieron compartir en plenitud aquella historia que les había costado sinsabores, separaciones, incertidumbres y peligros, hasta quedar coronado por el final de la dicha al alcance de un beso.

  El proceso de creación no fue diferente al de las otras ocasiones. Emilio Bobadilla Cáceres le dio a Carlos Miguel la idea de lo que quería que dijera la letra, le tarareó la melodía y el resto corrió por cuenta del poeta.

  Del tiempo en que el invierno había quedado atrás para dar paso a la primavera, es Nenequita. En la ausencia, los días se habían convertido en un pedazo de eternidad. Ya juntos, se apresuraron por recuperar cada segundo de felicidad que había quedado postergado.

  Como testamento del amor compartido, Emilio Bobadilla Cáceres dejó una canción que habla de un tiempo de plenitud.

 

Nenequita (*)


péina hendýma che mbyjami
tupâsyetégui ikyryîvéva ha ahayhuvéva
che rekovégui, Nenecami.

Korochirégui aroipurúva
ha eíra oguerúva ijahy'o
apurahéivo ku che kambápe ijapysápe
he'êmbochýva ñe'ê toho.

Héra che akâgui ndoje'ovéima
ndaikatuvéima che resarái
mbyja ko'êgui omimbivéva
che resapéva paje ykuágui hesa jajái.

Che raperâme iñapysêvo
ahechakuévo chemopirî
mborayhusâme ko che ñe'âgui
imba'erâgui ñanandytýre che ñapytî.

Ku Nenequita che anga jára
yvoty ára vaicha ogueru
yvotytýpe ha'e iporâgui
mburukujáre itenondéva ipoty kuru.

Che py'aitégui amomorâva
ha che juráva mitâkuña
ajeruréva yvagaguápe ipyti'ápe
ani ogue mborayhu rata.

Letra: Carlos Miguel Jiménez. Música: Emilio Bobadilla Cáceres

(*) Versión cantada por el Dúo Peña-González.

 

(x) Cortesía del diario ÚLTIMA HORA (EL Correo Semanal), 24 de abril de 2010,( Asunción, Paraguay)

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Del libro: Tradiciones guaraníes en el Folklore Paraguayo

MBARAKA JU (x)

La maraca milagrosa

por León Cadogan

(Antropológo)

  Problema lingüistico que me ha tenido perplejo durante mucho tiempo es el enigma etimológico encerrado en la palabra Mbarakaju, nombre de nuestra sierra limítrofe.Traduciendo el vocablo de acuerdo a sus componentes en lenguaje cotidiano, tendríamos mbaraka amarillo; lo cual nos hace pensar inmediatamente en un instrumento fabricado de oro, reminiscencia quizás de alguna irrupción al país del Inka. Dándole en cambio a la voz ju el significado que tiene en el vocabulario religioso, v.g., el de milagroso, indestructible, eterno, tendríamos mbaraka milagroso. Admitiendo al primera hipótesis, lógico sería suponer que, así como el instrumento de oro o dorado se ha eternizado en el nombre de nuestra sierra, así también se conservaría en los anales guaraníes el nombre del jefe de la expedición que arrebatara al Inka trofeo tan preciado. Si aceptamos en cambio la acepción de mbaraka milagroso, difícil sería admitir que, al conservar el recuerdo del instrumento musical, se hundiera en el olvido más absoluto el nombre del dirigente que lo manejara en las danzas rituales de la tribu.

  A pesar de mis esfuerzos, sin embargo, de pacientes búsquedas, de innumerables consultas con mis amigos los mburuvicha, el enigma permanecía indescifrable: todos los mbyá con quienes tratara sobre el tema estaban contestes en que mbaraka ju solo podría significar mbaraka milagroso o, como se expresan ellos: mbaraka imarãna va´embaraka que no puede ser destruido o sufrir daño-. Pero nadie pudo aportar dato alguno referente al origen del misterioso instrumento; es decir, indicarme quién pudo haber sido el que, en alguna época remota, seguramente prehistórica, arrancando al milagroso mbaraka broncas notas que resonaran a través de selvas y valles, encabezara la danza ritual y los cánticos en homenaje de los dioses.

  A punto estaba por darme por vencido y relegar, descorazonado, el asunto al olvido por indescifrable, cuando quiso la causalidad que, de manera totalmente imprevisible, diera con la solución del problema, y el éxito más rotundo coronara mis esfuerzos de novel etimólogo.

  Un día llegó a Villarrica una delegación de indios encabezada por el cacique Pablo Vera, de Potrero Blanco, con el objeto  de pedirme obtuviera la libertad de un compatriota suyo de nombre Mario Higinio, recluido desde hacía tiempo en la Cárcel Regional. Conversando con él, Mario me informó que él no era Mbyá puro; que su padre, Mbyá, se había radicado entre los Avá Chiripá, casándose con una mujer de esta tribu de la que él, Mario, se consideraba miembro. Con indios de esta parcialidad nunca había yo tratado; solo sabía que eran una nación más guerrera que los Mbyá y que, según éstos, los cantos y danzas de los Chiripá tenían por objeto obtener destreza en el manejo de las armas y en la lucha. Tras largos circunloquios y de haber puesto en práctica toda la diplomacia de que era capaz, abordé el tema de las tradiciones religiosas, obteniendo que Mario me hiciera el siguiente relato:

Guyra Porã, advertido de que la tierra sería destruida, exhortaba continuamente a los de su tribu para que cumplieran estrictamente los preceptos morales, rezaran, entonaran los cantos sagrados y danzaran para que pudieran salvarse del cataclismo que se aproximaba.

  Diariamente resonaban los acordes del mbaraka de Guyra Porã entre los cerros a cuyos pies moraba, advirtiendo a los de su pueblo de la proximidad del día de prueba. Pocos eran los que prestaban oídos; él, sin embargo, a medida que iban llegando a su término los días del mundo, más celo ponía en sus danzas y oraciones, hasta que los acordes de su mbaraka más asemejaban música divina que notas producidas por instrumento humano.

  Llegó el día aciago; las aguas cubrían ya la faz de la tierra, limpiándola de pecado; Guyra Porã, a medida que iba escalando el cerro que se erguía cerca de su vivienda, entonaba cánticos sagrados y ejecutaba la danza ritual al compás de su mbaraka y, obteniendo la gracia, aguyje, en la misma  cumbre del cerro se incorporó a la hueste de los bienaventurados, y se convirtió en Guyraporã Ju; esto es Guyra Porã eterno, indestructible.

  Al ascender al Paraíso, Guyra Porã Ju dejó su mbaraka en la cumbre de la sierra, y siendo ésta la única parte del mundo no alcanzada por las aguas del Diluvio, el instrumento no fue destruido ni sufrió deterioro alguno. Y cuando iba repoblándose la tierra después del cataclismo, un mburuvicha de nuestra nación escuchó un día, hallándose de caza en la Cordillera, los acordes de un instrumento musical. Escaló la sierra y, al llegar a la cumbre, descubrió el mbaraka de Guyraporã Ju que, sin ser accionado por mano humana, emitía música divina. Al acercársele el mburuviha, escucháronse palabras procedentes del cielo: era el mboréi: himno sagrado que Guyraporã Ju legaba a los de nuestra tribu por intermedio de nuestro jefe, juntamente con el milagroso mbaraka.

  Este mboréi es hasta hoy el canto sagrado de nuestra raza; y en cuanto al mbaraka, es custodiado cuidadosamente por el jefe supremo de los Avá Chiripá, escuchándose en ocasiones muy especiales sus acordes, pero nunca es permitido sacarlo fuera de la vivienda del jefe quien lo tiene a su cargo.

Notas: A Mario Higinio se le acusaba de homicidio; y el comisario que lo remitió a la Cárcel me informó –afortunadamente sin que este  dato figurara en el proceso ni llegará a oídos del juez- que sabía que había consumido algún trozo de su víctima, seguramente en cumplimiento del antiguo rito de la antropofagia. El proceso, instruido en los Tribunales de Villarrica, hállase caratulado: Mario Higinio, de la parcialidad de indios Avá Chiripá-supuesto homicidio. Asumió la defensa, a pedido mío, el Dr. Evaristo Zacarias Arza, actual Presidente de la Cámara de Representantes. Fue también Mario que, en agradecimiento, me inició en las tradiciones “esotéricas” guaraníes.

  Según Samaniego (Revista de Turismo, n.26, Asunción 1944; reproducido en Suplemento Antropológico de la Revista del Ateneo Paraguayo, vol.3, n.1-2, Asunción 1968, p.411-12) el héroe de la leyenda del Diluvio de los Avá Guaraní de Yvy Pyte es Guyrapepoti; el de los Apapokuva, de acuerdo a Nimuendajú, es Guyraypoty.

(x) De libro “TRADICIONES GUARANIES EN EL FOLKLORE PARAGUAYO”, León Cadogan. Edición preparada por Bartomeu Meliá. Fundación León Cadogan”. Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch”; Año 2003 (Asunción, Paraguay)

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