PARECE QUE FUE AYER

El Rubio Gómez (x)

Rubio Gomez


Me entero de que el nadador Genaro Prono “confirma su buen momento con dos récords” y representará a nuestro país en los Juegos Olímpicos Beijing 2008.

Seguramente Genaro es familiar de Mario Prono, el recordado actor y director teatral, y por encima de todo una persona excepcional, de singular dimensión humana. Los padres de Mario, doña María y don Roberto, eran propietarios del bar “Vareto”, en O’Leary entre Palma y Estrella. Si mal no recuerdo fue hacia finales de los años 60.

El “Vareto” fue un comercio muy concurrido principalmente por sus empanadas de carne bañadas en azúcar. En horas de la mañana, y parte de la tarde, los clientes llenaban el salón con el conocido y contagiante ronroneo de la masticación sabrosa.

Al atardecer, doña María y don Roberto eran sustituidos por su hijo Aldo, quien se hacía cargo del negocio que a esas horas cambiaba de ramo a la espera del tropel de artistas que pronto ocuparían la casi desierta calzada.

Cuando los clientes nocturnos del Vareto –actores, actrices, músicos– no estaban en temporada en el Municipal, caían en el bar a partir de las 20, o las 24 cuando trabajaban. Era como una dulce obligación gastar las horas en la plácida compañía de esa gente que hacía de la noche su razón de vivir. Una vida en apariencia –sólo en apariencia– disipada en el ocio que la gente “normal” lo utilizaría, también a esas horas, en la cama o tal vez en una aburrida reunión social.

Entre los clientes del “Vareto” cómo no recordar, por ejemplo, al Rubio Gómez, celebrado clarinetista de la orquesta sinfónica o de cualquier otra orquesta que buscaba la excelencia interpretativa. El Rubio Gómez –nunca nadie supo su nombre en el caso improbable de que hubiera tenido otro– fue el primer paraguayo concertista de clarinete. Era un virtuoso con sus dedos exageradamente gordos como exageradamente gustaba de la cerveza como a todos los que acudíamos al “Vareto”. Hablaba poco pero sonreía mucho. La sonrisa, o la ausencia de ella, le bastaba para expresar sus ideas, a favor o en contra de lo que se hablaba.

El Rubio Gómez, según los entendidos, siendo un buen músico no lo era tanto en las actuaciones públicas como en las reuniones de amigos. Así habrá sido porque luego de vaciar con deleite dos botellas de cerveza se daba a la ceremonia –sin que nadie se lo pidiera– de sacar el clarinete de su estuche y llenar el aire con las primeras notas, suaves pero vivaces. Con la tercera botella, del instrumento salían, uno tras otro, los valses de Strauss. Nadie hablaba. A nadie se le ocurría hacer ningún comentario. El silencio era total. Se sabía de memoria que si alguien osase pronunciar una palabra, una sola, el virtuoso clarinetista volvería, con la misma parsimonia con que lo había desenfundado, volvería a guardar el instrumento sin que nadie intentara convencerlo de lo contrario. Hubiera sido un esfuerzo inútil.

Entre valses y valses, se acababa la tercera botella. Cuando venía la cuarta el Rubio estaba como poseído. Nunca lo hemos visto acariciar a una mujer, pero nos imaginábamos que no lo haría con más ternura como a su clarinete. Ya sabíamos que estos momentos de gozo eran el preludio del plato fuerte de la noche. Después de mirar a cada uno de su devoto público, con sus ojos intensamente verdes y mansos, arremetía con la música clásica con total dominio de Mozart. Que nadie cometiese el error imperdonable de aplaudir a destiempo. Podría ser el final del concierto en solo de clarinete que en ningún otro sitio era posible escuchar con una perfección igual.

Si en las primeras horas del amanecer irremediable Aldo Prono no se hacía oír con su sonoro “bueno, bueno, bueno”, acompañado de fuertes palmadas, el sol nos sorprendería arrobados, encandilados, por el arte incomparable de Rubio Gómez.
Otro hubiera sido su destino si naciera en un país distinto al nuestro. Claro que en ese caso se privaría del deleite, del gozo, de la dicha de su propia melodía que, justamente, se hacía música sólo en presencia de sus amigos del “Vareto”.

El “bueno, bueno, bueno” de Aldo marcaba la hora exacta para salir a la calle Estrella y tomar a tiempo el tranvía de las 2.


Alcibidades González Delvalle

(Periodista y Escritor)



(x) Cortesía del diario ABC COLOR; sábado 5 de Julio de 2008 (Asunción, Paraguay).


ACOTACION DE FA-RE-MI: Federico Goméz nació en Asunción el 4 de setiembre de 1925, y murió en la misma ciudad, en el 1992 (esto sin confirmarse; no pudimos saber el día, mes y año, con exactitud…).

En la residencia de Vicente Coronel-también músico..-, esposo de la conocida cantante Margarita Pildayn; muy ligado a los artistas, recordamos haber disfrutado de su excelente interpretación